1.2

488 18 0
                                    

A veces, las emociones pueden cambiar drásticamente de un momento a otro. Un día, estás feliz en el parque, paseando en tu bicicleta, y de pronto, comienza a llover.

Eso fue lo que sentí al momento de abrir el correo. Fue como si toda la felicidad en mi interior se esfumara sin dejar huella. No sabía que hacer. Y me sentí tan indefenso y pequeño en un mundo tan grande.

Intenté creer que todo se trataba de una mala broma, y que quienquiera que hubiera mandado ese mensaje solo se burlaba de mí, pero al final, acepté lo inevitable. El mensaje era real, y si me negaba a obedecer, o si le contaba a alguien acerca de eso, habría consecuencias, no sólo para mí si no también para Lucas.

Las instrucciones comenzaban con algo sencillo, y nada fuera de lo común, lo cual consistía en conseguir dinero. Las instrucciones no especificaban de dónde debía salir el dinero, por lo que pude ingeniármelas y pensé en usar algunos ahorros que tenía, que pensaba en usar después, para comprarme un nuevo videojuego.

Sin embargo, lo que me causó extrañeza fue lo que mencionaba después. Con el dinero que había tenido, debía comprar un objeto. Algo que tenía relación con uno de los más grandes secretos de Lucas, que nadie, a excepción de mí, conocía. Me pregunté si esto estaba relacionado a ello. Y si era una forma de humillarlo públicamente y que todo el mundo conociera ese lado suyo.

Casi al final del correo, obtuve mi respuesta. Había fotografías de Lucas que él me había enviado en nuestras conversaciones. Fotografías que nadie más debía de ver,ya que si lo hicieran, causaría muchos problemas y malos entendidos. 

Finalmente, al terminar el correo, venía un enlace para ponerme en contacto por una red social con esta persona, además de la advertencia de tener 24 horas para realizar la primera tarea, o de lo contrario, sufriría las consecuencias.

Salí del salón y busqué a Lucas en los pasillos. Al no encontrarlo, decidí probar en la cafetería, y para mi buena suerte, allí estaba. Su rostro Lucía desdichado, se veía muy angustiado y preocupado por toda la situación.

Al sentarme junto a el, agachó la cabeza y la puso sobre la mesa. Coloqué mi mano en su hombro, intentando reconfortarlo en los difíciles momentos.

-Una locura ¿No? - dijo, en voz baja- ¿Tu también lo recibiste?

Asentí con la cabeza. Él sollozo un poco.

-¿Crees que deberíamos hacer lo que allí dice? - pregunté -

Lucas no respondió. Solo movía sus pies de un lado al otro con mucha rapidez.
-Mira, si todo esto te incomoda, podemos buscar la manera de solucionarlo, buscar ayuda o algo así.

Lucas levantó la cabeza. Por su rostro caían algunas lágrimas. El movió la cabeza, en señal de desaprobación de mi idea.

-No creo que pedir ayuda sea lo indicado en este momento. No sabemos quien es esta persona. Podría ser cualquiera. Y si no tenemos ningún indicio de quien pueda ser, no tiene caso que nos acerquemos a alguien. Además, ya sabes. Tiene que ver con... Ya sabes.  Y no quiero que gente desconocida lo sepa.

Asenti con la cabeza.

-Bueno - dije- Tengo algo de dinero ahorrado. Solo falta ver donde puedo comprar eso. Y entonces...

-Debes dármelo.  Según el mensaje.

-No - corregí- Yo debo ponerlo.

Lucas agachó la mirada nuevamente. Era evidente que le avergonzaba mucho la situación. Lo que el no sabía es que ambos estábamos sintiendo lo mismo. El hacer eso implicaba verlo desnudo, y eso me daba miedo y vergüenza. No quería verlo asi

-También yo a ti - dijo- Al parecer, los dos debemos tenerlo.

Asenti con la cabeza.

-Entonces ¿Dónde consigo, eso?

-En muchos lugares. Yo lo compro lejos de casa, porque si alguien que me conoce me ve comprándolo, sabría que algo anda mal, y podrían empezar a esparcir rumores, que finalmente llegarían a oídos de mi madre.

-Entiendo. Oye, había ottas instrucciones acerca de lo que debía hacer contigo. Menciono algo de un bi...

-Lo sé - dijo Lucas- Yo tengo uno. No te preocupes. Solo compra el paquete. Y que sea saliendo de la escuela. Podemos ir a mi casa y terminar con todo esto.

Asenti con la cabeza, y ambos nos dirigimos al resto de nuestras clases.  Al terminar nuestra jornada escolar, nos despedimos, con la promesa de que nos veríamos en unas horas en la casa de Lucas, una vez que yo hubiera comprado lo necesario.

Regresé a mi casa y tomé el dinero que tenía guardado. Lentamente, nervioso, salí de casa para ir a la tienda.   En el camino me sentí muy asustado, pues nunca había comprado algo así, además de tener la sensación de que me estaban siguiendo y observando.

Llegué a una farmacia y allí, me acerque al pasillo donde vendían lo que necesitaba. Un paquete de pañales. El problema fue descubrir que marca o tamaño de pañales compraría. Decidí mandarle un mensaje a Lucas para quitarme esa duda.

Hola.
Hola 👋🏻
Oye, una pregunta incomoda.
Dime?
¿De cuáles usas tú?

Pensé que se moriría de pena, y no me respondería, pero finalmente, si lo hizo.  Me recomendó una marca, y la tomé del estante. Justo en ese momento recibí otro mensaje.

Muy bien bebé. Debes de tener tus pañalitos porque eres un bebito. Ahora, paga ese paquete y ponte un pañalito para verte modelar en el.

¿Como sabes que ahora mismo estoy comprando pañales?

Miguel, no seas estúpido. Lo sé todo, ya te lo dije.



Me senté en el suelo y me llevé las manos a la cara. Me sentí tan inútil, tan estúpido. Creía que cuidaba mi privacidad en las redes sociales, pero todo se había ido al carajo. No eran las fotos lo que me importaba, también estaban las capturas de pantalla.  Todas las cosas que nos contamos mutuamente y que no le habíamos contado a nadie más. Todos los secretos que nos habíamos compartido. Quería hacer algo, pero no sabía que. ¿Como se supone que vas detrás de alguien de quien no tienes ni la más remota idea?


Finalmente pague los pañales  y me fui directamente a la casa de Lucas. Allí, el me abrió la puerta y me dio un enorme abrazo. El me dijo que fuéramos a su cuarto, para hacer lo que se nos había pedido, y así terminar con todo esto.

Me recosté en su cama, y el me bajó los pantalones. Abrió la bolsa, y sacó un pañal blanco. Con mucha delicadeza, colocó el pañal debajo de mi, junto con mucho talco en la entrepierna. Cerro las cintas. Y después fue mi turno de ponerle un pañal a el.

Después de haberle puesto un pañal, me recosté nuevamente en la cama, relajandome para que fluyera el líquido. Tardé un poco, pero dado que no había ido al baño desde la noche anterior, salió con naturalidad.


Una vez que tuve el pañal mojado, encendí la cámara de mi celular y comencé a grabar.  Fingí que lloraba y pataleaba en la cama pidiéndole a el escarabajo  un cambio. Incluso llegué a llamarlo "papi" en algunas ocasiones.


Seleccioné el archivo de mi galería y lo envié. Pocos segundos después de que envié el vídeo, la pantalla de mi celular se puso negra. No entendí que pasó, así que volví a intentar encenderlo, pero no pude. Traté varias veces, hasta que me rendí.

El CorreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora