1. Padmé

666 31 59
                                    

Regresar de Tatooine junto a Anakin era un alivio para Obi Wan, que creyó que tras lo vivido allí podrían disfrutar de al menos unos días de tranquilidad. No fue así. La lanzadera aterrizaba con suavidad en los hangares del Templo hasta que Anakin vio llegar a otra: una que el caballero reconocería entre un millón. Aceleró el aterrizaje demasiado, provocando un estremecimiento metálico que ignoró por completo. Salió de la cabina como si hubiera fuego, dejando atrás al maestro y su expresión resignada.

—¡Es Padmé! —Anakin corrió por el pasillo que unía ambas plataformas, girando una esquina de golpe. A punto estuvo de chocar con el capitán Panaka, que ya se había tensado al escuchar la precipitada carrera—. ¡Padmé! Hacía mucho que no venías por aquí.

La mujer apartó con suavidad a su guardaespaldas y sonrió.

—Buenas tardes, Anakin. Es cierto. Y de nuevo, no vengo por cuestiones agradables. He oído que ya eres caballero, ¡enhorabuena!

—Sí, bueno, ha sido fácil.

—¿Ah, sí?

Padmé se giró al ver llegar a Obi Wan y le dedicó una sonrisa que, a juicio de Anakin, era más ancha que la que había recibido él. El muchacho arrugó la nariz mientras Panaka saludaba.

—Maestro Kenobi, es un placer volver a verte. Estarás muy orgulloso, seguro que parte del mérito de Anakin te pertenece —dijo ella.

El aludido no le dejó responder, interrumpiendo y señalándose.

—Parte. Pero soy yo el que ha sido nombrado, el mérito debería ser mío.

Padmé compuso un gesto de confusión y entrecerró los ojos al mirarle.

—No pretendía quitarte valor, Anakin. Solo trataba de ser amable con un viejo amigo.

—Ya, ya, era... broma. Y hablando de viejos amigos, ¿tendrías un rato para tomar algo y charlar?

Panaka se adelantó.

—La senadora no va a arriesgarse a salir del Templo en los tiempos que corren.

Padmé le echó una mirada firme y seria.

—Puedo hablar por mí misma, capitán.

—Lo siento, señora. Pero es muy arriesgado.

—Lo sé —aceptó Padmé—. Panaka tiene razón, a mi pesar. Tengo una reunión en pocos minutos, pero después me alojaré aquí. No me habría venido mal relajarme un poco para variar.

—Hay un bar en el comedor de la parte baja, para los guardias. Podemos ir allí, es totalmente seguro, solo tienen acceso los habitantes y visitantes del Templo —se apresuró a sugerir Anakin.

—Oh... Bueno, en ese caso estaré encantada. Nos vemos allí pongamos a... ¿las nueve? —dijo Padmé mirando a Obi Wan.

—Obi Wan está un poco cansado, hemos tenido un día duro. Venía diciéndome que se acostaría temprano —interrumpió, de nuevo, Anakin.

—Vaya. En ese caso supongo que tendremos que dejarlo para otro día, es una lástima.

—¡Pero seguro que puede quedarse un rato! —añadió apresurado el caballero.

La senadora miró al maestro jedi, interrogante. Este esperó por si Anakin quería interrumpirle otra vez. Había decidido dejar de intentar saludar a la senadora, así que aprovechó la oportunidad para hacerlo, dirigiendo una mirada de ceño fruncido al joven caballero.

—Es un placer verla de nuevo, senadora. Espero que haya tenido un viaje agradable —saludó con formalidad, pero en tono familiar. Eran viejos conocidos y se alegraba de verla. Era uno de los pocos políticos, si no el único, que contaba con su plena simpatía—. No estoy tan cansado como para negarme a ponernos al día. Debe tener mucho que contarnos desde la última vez.

Asuntos pendientes (Obikin 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora