5. El sol de medianoche

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Padme les esperaba en el hangar. De no haberla visto antes sin el maquillaje, los tocados y los ropajes pomposos que usaba en sus visitas oficiales y en el senado, Anakin no la habría reconocido. Llevaba la melena suelta, las voluptuosas hondas le llegaban por debajo de los hombros. Su maquillaje era sencillo para lo que solía lucir: los labios pintados de un rojo intenso y una línea larga y perfecta en los párpados que parecía rasgar más sus ojos. Sobre unos pantalones negros ceñidos llevaba un corpiño granate de mangas largas que dejaba al descubierto sus hombros y su escote.

-Empezaba a pensar que me estabais dejando plantada. -Padmé cruzó los brazos-. ¿Y el maestro Kenobi?

Anakin estuvo a punto de hacer algún comentario sobre su aspecto, pues sin artificios estaba mejor que nunca. Por suerte recordó a tiempo sus dos promesas.

-Me creas o no, se está peinando. Siempre le lleva tiempo, aunque no creo que tarde más de un par de minutos. Así podemos elegir nosotros el speeder, ¿te gusta alguno?

La mujer se volvió sobre los talones para mirar los deslizadores. Echó una mirada a Anakin de reojo. Vestido de civil y con la elegante chaqueta azul, ganaba mucho. Aunque ese pañuelo sobraba para su gusto.

-Ese rojo me gusta. Y es de los más rápidos. ¿Vas a conducir tú?

-Pues o tú o yo, si quieres que lleguemos hoy. El rojo es uno de los que tienen la velocidad trucada, yo mismo hice los cambios hace tiempo, uno por uno. Espero que te guste ir rápido.

Padmé esbozó una sonrisa con un aire travieso que Anakin no había visto nunca.

-Conduciré yo, entonces -dijo la senadora.

-Disculpad el retraso, tenía asuntos que atender -les interrumpió Obi Wan. Estaba tras Anakin con el pelo perfectamente peinado hacia atrás y aún húmedo.

Su humor parecía el de siempre, sereno y algo socarrón. Al acercarse por detrás de Anakin, le golpeó con suavidad en el muslo con el sable láser que había dejado olvidado en su cuarto. Anakin se lo guardó con disimulo y se miró los pies como si siguiera siendo su padawan, con su ya clásica cara de he perdido mi arma. Otra vez.

-Buenas noches, Obi Wan -le saludó Padmé al volverse hacia él. Le miró el pelo, y tuvo que reprimir una risa-. No te preocupes, sé que hay cosas muy importantes que requieren tu atención como miembro del Consejo.

-Padme se ha pedido conducir y yo te cedo el asiento delantero, a su lado, para que puedas ir rezongando si lo hace mal. ¿Dónde vamos a ir? -Anakin saltó a la parte de atrás.

El maestro miró el speeder valorativamente. Sabía que era uno de los trucados, pero se sintió más seguro al saber que iba a conducir Padmé, sin duda mucho más cauta que su antiguo padawan. Subió y pasó al asiento del copiloto. La senadora entró la última.

-A un sitio donde jamás encontrarías a un senador. -Padmé le miró por encima del hombro-. Déjate llevar.

Obi Wan aún se abrochaba el cinturón cuando el repentino acelerón le pegó al asiento y le hizo abrir mucho los ojos. Llevó las manos a los lados, agarrándose al asiento, tenso de pronto.

-No tenemos prisa, ¿no? -preguntó.

-¡Ninguna, maestro Kenobi! -respondió Padmé. Se incorporó bruscamente al tráfico y adelantó a un par de vehículos que transitaban despacio por una de las vías aéreas principales.

Anakin aulló de emoción en la parte trasera, apoyándose sobre los dos respaldos entre risas.

-¡Eh, deberías unirte a nuestro escuadrón de naves! Mira -señaló una palanca grande-. Ese es el nuevo acelerador. Espero que os hayáis puesto laca, porque como lo enciendas y pises vamos a parecer wookies recién nacidos.

Asuntos pendientes (Obikin 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora