Epílogo

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Llegaron al Templo menos de quince minutos después, con el speeder arañado por un pequeño incidente contra otro vehículo. No había tiempo para despedidas ni comentarios. Padme y Anakin corrieron cada uno por una galería y Obi Wan se quedó solo en la plataforma. Cuando iba a entrar a su habitación, Quinlan Vos salió del ascensor con una bandeja de tostadas, tiras de carne ahumada y una taza de café, con evidentes intenciones de desayunar en la tranquilidad de su dormitorio.

—Kenobi... ¿Tienes cinco minutos para hablar de algo? —Le miró de la cabeza a los pies al pasar por su lado—. Dentro guardo otros vasos, podemos compartir esto. Tienes aspecto de necesitarlo.

Obi Wan vio como la posibilidad de regresar sin llamar la atención de nadie se esfumaba antes de poner la mano en el panel de apertura de su habitación. El agitado viaje de vuelta le había desordenado el pelo y lo había secado libremente y aunque no debería preocuparle que alguien como Quinlan Vos, que daba tan poca importancia a las convenciones sociales, le viera de esa guisa, se sintió como si le hubiera pillado desnudo y borracho en el pasillo. Carraspeó, apartó la mano del panel y se volvió con un gesto de extrañeza.

—Buenos días, Vos. He pasado la noche en una escolta —se excusó—. No me vendrá mal.

Solo deseaba meterse en su habitación, cambiarse la ropa y peinarse antes de incorporarse a sus obligaciones en el Consejo, pero el requerimiento de Quinlan le llamaba la atención por extraño, así que prefirió no poner excusas.

El otro jedi había seguido andando, convencido de que aceptaría, fuera por curiosidad o por el aroma que desprendía la comida. Abrió la puerta y le hizo un gesto con la cabeza para que pasara tras él.

El dormitorio era caótico en organización y decoración, pero estaba muy limpio. Por las paredes colgaban todo tipo de recuerdos, desde grandes cuernos de bestias hasta delicados tapices indígenas. No era la primera vez que Obi Wan entraba, pero había cambiado por completo en aquel tiempo, incluso los muebles estaban en otro lugar. No obstante, el desorden era el mismo de siempre. Vos dejó la bandeja sobre una mesa de la terraza y fue hasta su escritorio para coger otra silla y un vaso. Con todo listo, se sentó y sirvió la mitad del café a su compañero, que agradeció con un cabeceo antes de dar el primer trago.

—Lo primero que quiero que sepas es que no debes preocuparte por mí. No voy a decirle nada a nadie y menos a la gente del Consejo. Solo te lo digo porque si fuera al revés, me gustaría que alguien me avisara.

Obi Wan sintió que iba a atragantarse. Esperaba cualquier cosa sobre la guerra o que le hiciera alguna de sus extrañas peticiones, pero aquello le sorprendió para mal. ¿Sabía Quinlan lo que había pasado esa noche? ¿Y cómo podía saberlo? El maestro reprimió la reacción sorprendida tragando el café con fuerza y le miró perplejo. Frunció el ceño y fingió con la soltura que da la práctica.

—No sé si estoy entendiéndote, Vos, ¿de qué tienes que avisarme y qué no le contarás al Consejo?

—Anoche entré a mi baño y escuché sonidos inconfundibles en el tuyo. En principio no le di importancia, ya había oído ruidos otras veces y no es de mi incumbencia. Pero dado que ayer escuché claramente a quién te estabas tirando... me veo en la obligación de aconsejarte ser cuidadoso. Sé de un par de maestros que pondrían el grito en el cielo, teniendo en cuenta que ha sido tu padawan hasta hace nada —explicó Vos con calmada naturalidad antes de poner carne sobre una tostada y darle un buen bocado.

Esa vez el maestro no pudo evitar el atragantamiento con el café. Tosió y se cubrió la boca al instante para no rociar el desayuno de Quinlan, deslizando la silla para apartarse de la mesa. Se levantó con el mismo movimiento y sacó un pañuelo de su chaqueta con el que se limpió la mano. Miró al jedi con toda la indignación que fue capaz de reunir, aunque en realidad no se había sentido tan avergonzado en su vida.

Asuntos pendientes (Obikin 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora