SABRINA

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Vi como Elías se desmayaba, lo vi caer de su silla, me levanté de golpe y corrí para sujetarlo, a duras penas, antes de que se golpeara en la cabeza contra el suelo.

-¡Elías, ten cuidado!

Oí a Beatrix y su melodiosa voz, preciosa, aunque tal vez no debería fijarme en eso precisamente ahora, Elías se acababa de desmayar y estaba apunto de romperse la cabeza.

Lo dejé en el suelo con la mayor precisión posible, el Señor Gustavo se acercó, con gesto de fastidio al no poder hacer el examen.

Sujetó a Elías entre sus brazos.

-Este niño aprovecha cada oportunidad para saltarse los exámenes- Dijo el profesor.

Se armó un alboroto y todos empezaron a hablar, quejarse y gritar, aunque todos parecían contentos con la confusión de la clase.

-Seúl, ve a avisar en conserjería

Seúl no estaba, se había ido al baño hacía menos de dos minutos

- Ahora iré señor

Ante mi asombro, me di cuenta de que él había aparecido justo cuando Gustavo lo llamaba.

Probablemente no me había dado cuenta de que había entrado debido a la confusión del momento.

-Lo voy a bajar a la enfermería, tu encargate de que avisen a sus padres.- Le pidió el profesor.

-No pasa nada, puedo llevar a Elías hasta la enfermería por mi cuenta.

-¿Estas seguro?

-Claro Profesor, solo será un momento.

-Muy bien, en ese caso, iré yo a la conserjería.

Seúl levantó a Elías con una facilidad inesperada

-Por favor todos quedaos en vuestros pupitres y esperad a que volvamos.- Nos ordenó Gustavo, y antes de que saliese del aula ya estábamos todos de pie y moviéndonos de un lado a otro, yo corrí hacia Beatrix, mi dulce Beatrix, a comentar lo ocurrido.

-Bea!¿Que vamos a hacer?-

Dijo Sarah. Se me había adelantado, como la odio, ¿acaso no sabe que yo soy la mejor amiga (lamentablemente) de Beatrix?

-Por ahora tranquilizarnos.

Como siempre, respondió con la respuesta acertada y dirigió sus profundos ojos hacia mí.

-¿Tú qué crees, Sabrina?

No pude hacer otra cosa que asentir.

Durante unos minutos que parecieron interminables, yo jugueteaba con mi pelirrojo cabello mientras Beatrix tranquilizaba a todos ante el suceso.

El señor Gustavo regresó, seguido de Seúl que fue a sentarse a su pupitre, tenía una expresión de superioridad. Tras la aburrida clase, acortada por el accidente, sonó la campana para que saliéramos, Gustavo no tuvo piedad en cuanto a los deberes. Todos salimos de las aulas, amontonados y emocionados por el final de la tortura. 

En el bus la mayoría estaban callados, un detalle que me hizo darme cuenta de que Elías siempre nos animaba al terminar las clases, de hecho mientras me dirigía a mi casa también se me hizo raro no conversar con él.

Después de llegar a casa tras las cosas ocurridas en clase me lancé a la cama, Elías, él estaba perfectamente antes, así que pasó de un momento a otro...y Seúl ¿Que había sido eso? Allí estaba de repente...Decidí olvidarme, fui a comer. Unas horas después, estaba haciendo los deberes en mi cuarto. Se podría decir que es un cuarto normal, de no ser por las decenas de fotos que tengo con Beatrix.

 Estaba por fin terminando el complicado ejercicio de lengua cuando de repente mi teléfono sonó. <¿Quién debe ser? Ojalá sea Beatrix>Pensé. Como un ángel escuché su melodiosa voz al otro lado de la línea.

-¡Holaa! Has ido a darle los deberes a Elías?

-No sabía que tenía que dárselos.

-Pero si lo hemos hablado en la hora del patio tontita jaja.

No entendía cómo era eso posible si a la hora del patio había estado en el baño, y no con ella, y de todas formas Elias se había desmayado en la última hora. Pero el mismo hecho de escuchar la risa de Beatrix me dejó embobada, supongo que lo demás no tenía importancia.

-Adiosito, te quiero!

En ese momento tan solo oía los rítmicos pitidos del teléfono.

No lo dudé ni un segundo, cogí la libreta para dársela a Elias. Yo ya había acabado mis deberes, así que no pensaba que me hiciera falta, se la podía dar a él. Salí corriendo de mi casa hasta llegar a su portal.

Llamé al timbre.

-¿Si? 

La voz de su madre, se oía en el telefonillo.

-Vengo a traerle los deberes a Elías, soy Sabrina.

La puerta se abrió con un chasquido y fui hacia el ascensor, y marqué el piso seis, donde una mujer menuda de pelo negro al igual que Elías me esperaba asomandose por la puerta once.

-Hola cariño, gracias por todo, dame los deberes.

Se los entregué.

-¿No puedo pasar a ver a Elías?

-Lo siento cariño pero Elías tiene mucha fiebre, podría ser contagioso

-No se preocupe, solo será un instante.

-Lo siento cariño pero Elías tiene mucha fiebre, podría ser contagioso.

-Pero yo quiero…

-Podría ser contagioso

Da igual, me rendí, me despedí de la madre de Elias. A medida que pasaba el día los sucesos se volvían más extraños, primero Seúl aparece de la nada sin que nadie se diese cuenta, Beatrix me dice lo de los deberes a la hora del patio y ahora la madre de Elías me contesta lo mismo las tres veces, lo único en lo que podía  pensar en este momento era en irme a casa, dormir y rezar porque todo esto fueran imaginaciones mías.

Ya estaba entrando en el ascensor, cuando veo que en el número de la puerta pone doce. Juraría que ponía once.

El Mundo Tras La RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora