III. El destino de Wang Yibo

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El viento cálido de la noche se filtraba por las hebras oscuras de Yibo, el sudor resbalando por su cuerpo debido al extenuante trabajo físico, a pesar que de que todos sus compañeros de campo habían desaparecido junto con el sol de la tarde, el chico Wang, seguía sometiendo a su cuerpo al desgaste de los ejércitos de entrenamiento.
No faltaba tanto para su décimo octavo cumpleaños y presentarse como el futuro Alfa, sucesor del poder de la manada DaeWang.

Desde que su entrenamiento dio comienzo, no hizo más que concentrarse y sacar todo su potencial al máximo para que cada lobo supiera que él estaría destinado a ser el líder que el pueblo merecía.
Con el pasar de los meses se interesó por todo el funcionamiento de la manada, ayudaba a su padre en todo cuando podía; como mantener el orden, lo acompaña en sus rondas de vigilancia en los límites del territorio toda la noche, se inmiscuía en los aspectos locales que acomplejaba la armonía en el pueblo y por supuesto que dejaba en claro que Xiao Zhan era suyo y nadie podría decir lo contrario.

Sus instintos sobreprotectores venían desde lo más profundo de su ser, era algo extraño al principio; pero con el tiempo aprendió a vivir con ello y sacar provecho de su fuerza y agilidad para conveniencia.
Se había dado cuenta a los dieciséis años que sería Alfa, cuando el trece de abril daba paso a su cumpleaños en la madrugada. Sus padres y él salieron revestidos por prendas holgadas y blancas, simbolizando la pureza del acto de la entrega de su animal. Con los nervios disparados y el corazón encogido de miedo, solo podía recordar a su precioso chico castaño, con sus ojitos brillantes y anhelantes de una familia y Yibo quería darle todo lo que Zhan quisiera y verlo feliz junto a él.
Incluso, para su propia sorpresa llegó a pensar en la manda, veía a los pocos cachorros jugando sin preocupaciones en la pequeña pradera donde él alguna vez también lo hizo, pensó en todas las familias que confiaban sus vidas a su padre y aquellos que la darían por él. Yibo quería eso, su corazón anheló sentir esa calidez también.
Con el pulso desbocado se arrodilló en el pedestal del lago, un hermoso y mágico montículo de rocas donde en esa época del año, florecía verde pasto y flores a su redonda. Lugar donde todos los cachorros se hincaban para recibir el despertar de su animal, con sus padres a su lado para controlar cualquier cosa que llegara a salirse de control.
Nadie quería a un adolescente recién cambiado, descontrolado y en el calor del celo suelto por las calles.
El cielo marcó la hora, exactamente el comienzo del catorce de abril vislumbró el oscuro cielo nocturno y la luz plateada iluminó el cuerpo inclinado del pelinegro. El tiempo pasó más lento de lo habitual para los tres presentes y de pronto... nada... No había pasado nada. El periodo de Beta había terminado y Yibo no se presentó como tal, como todo el mundo alguna vez lo creyó.

Mentiría si dijera que no sintió alivio al no ser un Beta. Soltó el aire que no se dio cuenta haber retenido y se levantó con cuidado de no resbalar, caminó hasta sus padres quienes lo recibieron con disimulada alegría. Wang Ziteng siempre supo que su primogénito no sería un Beta y ahora solo le quedaba esperar dos años más para el destino de Yibo se sellará.

Cuando los rayos del sol se vislumbran en el cielo azul, Zhan corrió a su encuentro en un pedazo escondido del prado, lugar donde se la pasaban horas platicando por las noches. Solo ellos dos sin nadie más a su alrededor.

Juntos como debería de ser.
Entonces cuando Zhan lo vio esperando por él, salió corriendo a su encuentro, envolviendo sus brazos en el cuello del pelinegro con entusiasmo.

—No te presentaste —esa no fue una pregunta, más bien fue una alegre afirmación.

—Alguna vez te dije que yo sería tu Alfa ¿No es así? — las mejillas de Zhan se tornaron rosa de vergüenza. Algo que Yibo tenía, era una brutal sinceridad, sin filtros ni delicadezas que siempre lograba avergonzarlo de alguna manera.

𝕀ℕ𝕊𝕋𝕀ℕ𝕋𝕆 [YiZhan] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora