Prólogo

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El frío viento hacía del camino una tortura, azotando contra su blanca piel; su cuerpo comenzaba a doler y las rocas que laceraban sus tobillos se hacían cada vez más por la montaña incrustándose en las plantas desnudas de sus pies.

¿Cuánto tiempo es que llevaba caminando? ¿Hace cuánto que dejó a la manada? Si bien no estaba seguro de ninguna de las dos cosas, sabe que a como diera lugar tenía que llegar a lo más alto de aquella cumbre empinada antes de que la madre Luna se alzara en todo su esplendor esta noche.

Y es que; en su mente de apenas 18 años, no entendía porque el destino se empecinaba de aquella forma tan cruel con su pequeña manada. Hace solo seis meses atrás, los feroces lobos rebeldes invadieron sus tierras reclamando su dominio. Asesinaron a todos los Guerreros de su aldea, los gritos de horror desgarraban el alma, fue un genocidio, se podía respirar el olor a sangre en el aire, los cuerpos de los valientes desfigurados por la atroz batalla llenaban el suelo que alguna vez fue su hogar... Y ahora él, quien era el hijo del Alfa, la última esperanza para sus hermanos, no se había presentado como uno Alfa para poder hacerle frente a los invasores ¿Qué haría?

Tenía que salvarlos, tenía que llegar y rogarle de rodillas a la luna que le concediera el deseo de ser un Alfa para proteger a los suyos de un horrendo futuro manchado de sangre.

Con ese propósito y a pesar de que su cuerpo ya no lo soportaba más, continuó por su camino. Cada vez miraba más borroso, las lágrimas de frustración bañaban su rostro y su sangre dejaba un brillante sendero color rojo tras de sí. Solo faltaban unos cuantos metros para llegar a lo más alto, solo unos cuantos pasos más para cumplir con su deber...
Y al fin llegó... Se tiró de rodillas importándole muy poco lastimarse un poco más de lo que ya estaba su atrofiado cuerpo y lloró como nunca antes lo hizo, dejando salir todos aquellos sentimientos que se arremolinaban en lo más profundo de su ser y rogó, le rogó a la luna una oportunidad para salvar a su familia, a sus amigos y a su manada.

—Si acaso hice algo malo en la vida... ¡Por favor perdóname! Si acaso te ofendimos; ¡danos una segunda oportunidad! Pero por favor, déjanos luchar. No dejes que desmiembren mi cuerpo sin usar mis garras, no dejes que quemen la esperanza, sin tener las armas. ¡No! ¡no nos dejes morir sin luchar!... —  la luna se alzó en lo más alto de la montaña bañando de su luz a aquel joven que dio su vida por los suyos, que gritaba con desesperación y la garganta a rojo vivo.

Tal vez le dio una oportunidad o tal vez fue en vano todo el sufrimiento... Tal vez el destino no fue piadoso con él o quizás sí.

Solo tal vez.

𝕀ℕ𝕊𝕋𝕀ℕ𝕋𝕆 [YiZhan] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora