"El cielo nocturno, normalmente de un tono azulado, se encontraba totalmente oscurecido gracias a las acumuladas nubes de tormenta que dejaban caer gotas de lluvia cómo cubos de hielo sobre el pobre muchacho, el cual daba todo de sí para poder llegar rápidamente a la parada de autobuses frente al viejo parque.
No era muy recomendable tomar allí el transporte a esas horas ya que se corría el riesgo de ser atacado por alguno de los grupos de delicuentes que se juntaban en ese lugar, más dudaba que con la tormenta que estaba cayendo si quiera se encontraría a alguien, así que, maldición a la lluvia que había comenzado a caer de la nada y el hecho de haber aceptado trabajar turno extra, apura el paso para llegar a la parada que con el clima que había parecía encontrarse más lejos de lo que debería.
Finalmente logra llegar, justo cuando la lluvia decide menguar un poco y convertirse en una mera llovizna, más está tan agitado y distraído que no nota que hay una chica sentada en la pequeña banca húmeda sujetando un paraguas rojo brillante que a penas y la cubre, con la mirada gacha causando que las oscura melena negra que posee cubra su rostro como una cortina. A simple vista parece una chica ordinaria de unos 18 o tal vez 19, vistiendo como si acabara de salir de alguna fiesta debido a lo brillante y llamativa que es su blusa, más pareciera que las cosas no salieron como ella esperaba y eso causó que ahora se encuentre tan decaída que ni siquiera le importar estarse mojando.
Al principio el joven se mantiene al margen de su situación y la ignora centrándose en esperar el autobús mientras intenta protegerse de la fría agua con su ya empapada chaqueta que a penas y le proporciona algo de calor. Los segundos pasan y, aunque intenta seguir ignorando, la presencia de la jóven es demasiado notoria, por lo que empieza a mover la pierna inquieto mirando constantemente hacía la carretera vacía rogando poder ver las luces del autobús y así poder dejar toda esa incomodidad otras.
Los segundos rápidamente se convierten en minutos y nada que llega el transporte, más la lluvia a empezado a retomar fuerza por lo que es obligado a intentar refugiarse en el pequeño ricón a penas protegido por el techo y las dos únicas paredes de la parada, en cambio la chica se mantiene estática en la otra esquina exponiéndose al agua.
¿Se habrá quedado dormida?
No puede evitar preguntarse el chico sumamente extrañado por la muchacha quieta en su lugar sin importarle estarse empapando, más rápidamente descarta la idea porque sería demasiado ridículo que estuviera dormida en esas condiciones.
Muchas teorías empiezan a formarse en su mente en búsqueda de una razón que explique la actitud ida de la joven, pero después de descartarlas todas decide respirar hondo y armarse de valor.
—¡Oye tú! —exclama entonces, alzando la voz lo suficiente para ser escuchado por sobre la tormenta, en un intento de llamar la atención de la chica— ¡Puedes venir a este lado si quieres! ¡Te puedes enfermar si te sigues mojando!
El muchacho aguarda unos segundos a ver si la chica reacciona, pero trás no recibir respuesta alguna decide intentarlo otra vez.
—¡En verdad deberías quitarte de allí! ¡Es por tu bien! ¡Te aseguro que no soy alguien malo! ¡Solo quiero que no te sigas exponiendo así a esta agua helada!
Aguarda de nuevo, más la joven se mantiene en su estado de estatua sin dar señales de si quiere haberlo escuchado. En otras circunstancias el chico se rendiría y la dejaría ser, pero el una vez también se expuso al agua de lluvia por mucho tiempo y terminó en cama por varios días con fiebre alta y malestar. No es una experiencia que le desearía a nadie.
Preocupado ya por la situación de su acompañante de espera decide levantarse y, sin importarle el agua torrencial, se acerca a paso firme, pero cauteloso a la chica para averiguar de una vez que le pasa. En cambio ella se mantiene estática cómo si no sintiera su presencia incluso cuando él se detiene al frente suyo.
—¿Estás bien? —pregunta, ahora en un tono bajo y acerca su mano despacio hacía el paraguas, no muy seguro de lo que hará, pero decidido a averiguar qué sucede, más cuando se encuentra a centimetros de tocarlo, un frío y fuerte agarre lo detiene.
Sorprendido, observa como la pálida mano de la chica sujeta su muñeca con más fuerza de la que aparenta con esos brazos tan delgados. Su primera instinto es intentar soltarse, pero cuanto lo intenta, la otra mano de la desconocida vieja a su muñeca en un movimiento rápido, soltando el paraguas que cae al suelo al mismo tiempo que un relámpago ilumina el cielo.
—O-oye, y-yo no-no qui-quise —intenta disculparse, más las palabras se enredan en su lengua y fuertes escalofríos, que duda sean por el frío del agua, lo recorren entero. Es como uno de esos ascalofrios que te causan los malos presentimientos, cuando sabes que algo malo está a punto de pasar.
Decidido a liberarse e irse de allí enseguida sin importarle nada, el chico gala con fuerza creyendo que así logrará deshacer el firme agarre de la extraña y perturbadora chica, más sólo consigue tirar de ella también, provocando que ésta quede de pie apegada a él y con el rostro a centimetros del suyo. La muchacha aún mantiene la mirada gacha, más de a poco empieza a alzarla, encarandolo, y lo primero que puede apreciar el chico son los grandes, brillantes e inhumanos ojos de la joven, paralizadolo en su lugar.
—Eres cálido —susurra entonces ella, en tono bajo, suave, inocente y... Vacío.
(...)
Eran exactamente las 12 cuando el último autobús del día pasó por aquella parada frente al viejo parque al que ya nadie iba, más no se detuvo, primero porque nadie en su sano juicio se bajaría allí a esas horas, y segundo porque esta se encontraba desolada y completamente empapada por la lluvia que ya había cesado hace aproximadamente uno hora.Más la luces del vehículo lograron alumbrar algo, un viejo cartel húmedo y medio roto pegado en la esquina expuesta de la parada. Un cartel donde a penas y se podía apreciar la imagen de una joven sonriente de 18 años que había desaparecido el día de su cumpleaños hace ya un año, a la cual se vió por última vez en esa parada, bajo una tormenta sujetando su paraguas rojo favorito mientras esperaba el último autobús del aquel día para volver a casa después de una gran celebración. Celebración que terminó el tragedia cuando la joven no regresó a casa aquella noche, ni la siguiente, ni las que vinieron, fué hasta casi seis meses después que se supo de ella a través de las noticias, cuando se encontró su cuerpo acostado en aquella banca una mañana que, a diferencia de la noche fría en la que desapareció, era cálida".
Lola.