Éste hombre quien había invadido su tribu pasó un rato observándola y Siriche estaba pasmada del susto, el hombre hizo una seña a un soldado que estaba cerca de una fogata y éste fue a buscar algo, se alejó y luego llegó con alguien más que estaba vestido con una bata marrón y un cordón como cinturón, la tomaron del brazo, la sentaron en un tronco, la desamarraron y la dejaron sola con el señor vestido de bata que también tenía la piel color luna. Ella se quedó allí sobándose las muñecas y los tobillos los cuales estaban un poco maltratados por las cuerdas. El nuevo hombre La miró y se sentó junto a ella.
- hola hija mi nombre es Julián, soy sacerdote de la iglesia de Dios, me embarqué junto con los demás y ahora estoy en éste campamento, el señor Cristóbal, me mandó a hablar contigo, soy uno de los pocos que ha aprendido a comunicarse con los indígenas, no te quiero hacer daño, solo quiero que seamos amigos. También debo decirte que no importa el nombre que hayas tenido en tu tribu, ahora te llamas Venecia, al señor Cristóbal le complace llamarte así porque tienes cierto parecido a una mujer que él amó en el pasado - dijo el Fraile acercándose a Siriche como si ésta fuese un animal salvaje
Siriche se asombró de tal manera que no sabía ni cómo responder ya que por fin, un hombre de color luna como los otros hablaba su idioma, entonces supo el nombre de aquel jefe y azotador "Cristóbal".
- Mi nombre es Siriche y así me llamaré siempre, soy perteneciente de la tribu Yekuana de un grupo de tribus que habitaba muy lejos de aquí, le estoy pidiendo a mi dios que me ayude a librarme de los hombres color luna pero parece que no me escucha... - dijo mirando hacia los lados intentando esconder la desesperación - ¿por qué usted no me ayuda a salir de aquí? Un grupo de éstos hombres de su señor Cristóbal invadieron mi tribu, mataron a mi cacique y también tienen a mi familia, debo ir a buscarlos, tengo que irme a como dé lugar. Porque de seguro que ese señor Cristóbal así como mató a mi cacique puede matarme a mí, por favor ayúdeme.
- Te repito que tu nombre ahora es Venecia, Hija yo estoy aquí para saber qué necesitas, soy como un apoyo o un amigo, pero en eso no puedo ayudarte, te pueden asesinar si intentas irte, de igual manera si necesitas algo me mandas a llamar, apenas salga el sol te comenzaré a enseñar a hablar la lengua que los "hombres luna" como tú le dices, para que así puedas comunicarte con quien quieras. También te enseñaré quien es el Dios verdadero. - dijo el fraile Julián y dispuso a irse
- Tengo que irme, no quiero aprender nada, haré lo que sea, no es justo que me tengan aquí por un capricho de su jefe. Me iré en cuanto pueda - gritó Siriche
El Fraile Julián la miró y su rostro dejó de ser amable, pensó un momento y le tomó del brazo- Si intentas irte te van a matar y no podrás ayudar a nadie - dijo el Fraile sutilmente y se fue
Siriche se desplomó en el suelo, estaba sin salida no entendía por qué la estaban intentando enseñar y por qué la querían llamar "Venecia" sólo necesitaba irse de ahí. No sabía qué era lo que quería Cristóbal de ella. Asustada se acurrucó en un rincón del lugar y abrazando sus piernas en el suelo se durmió.
Al llegar la mañana, el fraile Julián se acercó a ella y junto con él trajo a otros indígenas los cuales Siriche no reconoció de cual tribu eran, algunos estaban enfermos y otros golpeados, se acercaron todos y el fraile les dio una gran clase de castellano y de las nuevas creencias las cuales los indígenas no podían ni sabían cómo oponerse. Al llegar la tarde se subieron de nuevo en las carretas y emprendieron un nuevo viaje el cual Siriche aprovechó para platicar en castellano con los demás indígenas y hombres de piel oscura los cuales solían llamar "esclavos".
Todos iban en una carreta apretados, esclavos e indígenas hacia un destino incierto al menos para los hombres y mujeres que la acompañaban, nadie hablaba ya que la resignación les dormía la lengua. Mientras el viaje avanzaba Siriche miraba a lo lejos los árboles y el campo que estaba a los costados del camino y su mente no paraba de pensar en lo que había visto recientemente ¿Qué era ser esclavo? ¿Y ser eso sería un insulto? ¿Nacerían con esa maldición? ¿Quién es el bárbaro que dispone quién es esclavo y quién no? ¿Un color de piel te hacía menos que alguien? ¿De dónde sacaron eso? ¡qué absurdo! No puede existir tal cosa, en la tribu nadie era menos por ser diferente ¡qué leyes tan extrañas! entonces miró su piel, jamás se habría atrevido a hacer eso, nunca se le había pasado por la cabeza ver si su color de piel era maldita o si significaba algo. ¿Pero cómo podía significar algo? es imposible, no escoges tu color de piel al nacer, existes, estás...
¿Es permitido golpearlos? ¿Humillarlos? ¿Matarlos? ¿Quién lo permite y por qué? ¿Quién hace esta afrenta tan alevosa contra la naturaleza que sabiamente tiene diversidades? Pero hay millones de diferencias entre mariposas y éstas no dominan a las otras por el color de sus alas... No tiene que haber diferencia en nada. Siriche se indignaba cada vez más, Entonces pensó en algo que le helaba la nuca, su piel era parecida a la de los llamados esclavos ¿la esclavizarían a ella? De seguro que si, sería lo más bajo de todas las especies por su color de piel, y tuvo enormes ganas de liberarlos a todos, ganas que se convirtieron en impotencia. Pero no podía hacer nada, ahí estaba tal como la profecía de Jivi. Solo debía hacer lo que le decían y evitar su muerte.
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Siriche
RandomUna chica indígena Venezolana que vivía en su tribu. De repente su vida da un giro inesperado gracias a la conquista. Siriche no se imaginaría todas las cosas que le tocaría pasar para vivir en libertad. Obra ubicada en el año 1800.