Capítulo 02

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Aikén

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Aikén

Muerdo mi mejilla inferior tratando de controlar la impetuosa ira que invade cada célula de mi ser.

¿Cómo puede creerse tanto?

¿Y qué es esa mierda de conmigo si te dan las doce?

Bufo y en el transcurso a mi nueva oficina choco con varias personas, ni se atreven a refutar.

Cuando abro la puerta, veo a Cristal.

Me tomo dos segundos para tomar aire y tratar de aplacar la furia, no quiero desquitarme con ella.

—No me dijiste que venías —digo cerrando la puerta.

—No sabía que debía pedir permiso para venir a ver a mi esposo —se pone en pie y rodea mi cuello con sus brazos cuando llega a mí—. ¿Por qué tan tenso? —se inclina hacia atrás.

Suspiro y mis mierdas de problemas se esfuman cuando me anclo a su tranquilizadora mirada, envuelvo su cintura con mis brazos.

—Diferencias con la nueva adalid.

—Ya que la mencionas.... Hay algo que quiero....

La puerta se abre y corta la oración de mi esposa.

Bailey irrumpe la habitación con mi pequeña en sus brazos.

Me alejo de Cristal y le doy una gélida mirada, ella la comprende, por lo que se retuerce en su lugar.

—¡Papi! —Haidee salta a mis brazos.

—Hola, princesa —dejo un beso en su cabeza—. Gracias, Ace —le doy un asentimiento de agradecimiento a la soldado.

Me muestra una sonrisa de labios cerrados y se retira.

Haidee se baja de mis brazos y corre a mi escritorio entreteniéndose con el computador, dejándonos en un segundo plano.

—Cristal —digo tajante en un murmullo—. ¿Por qué la trajiste? Te he dicho mil veces que no lo hagas, la central no es un parque de diversiones, tratamos a criminales, no ponemos a Mickey Mouse.

—Es que es mi cumpleaños y creí que...

—No Cristal, —la interrumpo y niego retrocediendo cuando intenta acercarse— no existen excepciones. No involucres tus intereses personales con mi trabajo. No son dos ámbitos compatibles.

—¿Mis intereses personales, Aikén? —enarca una ceja con cierta pizca de indignación—. Eso suena como si a la única que le interesa compartir con su esposo e hija, fuera a mí —se cruza de brazos.

—No te vayas por ese camino de querer tergiversar las cosas —la acuso con un dedo.

Abre la boca y hace una mueca de sorpresa sarcástica.

—¡Claro que me voy por ahí, Aikén! ¿Cuándo fue la última vez que compartiste con nosotras? ¡Nunca estás disponible! —exclama con aflicción.

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