Ana dejó de revisar una caja de cartón llena de cosas que había encontrado intacta. Era raro encontrar algunas de esas cajas llenas los días en los que no caía nada del cielo. Los Buscadores salían de sus escondites para hacerse con cualquier objeto que fuera de utilidad, con la velocidad de una rata, dejando sólo los restos que no servían para nada.
El silencio reinaba en los senderos que atravesaban las montañas y dunas de basura que se acumulaban en lo que alguna vez habían sido calles asfaltadas. Ni siquiera el viento frío que anunciaba la llegada del Invierno se animaba a murmurar.
Dejó escapar un profundo suspiro mientras buscaba en el bolsillo del sobretodo la caja de cigarrillos. Tenía los bolsillos llenos de cosas. Mientras buscaba con calma su mirada se quedó fija en un punto frente a sus pies.
Al dar con los cigarrillos, sacó uno todo torcido, se lo llevó a los labios y lo prendió. Le dió una larga pitada. El humo del cigarrillo inundó su boca, su tráquea y sus pulmones en un santiamén. La sensanción de sentir que se llenaba de algo le resultó agradable.
Llevaba varios días sintiendo que su cuerpo y su cabeza se drenaban, como si en algún lugar tuviese una fuga. Un objeto que tiene una fuga por donde se escapa aquello que contiene, por regla general, en algún momento, tiende a quedarse vacío.
- Ana, la lata pinchada - se dijo a sí misma en un murmullo, apoyando el mentón sobre sus rodillas mientras hacía girar el cigarrillo entre sus dedos.
Se levantó de golpe, sacudiendo el sobretodo sucio como si este fuera a quedar limpio con aquel gesto y comenzó a bajar a paso decidido de aquella duna que se apoyaba contra la pared de un edificio bajo, cuya terraza era lo único que sobresalía de entre la basura.
Al llegar a la senda que se abría paso al pie de la duna, miró a un lado y al otro, pensativa. Había comenzado a anochecer y el cielo rojizo del horizonte se fundía en el azul profundo que se ceñía sobre su cabeza. Un leve escalofrío le recorrió el cuerpo al notar que sus manos estaban heladas. Bajo aquel cielo no había nadie esperándola. Aquella idea se hizo cada vez más presente en su cabeza, apoderándose con furia de su cuerpo para torcerlo en un profundo cansancio.
El ruido de unas pisadas la sacaron de sus pensamientos y al volver la mirada del cielo vio a una niña y a un hombre que buscaban algo entre la basura, a unos metros de donde estaba ella. Se dispuso a caminar en el lado contrario pero se detuvo en seco y se quedó mirando aquella imágen que estaba lejos de resultarle ajena. La niña levantaba cosas del suelo y se las mostraba al hombre con una sonrisa que iluminaba su cara sucia. EL hombre la miró, asintió con la cabeza mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa que deformaba su cara en una mueca triste.
Ana frunció el entrecejo. Reflexionando sobre aquella realidad tangible en la que vivían todos los que sobrevivían día tras día en aquel basural, se preguntó si era posible soñar con que las cosas algún día fueran distintas. Intento dibujar en su cabeza un paisaje distinto, pero le fue imposible. Aquel paisaje hediondo en el que estaba sumergida poseía una fuerza silenciosa, tan poderosa que en el caso de que algún pequeño brote de esperanza tuviese el atrevimiento de asomar a la superficie, esta se marchitaría en un latido.
Negó con la cabeza y siguió su camino. Se sentía impotente ante la idea de que pensar en aquellas cosas no cambiaba nada. Ella sólo era una de las tantas personas que caminaban sin rumbo en el Basural, escapando de los Caranchos, escapando del hambre, escapando de la muerte...escapando.
Le dio una pitada a su cigarrillo y mientras exhalaba el humo con bronca, sacudió la cabeza intentando alejar los pensamientos que inundaban su cabeza. Entonces fue cuando se encontró cara a cara con algo que no sabía que andaba buscando. A su izquierda, semi enterrado entre bolsas de basura orgánica de la cual brotaba, como si de una herida infectada se tratase, un jugo verdoso, casi marrón que se escurría hasta perderse de vista, un cajón de madera en perfectas condiciones.
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La Orilla
Science FictionTras la Segunda Guerra del Agua, el Feudo de Buen Aire, al igual que tantos otros, se ve obligado a firmar un tratado internacional a costa de la población. Es así como se convierte en uno de los tantos grandes basurales que existen en el mundo, don...