Avanazaron un corto trecho hasta salir a lo que parecía una sala donde se guardaban objetos de mantenimiento, como herramientas e incluso cables. Kafka se quedó parado en el túnel sin animarse a dar un paso más para entrar. Desde allí su linterna alumbraba lo suficiente como para que pudieran ver con claridad todo el lugar.
- ¿Qué es este lugar?. - Ana pasó por su lado y se puso a mirar, asombrada, las cosas que estaban perfectamente ordenadas en estantes, mirando los rincones y abriendo las taquillas metálicas, sorprendida de que no hubieran sido vaciadas.
- Estamos en los antiguos subterráneos...- dijo Kafka en voz baja.
Ana miró hacia la puerta de metal entreabierta que estaba a su derecha, al otro extremo de donde estaba parado Kafka. Desde el otro lado llegaba el leve destello de una luz roja parpadeando. Sin pensarlo se acercó, abrió la puerta y buscó la fuente de aquella luz. Se trataba de una luz de emergencia que estaba por encima de su cabeza y todavía funcionaba.
Le resultó increíble que aquello pudiera ser posible. El Basural llevaba muchísimo tiempo sin electricidad, a no ser por los edificios donde se destacaban los Caranchos. Cuando cayó en la cuenta de eso se puso a resguardo de la pared y miró a Kafka como si acabase de ver algo sumamente terrorífico.
- Este no es territorio de los C.A.R.A y ellos tampoco bajan a este lugar...así que en teoría estamos a salvo de ellos. - dijo él dejando escapar un suspiro.
- Se cuentan leyendas de los antiguos subterráneos...- Ana miró hacia la puerta. La respuesta de Kafka no la había dejado tranquila y pudo entender que si bien no se iban a cruzar con ningún Carancho, posiblemente había otros peligros de los que ella apenas tenía conocimiento.
Alguna vez había escuchado que desde tiempos remotos, cuando el Basural, los subterráneos eran el hogar de fantasmas, pero la bandera colgada en el pasillo por el que habían llegado, con aquella palabra que había visto grafiteada más de una vez en las paredes le hicieron caer en la cuenta de que lo que había allí abajo estaba muy lejos de ser un fantasma. Se preguntó si la incomodidad que notaba en Kafka sería justamente por eso.
- Es al pedo que nos quedemos acá...- dijo, acercándose nuevamente a la puerta. - Si pensas quedarte acá por lo menos podrías darme la linterna para que pueda buscar otra salida, está muy oscuro ahí afuera.
- ¿Por qué debería darte mi linterna?. - Kafka la miró frunciendo el entrecejo. Se quedó pensativo un momento hasta que finalmente se acercó a ella. - Antes que nada...considerando en lugar donde estábamos estos deben ser los túneles de la antigua Línea E...deberíamos dirigirnos al Oeste, para estar más seguros...
- No creo que haya nada que sea seguro en este Basural, y mucho menos en este lugar...- Ana hizo una mueca.
Kafka puso los ojos en blanco y la apuntó a la cara con la linterna. Ella se encandiló y le pegó un manotazo al aire en un intento por correr la linterna pero no pudo.
- Sé sigilosa, ¿está claro?. - dijo él.
- Si, si...- Ana atravesó la puerta y dándo unos pasos demás sin fijarse dónde estaba apoyando los pies casi cae por lo que parecía ser un pequeña plataforma. Kafka la atajó por un brazo y se la quedó mirando.
- Sigilo. - dijo, y con una fuerza que no se correspondía a su contextura física la atrajo nuevamente a la plataforma mientras iluminaba con cuidado el lugar donde estaban hasta dar con una escalera que estaba a su izquierda, unos metros más adelante.
Ana se fregó el brazo del que la había agarrado y se levantó para seguirlo, tratando de pasar por alto lo fuerza poco natural de aquel amarre. Esperaba que él se burlara de ella y su torpeza una vez más pero Kafka parecía abstraído en sus pensamientos.
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La Orilla
Ciencia FicciónTras la Segunda Guerra del Agua, el Feudo de Buen Aire, al igual que tantos otros, se ve obligado a firmar un tratado internacional a costa de la población. Es así como se convierte en uno de los tantos grandes basurales que existen en el mundo, don...