Una feroz batalla

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El abrasador sol de Agosto descendía por fin y Lula estaba cada vez más ansiosa. Presentía que algo se acercaba. Y no, no era su destino.
Cuidado, algo se acerca.
Intento mirar a lo lejos y solo vio montes y riachuelos, nada que pudiera indicar peligro.
Sergio iba el primero y parecía tranquilo. Marina iba alicaída y triste. Nada podía hacer para consolarla, y aunque tuviera ganas, no podía hacerlo. Sus caminos se habían separado. Yo me sentía decepcionada y traicionada. Tan dolida como hacía tiempo.

El ruido empezó a oírse con más nitidez, Sergio salto del caballo y preparó su energía para tumbar a los que llegasen por si fuesen hostiles, Se puso delante de mi. Y marina detrás. Estrategia habitual, a veces me sentía inútil. De que servía mi poder sí físicamente era incapaz de protegerme.
- Siempre piensas lo mismo y no está bien. Jamás he permitido que te pasase nada. La suerte siempre está de tu lado. No seas injusta conmigo.
- Lo siento, se que tienes razón. Y después de tantos años no debería dudar de nosotros. Siempre a salvo. Pero la incertidumbre a veces me vuelve un poco loca.
- Agáchate

Lula se arrodilló en el suelo, mas inconscientemente que como una costumbre,  a las habituales órdenes de su cabeza.  Una lluvia de flechas volaron por encima. Jamás comprenderé  porque los pocos supervivientes piensan en luchar, robar y matar, cuando lo que se debería hacer, es unir fuerzas y respetarse para poder volver a ser un pueblo unido, más pequeño, pero unido.
Se agachó aún más y de reojo solo podía ver a Sergio luchando, con su energía descontrolada, descuartizando y matando sin control a los que intentaban acercarse a nosotros con armas de todo tipo. Ya no era una persona. Ahora era nuestro protector.
No era un grupo muy grande, 10 o 12 personas, pero sentí su ira hacia nosotros. Lo que no podía comprender era la causa.
Sergio, era un jodido volcán. Su energía, roja como la sangre traspasaba los cuerpos de los enemigos. Era un destructor de personas. Y en esos momentos no pensaba, solo actuaba, solo protegía. Sus manos y su cuerpo dibujaban la muerte sin separarse de mi. Sentía su protección, estábamos ambos tan concentrados en la batalla que en algún momento, olvidamos que había un cuerpo detrás de mi, que no se movía como debería hacerlo.

La batalla acabó. El campo estaba lleno de miembros y sangre esparcida. Visceras y cadaveres por todas partes. Estaba confusa y algo perdida. Sergio aún no había recuperado su humanidad del todo... pero ambos nos giramos muy lentamente.

- ¡MARINA! ¡NO! Marina no, tú no. No no. - su pequeño cuerpo estaba detrás del mío, con una flecha cruzando su estómago. Su mirada vacía. Muerta.
Dime que no has sido tú por favor. Dímelo. No. Ella no se merecía esto, ella había encontrado la felicidad. Ella iba a descansar, ¡te pedí sólo un castigo de 3 meses sin visiones!
Llorando miré a Sergio.
- Casualidad. - Aunque ambos sabíamos que conmigo las casualidades... no siempre son casualidades. - Hay que seguir. Ahora mismo estoy sin energía. Estoy agotado y no podré protegerte de otro ataque. Hemos visto morir a Demasiada gente estos años como para paramos más de la cuenta. La frialdad de mi
Compañero de sangre no me extrañó en ningún momento.
Por favor, estas muy callado. ¿Qué has hecho?
- No puedes controlarme. Nunca lo has hecho, yo tomo mis propias decisiones. Ya no tendrás más peligros hasta llegar a la casa verde, pero hemos ganado un nuevo enemigo. Su maldición se ha reactivado con la muerte de Marina, y el lo sabe.
- No quiero hablar contigo ahora. Has matado a Marina.

Lula sintió la desconexión de golpe.
Sergio y ella observaron el decrépito y sangriento paisaje. Se acercaron al riachuelo a lavarse y cambiarse.
Quemaron la ropa después y como siempre sucedía en este mundo apocalíptico, no miraron atrás y siguieron su camino, aunque en el corazón hubiera una rotura más.

El círculo de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora