SALUT AU MONDE .

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1
¡Oh, toma mi mano Walt Whitman! ¡Tales maravillas desfilan! ¡Tales espectáculos y músicas! ¡Tales eslabones unidos sin fin, cada uno enganchando al siguiente! Cada uno respondiendo a todos, cada uno compartiendo la tierra con todos. ¿Qué se prolonga en ti Walt Whitman? ¿Qué mares, que suelos exudan? ¿Qué climas, qué personas y qué ciudades se encuentran aquí? ¿Quiénes son esos niños, los unos jugando, los otros soñolientos? ¿Quiénes son las muchachas? ¿Quiénes son las desposadas? ¿Quiénes son los ancianos que, en grupos, se marchan lentamente, los brazos alrededor de los cuellos de unos y otros? ¿Qué ríos son éstos? ¿Qué selvas y qué frutos aquellos? ¿Qué nombre tienen estas montañas que tan alto se elevan entre las brumas? ¿Qué son las miríadas de alcobas colmadas de moradores?
2
En mí se ensancha la latitud, se prolonga la longitud; Asia, África, Europa están al Este. América tiene su lugar en el Oeste. Ciñendo el vientre de la tierra se arrolla el ardiente Ecuador, Curiosamente, al norte y al sur, giran las puntas del eje, En mí se encuentra el día más largo, el sol gira en órbitas oblicuas, sin recogerse durante meses, Tendido al mismo tiempo que yo, en el instante deseado, el sol de medianoche aparece justamente por sobre el horizonte, para ponerse de nuevo, En mí: zonas, mares, cataratas, selvas, volcanes, archipiélagos. Malasia, Polinesia, y las grandes islas de las Indias Occidentales.
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¿Qué escuchas tú, Walt Whitman? Yo escucho cantar al artesano y a la mujer del granjero cantar, Yo escucho en la lejanía el rumor de los niños, y el de los animales en las primeras horas del día, Yo escucho los desafiantes gritos de los australianos persiguiendo al potro salvaje, Yo escucho la danza española, con sus castañuelas, a la sombra del castaño, al son del rabel y de la guitarra, Yo escucho los continuos ecos procedentes del Támesis, Yo escucho las fieras canciones francesas de libertad, Yo escucho al botero italiano y su armonioso recitado de añejos poemas, Yo escucho las langostas en Siria cuando devoran el grano y la hierba, y el turbión de sus voraces nubes. Yo escucho la copla del copto, al ponerse el sol, cuando se vuelca melancólicamente sobre el seno negro, venerable y amplio de su madre el Nilo. Yo escucho el gorjeo del mulatero mexicano, y las campanillas de la mula, Yo escucho al almuédano árabe lanzando su llamada desde la torre de la mezquita, Yo escucho a los sacerdotes cristianos ante el altar de sus templos, yo escucho las respuestas del bajo y la soprano. Yo escucho el grito del cosaco, y la voz del marino que zarpa hacia el mar de Okotsk, Yo escucho el jadear de la caravana de esclavos cuando prosigue su marcha, mientras pasan las broncas escuadras de a dos y de a tres, ligados por cadenas en los puños y en los tobillos, Yo escucho al hebreo que lee sus protocolos y sus salmos, Yo escucho los mitos rimados de los griegos, y las vibrantes leyendas de los romanos, Yo escucho el relato de la vida divina y la sangrienta muerte de Cristo, el hermoso Dios, Yo escucho al hindú que enseña a su discípulo dilecto los amores, las guerras, los adagios de poetas que los escribieron hace tres mil años y que, intactos, nos han sido transmitidos hasta este día.
4
¿Qué ves tú, Walt Whitman? ¿Quiénes son esos que tú saludas y que, uno después de otro, te saludan? Yo veo girar una inmensa y maravillosa esfera a través del espacio, Yo veo diminutas granjas, aldeas, ruinas, cementerios, cárceles, usinas, palacios, cabañas, chozas de bárbaros, tiendas de nómadas sobre la superficie, Yo veo, de un lado, la parte sumida en las sombras, donde duermen los dormidos, y del otro lado la parte iluminada por el sol, Yo veo el curioso y rápido cambio de la luz y de la sombra. Yo veo los remotos países, tan reales y próximos para sus habitantes como el mío lo está para mí Yo veo las copiosas aguas, Yo veo los picos de las montañas, veo en su extensión la cordillera de los Andes, Yo veo plenamente los Himalayas, ThianChan, Altai Ghauts, Yo veo los gigantescos pináculos de Elbruz, Kazbec, Bazard jousi, Yo veo los Alpes Sirios y los Alpes Cárnicos, Yo veo los Pirineos, Balkanes, Cárpatos y, hacia el norte, los Dovefields y, lejos del mar, el monte Hecla, Yo veo el Vesubio y el Etna, los montes de la Luna y las montañas Rojas de Madagascar, Yo veo los desiertos de Libia, de Arabia y de Asia, Yo veo los enormes e impresionantes icebergs árticos y antárticos, Yo veo los océanos superiores y los inferiores, el Atlántico y el Pacífico, el golfo de México, el mar del Brasil y el mar del Perú, Las aguas del Indostán, el mar de China v el golfo de Guinea, Las aguas del Japón, la bella bahía de Nagasaki enclavada entre montañas, La extensión del Báltico, del Caspio, del golfo de Botnia, las costas británicas, y el golfo de Gascuña, El Mediterráneo resplandeciente de sol, y desde la una hasta la otra de sus islas, El mar Blanco y el mar alrededor de Groenlandia. Yo veo a los marinos del mundo, Algunos están en medio de las tempestades, otros en la noche, en el cuarto de guardia, Otros a la deriva, sin merced, otros atacados por enfermedades contagiosas. Yo veo a los veleros y a los vapores del mundo, unos agrupados en los puertos, otros en el curso de sus travesías, Otros doblan el cabo de las Tormentas, otros el Cabo Verde, otros los cabos de Guardafui, Bon o Bojador, Otros la punta de Dondrah, otros franquean el estrecho de Sonda, otros el cabo Zopatka, otros el estrecho de Behring. Otros el cabo de Hornos, otros navegan por el golfo de México, o al largo de Cuba o Haití, otros por la bahía de Hudson o la bahía de Baffin, Otros franquean el Paso de Calais, otros penetraron en el el cabo Clear, y otros el cabo de Zand’s End. Otros atraviesan el Zuiderzée o el Escalda, Otros van y vienen de Gibraltar o de los Dardanelos, Otros valientemente abren en pleno invierno su ruta a través de los témpanos del norte, Otros descienden o remontan el Obi o el Lena, Otros el Níger o el Congo, otros el Indus, el Bramaputra o el Meking, Otros esperan, con sus barcos bajo presión, para zarpar con rumbo a los puertos de Australia, Aguardan en Liverpool, Glasgow, Dublin, Marsella, Lisboa, Nápoles, Hamburgo, Bremen, Burdeos, La Haya, Copenhague. Aguardan en Valparaíso, Río de Janeiro, Panamá.
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Yo veo los rieles de los ferrocarriles de la tierra, Yo los veo en la Gran Bretaña, yo los veo en Europa, Yo los veo en Asia y en África. Yo veo los telégrafos de La tierra, Yo veo los filamentos conductores de las noticias de las guerras, muertes, pérdidas, ganancias, pasiones de mi raza. Yo veo las largas cintas de los ríos de la tierra, Yo veo al Amazonas y al Paraguay, Yo veo los cuatro grandes ríos de China, el Amur, el Río Amarillo, el Yangze y el Perla (Sikiang). Yo veo por dónde corre el Sena, y por dónde corren el Danubio, el Loira, El Ródano y el Guadalquivir, Yo veo lo meandros del Volga, el Dnieper, el Oder, Yo veo al toscano descender por el Arno, y el veneciano a lo largo del Po, Yo veo al marino griego zarpar de la Bahía de Egina.
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Yo veo el lugar del antiguo imperio de Asiria, y el de Persia, y el de la India. Yo veo la caída del Ganges por encima de las altas márgenes del Saukara. Yo veo el sitio donde la idea de la Deidad se encarnó por avatares en humanas formas, Yo veo los centros en que se sucedieron los sacerdotes sobre la tierra, oráculos, sacrificadores, brahamines, sabeos, lamas, monjes, muftís, predicadores, Yo veo a los druidas recorriendo los bosques de Mona y veo el muérdago y la verbena, Yo veo los templos de la muerte de los cuerpos de los dioses, yo veo los antiguos símbolos. Yo veo a Cristo comiendo el pan de Su última cena, en medio de jóvenes y ancianos, Yo veo el lugar donde el mancebo fuerte y divino, Hércules, trabajó leal y largamente, y luego murió, Yo veo el lugar de la rica e inocente existencia, y de la desdichada suerte del hermoso hijo de la noche, el fornido Baco. Yo veo al floreciente Kneph, vestido de azul, la corona de plumas sobre su cabeza, Yo veo a Hermes, insospechado, moribundo, bienamado, diciéndole al pueblo: No lloréis, por mí No está aquí mi verdadera patria, he vivido desterrado de mi verdadera patria, ahora regreso, Regreso a la celestial espera donde cada uno regresará a su turno. Yo veo los campos de batalla de la tierra, en los que la hierba crece entre las flores y el trigo, Yo veo las rutas de las antiguas y las modernas expediciones. Yo veo las innúmeras construcciones, venerables archivos de acontecimientos ignorados, héroes, crónicas de la tierra. Yo veo los refugios de las sagas, Yo veo los pinos y los abetos tronchados por los vientos del norte, Yo veo los bloques y los acantilados de granito, yo veo verdes prados y lagos, Yo veo los dolmenes funerarios de los guerreros escandinavos Yo veo erigirse, sin reposo, altos montículos de piedras a orillas de los océanos, a fin de que las almas de los difuntos, cuando están cansadas de sus apacibles tumbas, puedan elevarse por encima de ellas y contemplar las agitadas olas, y sentirse rejuvenecidas por las tempestades, la inmensidad, la libertad, la acción. Yo veo las estepas de Asia, Yo veo los túmulos de Mongolia, yo veo las tiendas de los kalmucos y de los baskirios. Yo veo las tribus nómadas con sus rebaños de bueyes y vacas, Yo veo las altiplanicies acribilladas de hondonadas, yo veo las junglas y desiertos, Yo veo el camello, el potro salvaje, la avutarda, la gruesa cola del carnero, el antílope y el lobo en su cueva. Yo veo las alturas de Abisinia, Yo veo las manadas de cabras paciendo, y veo la higuera, el tamarindo, el datilero, Yo veo los trigales, y extensiones de verdura y oro, Yo veo al vaquero brasileño, Yo veo al boliviano escalar el monte Sorota, Yo veo al gaucho cruzando las llanuras, yo veo al incomparable jinete empuñando su lazo, Yo veo sobre las pampas la persecución del salvaje para obtener su corambre
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Yo veo las regiones de la nieve y el hielo, Yo veo al samoyedo de mirada penetrante y el finés, Yo veo en su bote al cazador de focas esgrimiendo su lanza, Yo veo al siberiano sobre su frágil trineo arrastrado por perros, Yo veo al cazador de marsoplas, veo las tripulaciones de los balleneros sobre el Pacífico sur y el Atlántico norte, Yo veo los acantilados, glaciares, torrentes, valles de Sui za,  anoto los prolongados inviernos y el aislamiento.
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Yo veo las ciudades de la tierra y, al azar, hago de mí una parte de ellas, Yo soy un parisiense genuino, Yo soy un habitante, de Viena, San Petersburgo, Berlín, Constantinopla, Soy de Adelaida, Sidney, Melburne, Yo soy de Londres, Mánchester, Bristol, Edimburgo, Limerik, Yo soy de Madrid, Cádiz, Barcelona, Oporto, Lyon, Bruselas, Berna, Frankfort, Stuttgart, Turín, Florencia, Yo vivo en Moscú, Cracovia, Varsovia, o al norte, en Cristianía o Estocolmo, o en la siberiana Irkust, o en alguna calle de Islandia, Yo desciendo sobre todas estas ciudades, luego reanudo mi vuelo.
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Yo veo vapores exhalándose de inexplorados países, Yo veo los tipos salvajes, el arco y la flecha, el veneno en la astilla, el fetiche y el amuleto del obi. Yo veo las ciudades africanas y asiáticas, Yo veo Alger, Trípoli, Derne, Mogador, Timbuctú, Monrovia, Yo veo los hormigueros de Pekín, Cantón, Benarés, Delhi, Calcuta, Tokio, Yo veo el krumano en su choza, el dahomeyano y el achanti en las suyas, Yo veo al turco fumar opio en Aleo, Yo veo las pintorescas muchedumbres de Kiva y las de Herat, Yo veo Teherán, veo Mascate y Medina, y las arenas intermediarias, yo veo las caravanas ayanzando trabajosamente, Yo veo Egipto y los egipcios, yo veo las pirámides y los obeliscos, Yo veo la historia cincelada, los anales de los reyes conquistadores, las dinastías grabadas sobre laja de areniscas o bloques de granito, Yo veo en Menfis las necrópolis conteniendo momias embalsamadas, envueltas en bandas de lino, yacentes allí desde muchísimos siglos, Yo veo al tebano desposeído, sus ojos de grandes pupilas, la cabeza ladeada, las manos cruzadas sobre el pecho, Yo veo a todos los siervos de la tierra, trabajando, Yo veo a todos los prisioneros en las prisiones, Yo veo los defectuosos cuerpos de los seres vivientes, El ciego, el sordomudo, idiotas, cojos, lunáticos, Los piratas, ladrones, traidores, asesinos, los esclavizadores de la tierra, Los niños indigentes, y los ancianos y las mujeres indigentes. Yo veo machos y hembras por doquier, Yo veo la serena fraternidad de los filósofos, Yo veo la constructividad de mi raza, Yo veo los resultados de la perseverancia e industriosidad de mi raza, Yo veo rangos, colores, barbaries, civilizaciones, yo vivo entre ellos, yo me mezclo indiscriminadamente, Y yo saludo a todos los habitantes de la tierra
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¡Tú, quienquiera que seas! ¡Tú, hija o hijo de Inglaterra! ¡Tú, el de las pujantes tribus eslavas e imperios! ¡Tú, ruso de Rusia! ¡Tú, el de oscuro origen, negro, divina alma de africano, grande, de hermosa cabeza, formas nobles y soberbio destino, en los mismos términos que yo! ¡Tú, noruego! ¡Sueco! ¡Danés! ¡Irlandés! ¡Tú, prusiano! ¡Tú, español de España! ¡Tú, portugués! ¡Tú, francés, y francés de Francia! ¡Tú, belga! ¡Tú, de los Países Bajos, amante de la libertad! ¡Tú, de cuya cepa yo mismo provengo! ¡Tú, austríaco vigoroso! ¡Tú, lombardo! ¡Huno! ¡Bohemio! ¡Campesino de Styria! ¡Tú, vecino del Danubio! ¡Tú, obrero del Rhin, del Elba o del Weser! ¡Tú también, obrera! ¡Tú, sardo, tú bávaro! Suavo! ¡Sajón! ¡Polaco! ¡Búlgaro!; ¡Tú, romano! ¡Napolitano! ¡Tú, griego! ¡Tú, diestro matador en las arenas de Sevilla! ¡Tú, montañés que vives sin ley en el Taurus o el Cáucaso! ¡Tú, pastor de caballos de Bukara, que miras pacer tus jumentos y sementales! ¡Tú, persa, el del cuerpo hermoso, que saltas ágil sobre veloz montura y arrojas flechas en el blanco! ¡Tú, chino y china de la China! ¡Tú, tártaro de Tartaria! ¡Tú, mujer de la gleba, subordinada a tu faena! ¡Tú, judío, peregrino de tus viejos días, a través de todos los riesgos, a fin de hollar algún día el suelo sirio! ¡Tú, que con los otros judíos, en todos los países, aguardas tu Mesías! ¡Tú, armenio pensativo, que meditas al borde de algún brazo del Eufrates! ¡Tú, en contemplación entre las ruinas de Nínive! ¡Tú, que has subido al monte Ararat! ¡Tú, peregrino de los pies gastados que desde lejos saludas el resplandor de los minaretes de la Meca! ¡Tú, cheik que desde Suez a BabelMandeb, gobiernas tu familia y tu tribu! ¡Tú, que el olivo cultivas y velas junto a tus frutos en la campiña de Nazareth, de Damasco o del lago Tiberíades! ¡Tú, traficante del Tibet, sobre la vastedad del continente, que penetras en las tiendas de Lhasa! ¡Tú, japonés o japonesa! ¡Tú, que vives en Madagascar, Ceylán, Sumatra, Borneo! ¡Vosotros todos, continentales de Asia, África, Europa, Australia, poco importa el lugar! ¡Vosotros todos, sobre las islas sin nombre de todos los archipiélagos! ¡Y vosotros, los de los siglos venideros, cuando me escuchéis! ¡Y vosotros, cada uno, y en todos los lugares que yo no especifico, pero que lo mismo incluyo! ¡Salud a todos! ¡Felicidades para todos, de mi parte y de la parte de América! Cada uno de nosotros, inevitable, Cada uno de nosotros, ilimitado; cada uno de nosotros con sus derechos de hombre o de mujer sobre la tierra, Cada uno de nosotros participando de los designios eternos de la tierra, Cada uno de nosotros aquí, tan divinamente como sea posible concebirlo.
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¡Tú, hotentote que chasqueas tu lengua en el paladar! ¡Vosotras, horadas motosas! ¡Vosotros, que sois la propiedad de los otros y que destiláis gotas de sudor o gotas de sangre! ¡Vosotras, humanas formas con rostros insondables y conmovedoramente brutales! ¡Tú, pobre negro koboo, al que los más viles entre los viles miran desde arriba pese a todo tu resplandeciente lenguaje y a tu espiritualidad! ¡Tú, enano de Kamtschaka, Groelandia, Laponia! ¡Tú, negro austral, desnudo, rojo, fuliginoso, con labios prominentes, que te arrastras en procura de tu alimento! ¡Tú, cafre, bereder, sudanés! ¡Tú, beduino feroz, ignorante, inculto! ¡Vosotros, enjambres de la peste en Madras, Nankín, Kaubul, Cairo! ¡Tú, tenebroso vagabundo del Amazonas! ¡Tú, patagón! ¡Tú, fidjiano! Yo no prefiero más a los otros que a vosotros, Yo no digo una sola palabra contra vosotros, por muy lejos que estéis, (Ya avanzaréis a mi lado cuando llegue la hora).
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Mi alma se ha compadecido y decidido al dar la vuelta de la tierra entera, Yo he buscado iguales y amantes y los he encontrado dispuestos, esperándome en todos los países, Yo creo que alguna divina armonía me ha igualado con ellos. Vosotros, vapores, yo creo que me he elevado con vosotros, alejándome hacia continentes lejanos, y he caído allá por diversas razones, Yo creo que con vosotros he soplado, ¡oh, vientos! Vosotras, las aguas, con quienes he besado todas las riberas; Yo he recorrido todo lo que han recorrido los ríos, y he pasado por todos los estrechos del globo; Me he establecido sobre las playas de las penínsulas y sobre las rocas enclavadas en los acantilados para gritar desde allí: Salut au monde! Todas las ciudades penetradas por la luz o el calor, yo mismo las he penetrado, También he volado hasta todas las islas donde los pájaros, desplegando sus alas, han llegado. Hacia todos vosotros, en nombre de América, Levanto perpendicularmente la mano, yo hago la señal, A fin de que permanezcáis viéndome siempre Desde todos los hogares y refugios del hombre. 

Hojas De Hierba --Walt Whitman--.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora