Capítulo 13.

408 87 0
                                    

—No... No, no... —Valentina cubrió sus ojos con sus manos, no quería verlo, se apartó del cristal, sus piernas cedieron y cayó de rodillas, mientras rompía en llanto, seguía negando, rogando para que hubiera sido ella y no Juliana.

Cuando por fin pudo abrir los ojos, lo primero que vio no fue arena, sino un suelo blanco y lustroso, completamente liso.

Estaba dentro de la caja de nuevo.

Miró alrededor, y lo primero que encontró fue, a sólo unos metros más allá, a una Juliana temblorosa, recostada de espaldas a ella, escuchaba su respiración asfixiada.

—¡Juliana!

Fue hacia ella apenas corriendo, ya que seguía sintiéndose débil y fueron sólo un montón de pasos rápidos y temblorosos.

Cargó a la pelinegra en brazos, girando su cuerpo para abrazarla contra su pecho, la pelinegra respiraba de forma horrible, parecían leves chillidos que poco hacían para sus pulmones, temblaba de forma furiosa y sus ojos dejaban fluir lágrimas constantes, sus manos estaban sobre su cuello en un gesto doloroso.

—Juliana, Juliana, necesito que respires bien, vamos... —rogó Valentina mirando sus ojos, que estaban algo perdidos, su compañera simplemente estaba a punto de morir de pánico y miedo —. Juliana, vamos, mírame —sus miradas se encontraron, y Valentina se rompió un poco por dentro al ver sólo pánico y miedo arruinando los bonitos ojos de la menor.

Juliana negó, no estaba funcionando, estaba demasiado asustada, sentía como si estuvieran aplastando sus pulmones, no podía respirar, aún en su mente se revivían las imágenes desesperantes de estar ahogándose, busco la mano de Valentina y la apretó con fuerza.

Le rogó que la ayudara con la mirada, porque en verdad ya no sabía qué hacer, no había forma de estar tranquila.

—Juliana, mierda... —Valentina se apartó de ella, dejándola en el suelo, la pequeña tiró de su mano, para que no la dejara —. No voy a dejarte —dijo la ojiazul, su voz estaba más grave de lo normal, acercó su rostro hacia ella, rozando sus narices, al hablar sus labios se tocaron —. Relájate un poco —murmuró, su mano escapó del agarre de la menor y fue hacia su mentón, alzándolo para tirar su cabeza hacia atrás, su otra mano cubrió su nariz, finalmente, juntó sus labios, entreabrió la boca de Juliana y expulsó el aire con suavidad, no necesitó soltarlo todo para ver qué sus mejillas se habían inflado y ella seguía desesperada por aire —. Respíralo, sigue el ritmo, o respirare por ti —dijo la rubia, al ver que la pelinegra no había dejado pasar el aire —. Va de nuevo, Juliana —avisó, antes de juntar sus labios de nuevo, la menor abrió su boca, controlando los espasmos que no la dejaban llenar sus pulmones, sin hacer nada, dejando que pasara lo que tenga que pasar, sintió el aire de Valentina llenar sus pulmones, para luego apartarse —. Exhala —exigió la mayor —. Despacio.

La mano que sostenía su mentón fue a su pecho, y sintió este bajar con temblorosa lentitud.

—V-Val... —su voz sonó temblorosa y aún asfixiada, la mayor la interrumpió instantáneamente.

—No hables —colocó su mano en su mentón de nuevo —. Una vez más y lo harás sola, Juliana, vamos —tiró su cabeza hacia atrás y volvió a juntar sus labios, repitiendo lo mismo, vio el pecho de su compañera elevarse, al separarse, Juliana exhaló con tranquilidad, sus ojos se encontraron de nuevo, la mayor parecía suplicar con la mirada, llevó una mano a su nuca —Inténtalo —pidió Valentina con suavidad, y Juliana la miró mientras tomaba una profunda inhalación de aire, vio las silenciosas lágrimas rodar por sus pálidas mejillas, su sonrisa y su mano acariciando su rostro —. Ya, exhala.

Obedeció a Valentina en sus órdenes tan básicas de cómo respirar, hasta que se sintió mejor, hasta que su pánico pasó y pudo respirar con regularidad, y asintió hacía la ojiazul para darle a entender que ya estaba bien.

La rubia volvió a alzarla en brazos, tomó su rostro y unió sus labios en un beso de verdad esta vez.

Sus labios se reconocieron con lentitud, rozando cada punto de su pareja, Valentina seguía llorando en silencio, aunque Juliana acercó sus manitas a sus mejillas para borrar las lágrimas, mientras se hundía más en sus suaves besos.

Sus lenguas se encontraron, tocándose con la misma suavidad, calmando su amor y su miedo.

Sus frentes se unieron, los hombros de Valentina temblaron de llanto, y Juliana la abrazó, dejando que se esconda en su cuello.

—Ya... Ya pasó... —murmuró, mientras frotaba la espalda de la mayor —. Estoy aquí, Valentina...

—¿P-Por qué? ¿Por qué haría esto? —murmuró entre llanto la mayor —. Él es cruel...

Juliana la dejó llorar, abrazándola, mientras buscaba la respuesta.

—Porque quiere enloquecernos.

Lovely |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora