Capítulo 2

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Anjali deseaba tener tanta confianza como Phoebe. Y empezaba a preguntarse si estaba mal de la cabeza. No era particularmente engreída, aunque se sabía guapa y nunca había tenido problemas para encontrar novio. Pero nunca llegaba a ninguna parte. Se enamoraba tan fácilmente como dejaba de estarlo.

Quizá nunca encontraría al hombre de su vida, pensó tomando un canapé. Y quizá entonces ya no tendría a Rahul para apoyarla. Aunque habían acordado que, si llegaban a los cuarenta sin haber encontrado pareja, se casarían.

La verdad, nunca se le ocurrió pensar que Rahul se casaría antes que ella. Era tan discreto, tan tímido, que le resultaba difícil imaginarlo viviendo con alguien. Nunca había vivido con ninguna de sus novias.

Pero allí estaba Tina, agarrada de su brazo. Y aunque quería pensar que Rahul parecía irritado, no era verdad.

Rahul, que estaba hablando con Gib, llevaba una camisa blanca que destacaba su bronceado; un bronceado natural de pasar tanto tiempo al aire libre.

Estaba muy guapo. Incluso con chaqué, como todos los demás, tenía el aire de un hombre que debería estar abriéndose paso en la jungla o caminando por una carretera polvorienta en medio del desierto, no bebiendo champán y tomando canapés en la campiña inglesa.

La verdad, era asombroso que hubiera tardado tantos años en darse cuenta de que Rahul tenía un cuerpazo. Si no lo conociese de nada, se habría fijado en él inmediatamente.

No era guapo como Aman, por supuesto, pero tenía unos ojos muy bonitos que parecían siempre un poco burlones. Su boca también era bonita. No llamaba la atención de inmediato, pero si la mirabas atentamente tenía algo que te hacía estremecer. En aquel momento Anjali sintió un escalofrío y tuvo que apartar la mirada.

No era normal pensar en Rahul de esa manera. Era su amigo, la única persona con la que podía hablar de cualquier cosa. Excepto de aquello.

Anjali se imaginó a sí misma acercándose para decirle: «Oye, Rahul, estaba pensando que tienes un cuerpazo. ¿Te importa si te doy un beso?». No, no podía hacerle eso. Y, desde luego, no podía hacérselo a sí misma. Una cosa era ser sincera y otra humillarse ante él.

En ese momento, Rahul se inclinó para darle un beso a Tina. El dolor que le produjo ese gesto la pilló tan de sorpresa que casi tiró el champán.

Anjali se volvió abruptamente. Ella era el alma de las fiestas, no alguien que se queda fuera. Había llegado el momento de circular... y de mostrar sus encantos.

Lo hizo tan bien que uno de los hermanos de Kate, que tenía veinte años, le pidió que se casara con él. Emocionada y divertida, Anjali lo rechazó con toda amabilidad, pero no pudo evitar sentirse victoriosa. Tenía treinta y tres años y no era la reina de la montaña, pero aún había hombres interesados en ella... aunque fueran unos críos y llevasen varias horas bebiendo champán.

De repente, parecía haber desarrollado un gran atractivo para los jóvenes. Sus atenciones eran muy halagadoras, pero no estaba segura de que fuese una buena señal. ¿De verdad parecía tan mayor como para atraer a los críos?

Aun así, era agradable sentirse deseada.

Decidida a mostrarle a Rahul que lo estaba pasando de maravilla, salió a bailar con uno de sus admiradores. Y bailó y bailó, moviendo la melena.

Rahul la observaba desde el otro lado de la carpa. El chico que bailaba con ella no debía, tener más de dieciséis años y, aparentemente, no parecía creer la suerte que había tenido. Llevaba toda la noche observando cómo hechizaba a los hombres. Ni siquiera el famoso tío gruñón de Kate era inmune a los encantos de Anjali Sharma.

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