Capítulo 3

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Anjali miraba a los actores en el escenario, pero no los veía. Entonces recordó lo que Phoebe le dijo el día de la boda: «Lo sabrás cuando lo encuentres».

Pero no había sabido quién era el hombre de su vida. Tuvo que ser Aman, normalmente no el más perceptivo de los hombres, quien le hiciera darse cuenta de la verdad. Y su vida había cambiado para siempre.

¿Qué podía hacer? Cuando tenía problemas siempre hablaba con Rahul, pero él era la única persona a la que no podía contarle aquello.

Si acostarse con él habría roto su amistad, mucho peor sería confesarle lo que sentía. Rahul estaba con Tina, se recordó a sí misma. Tendría que hacer un esfuerzo para seguir siendo su amiga y aceptar a Tina de una vez.

No sería fácil, pero tendría que intentarlo.

No podía contarle a Rahul cómo había cambiado su vida, pero sí podía decirle la verdad sobre Aman. Era una estupidez seguir aparentando que eran novios. Además, ella nunca le había mentido. Si seguían siendo amigos sería absurdo no admitir que Aman no era el hombre de su vida.

Durante las siguientes semanas no encontró oportunidad de verlo y cuando, por fin, recibió un e-mail de Rahul preguntando si podían tomar una copa al día siguiente, decidió que era el momento de contárselo todo. O casi todo.

«Por supuesto», le escribió. «Tengo muchas cosas que contarte. ¿El mismo sitio de siempre a la misma hora?».

«Yo también tengo cosas que contarte», escribió Rahul. «Nos vemos mañana».

Anjali pasó todo el día ridículamente nerviosa. Era peor que su primera cita.

No podía creer que estuviera tan excitada por quedar con Rahul. Pero iba rezando para que, al verlo, todos sus males se curasen. Pensaba que, al verlo, se daría cuenta de que sus miedos eran desproporcionados, que descubriría al mirarlo a los ojos que no estaba enamorada de él.

Pero intuía que no iba a ser así. Le temblaban las manos mientras se pintaba los labios en el lavabo de la oficina.

—Estás muy guapa. ¿Tienes una cita? —le preguntó la secretaria de su jefe.

—No —contestó Anjali—. He quedado con un amigo.

Un amigo. Eso era Rahul. Debía recordarlo. Aunque cada vez que pensaba en él se le hacía un nudo en el estómago.

Llegó al bar diez minutos antes de la hora, algo rarísimo en ella. Era una broma común entre sus amigos decir que llevaba el reloj atrasado a propósito. Nerviosa, pidió una copa y se sentó cerca de una ventana, sin saber qué hacer.

Era horrible. No sabía si quería ver a Rahul o estaba temiendo el momento.

Cuando entró, ni siquiera echó un vistazo alrededor. Miró su reloj, suponiendo que ella llegaría tarde y se acercó a la barra.

El corazón de Anjali empezó a latir como loco. Menos mal que no la había visto porque no hubiera podido decir una sola palabra. Y ella esperando que, al verlo, se daría cuenta de que no estaba enamorada...

No podía dejar de mirarlo, sentado frente a la barra con un pantalón de color caqui y una vieja chaqueta de ante. Llevaba años regañándolo porque se negaba a ir a la moda y porque siempre se cortaba el pelo igual... y ahora, con sólo mirar su espalda se le encogía el corazón.

Rahul no vestía a la moda, pero exudaba una gran masculinidad y no era un hombre fácil de ignorar. Ni siquiera por los camareros, que le sirvieron de inmediato.

Diez segundos después, se volvió con una cerveza en la mano y, tragando saliva, Anjali levantó un brazo para llamar su atención.

— ¡Has llegado a tu hora! —exclamó Rahul dejando la cerveza sobre la mesa—. ¿Estoy en otro universo paralelo sin darme cuenta? ¿Qué te ha pasado?

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