Capítulo 9

236 34 2
                                    

Solo Rahul resistió la tentación de sentarse con los demás. 

—Creo que sería buena idea traer el barco hasta esta cala. Aquí estaría más protegido.

Bryn dejó escapar un exagerado suspiro.

—Vaya por Dios, ahora se cree Robinson Crusoe. ¿Eso no puede esperar? Acabamos de sentarnos —protestó de nuevo.

—Sería más seguro hacerlo ahora —contestó Rahul—. Sé que estamos todos muy cansados, pero no sabemos cuándo podremos salir de aquí. No quiero hacer de Robinson Crusoe, pero me vendría bien que alguien me echara una mano.

—Llévate a Elvis. Es su responsabilidad.

—Elvis es un crío y está agotado...

— ¡Estamos todos agotados!

— ¿Por qué no descansamos un rato? —sugirió Tina—. Luego podríamos intentar traer el barco hasta aquí.

Rahul vaciló un momento. Anjali vio que parecía realmente preocupado y decidió levantarse.

—Yo iré contigo —dijo, aunque le pesaban las piernas y no estaba segura de poder meterse en el agua para tirar de un barco.

Estaba empapada. Rahul la recordó entonces en la boda de Kate, impecable con aquel vestido y el pelo brillante. Siempre había pensado que era una princesa, pero no había duda: era una princesa con arrestos.

Su oferta avergonzó a uno de los hombres, que se apresuró a ofrecer su ayuda también. Afortunadamente, porque el barco se balanceaba sacudido por las olas y podrían haberlo perdido.

Anjali sabía que iba a ser un trabajo duro, pero fue mucho más difícil de lo que esperaba. Hubo momentos en los que pensó que iba a caer desmayada. El agua les llegaba por la cintura, pero era difícil manejar el barco con aquella tormenta. Llovía con tanta fuerza que apenas podían abrir los ojos y las olas los lanzaban contra las rocas.

Se sumergió varias veces y en una ocasión desapareció por completo bajo el barco hasta que Rahul, frenético, la sacó del agua. 

Pero no se rindió, siguió tirando del cable con todos los demás. Y cuando creía que las piernas no iban a responderle llegaron a la playa. Allí se dejó caer sobre la arena, exhausta, incapaz de moverse.

Rahul la tomó en brazos.

—Estoy bien —protestó Anjali—. Suéltame.

—Deja de moverte y cállate —le ordenó él.

— ¡Qué amable! Se supone que estamos prometidos, ¿no te acuerdas?

Había querido que Rahul sonriera, pero, aunque lo hizo, su expresión era muy seria.

—No se me ha olvidado.

Fue Cassandra quien notó que a Anjali le sangraba un pie y rápidamente limpió la sangre con una toalla.

—Es un corte profundo.

—Debe haber sido con las rocas, pero no me he dado ni cuenta. Estas sandalias están hechas para caminar sobre la arena... qué lástima, con lo bonitas que eran —suspiró Anjali.

—Deberías preocuparte por el pie, no por las sandalias —le regañó Rahul, inspeccionando la herida— Cassandra tiene razón. Es un corte profundo. ¿Por qué no has dicho algo?

—No me he dado cuenta. La verdad es que no me duele.

Normalmente ella era terrible con la sangre y las heridas, pero observaba el corte como si no fuera su propio pie. Seguramente, debido al cansancio. En Londres se habría puesto a gritar como una cría, corriendo hacia el hospital para ser atendida por un médico que se pareciese a George Clooney.

Los Mejores Amigos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora