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El templo Fushimi Inari es una reliquia de cientos de años. Prestigio y leyendas circulan en nuestras venas.

Por un tiempo se narraba la enemistad que hubo entre las arañas y el templo serpiente, que ahora está bajo el cuidado de Shun y su padre, un buen chico de cabello oscuro y rostro fino, atractivo a medida que fue creciendo y que siempre dejó un rastro de admiración por donde mi hermana caminaba. Ahora nos ayuda a limpiar las hojas del pórtico.

—¿Despidieron a Mako? —pregunta él.

—Ella renunció —responde mi hermana, con voz solemne—. Dijo que, sin la abuela, nada tenía sentido.

—Aunque nos advirtió que no dejáramos que se llene de telarañas —agrega Kazu, haciéndome dar un brinco.

—¡Le prendo fuego a esto antes que ver arañas!

—Pero... —Shun deja de barrer y me mira confundido—, si sus espíritus guardianes son ellas.

Más a mi favor.

—Por eso es que nos va mal desde hace tiempo.

Él niega con la cabeza como si yo no tuviera remedio. ¡Cuando son ellos! Mis antepasados, los dementes por escoger semejante fenómeno horrendo como la mascota del templo.

—¿Te quitas? Gracias —mi prima no esperó a que me moviera; teniendo todo el maldito templo, prefirió pisarme los pies.

Kazu es menor que nosotras, y a sus diecisiete años su opción más factible para botar la basura es lanzándola por el pozo sin agua que adorna la plaza del templo.

—Pudiste tirarlo en el bosque —la regaña mi hermana.

—¿Y si me secuestran, me pierdo o me llevan los espíritus?

—También podías bajar las doscientas escaleras —agrego.

Aunque no miento al decir que son doscientas.

—¿Y si me caigo y ruedo?

—A nadie le dolería —Koemi se ríe, y Kazu me golpea la espalda con la escoba.

—Bonitas, pero locas —murmura Shun, antes de ir a la bodega a buscar más bolsas.

Me le quedo viendo, recordando al gordito con el que jugaba y que curaba mis heridas cuando bajaba como pelota por las doscientas escaleras.

—Me dijo bonita...

—Y loca —señala mi hermana con una sonrisa burlona.

Pero me considera bonita.

Ha cambiado desde la última vez que lo vi; ya no está en esa fase rebelde, y sus ojos color avellana son más resaltantes ahora que se quitó el pelo de la cara.

Koemi camina hacia la casa mientras a mí se me dibuja una sonrisa cuando Shun regresa dedicándome una linda sonrisa.

—Te pillé —doy un brinco cuando Kazu me sorprende por la espalda—. Te gusta.

—Y el cielo es azul —ruedo los ojos—. Él lo sabe y me dejó bien en claro que solo me ve como una hermana.

—Y tú como una paleta que quieres chupar.

—¡Pero niña! ¿De dónde sacas esas cosas?

—De internet.

Me preparo para la amenaza de su vida que la hará tener pesadillas si llega a decírselo a alguien. Suficiente la pena que pasé cuando le confesé mis sentimientos como para que ahora lo sepa todo Sapporo.

—¡Kazu! —la salva mi tía—. ¡El taxi llegó!

—Esto no ha terminado —murmura, y manoteo el dedo con el que me señala.

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⏰ Última actualización: Nov 14 ⏰

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Yokai ||Jorōgumo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora