Capítulo 01

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"Un hombre con complejo de tormenta"


Hace medio año ya que había terminado graduado con honores de su carrera de relaciones internacionales y como desde pequeño le había prometido su padre, el pago por su obediencia y responsabilidad había sido un trabajo en el negocio familiar y no cualquier trabajo, debía ser, según su padre, un cargo importante como todo digno Teepakorn. Es entonces que se quedó a cargo de la administración del único hotel que había podido adquirir su familia, Hotel Teepakorn.

Originalmente el hotel era parte de la herencia hacia su tío cuando falleció su abuelo, pero tiene entendido que su tío era un hombre de muchos vicios y su padre siempre había envidiado ese edificio, así que aprovechando la debilidad de su propio hermano, compró la propiedad a un muy bajo costo. El mismo no entendía mucho, porque tampoco había mucho que envidiar. Era un edificio antiguo que había sido en su momento un hotel promedio sin importancia y poco después un club nocturno. Pero ¿para que entenderlo? su padre siempre fue un hombre con mucha avaricia y el personalmente no quería, ni tenía nada que decir al respecto, después de todo no conoció nunca a ese tío y si se dejó engañar de esa forma era su culpa ¿verdad?

De todas formas, su padre se lo había dejado para poco a poco convertirlo en un hotel cinco estrellas y si había suerte, crear toda una cadena de hoteles que multiplicaria sus riquezas.

El caso era que la casa de su padre quedaba algo retirada de la ciudad y el tendría que pasar la mayoría de sus noches intentando levantar este lugar, de esta forma había tomado la decisión de comprar un departamento en el centro de la ciudad. El único problema es que un edificio de departamento no dejarían pasar a sus hombres.

Su padre desde hace dieciocho años habia iniciado en negocios algo... ilegales, así que su vida se había transformado en una vida llena de hombres altos y musculosos a su lado por su protección, además de su propia educación de defensa personal y uso de armas, aunque no era muy fan de lo último. Como decía, era justo y necesario, y más que todo obligatorio tener a sus hombres cerca de él, lo que ningún casero permitiría en su departamento o su edificio. No le convendría especialmente una casa y no pudo encontrar suerte con departamentos con entrada particular así que no le quedó de otra que quedarse en el hotelucho que estaba comenzando a odiar.

Remodelar una de las habitaciones más espaciosas que estaba ubicada en el último piso y que sospecha fue echa para el antiguo administrador del lugar, no fue fácil. Desmantelar todo, arreglar maderas huecas, con moho y rotas, pintar, cortar y todo echo por si mismo junto a su grupo de hombres, resultó en una total aventura pero se logró. Luego de eso la mudanza y la mudanza de sus hombres y el inicio de su trabajo, fue todo de lo más agotador.

Como sea, ya había pasado más de un mes en eso y el día de ayer había podido dormir por fin en su nueva cama ubicada en su nuevo apartamento. Un sentimiento de logro y satisfacción recorrió su cuerpo, se sentía feliz y realizado aunque recién lo difícil iniciaba.

Esa mañana despertó automáticamente por una buen hábito, con el sol molestando sus ojos al pasar por la cortina supo que eran ya pasadas de las nueve. No hay problema, pensó, un día para si estaría bien. Salió resplandeciente hacia la sala donde le esperaban todos sus muebles nuevos y el espacio bien decorado. No pudo evitar soltar un suspiro de felicidad, al fin sentía un poco de privacidad.

No lo culpen, en casa de su padre todo era tan bullicioso, no sólo por los empleados y los hombres uniformados caminando por todos lados. También por la mujer joven, demasiado alegre y entusiasta y los dos niños suyos que corrían por toda la casa como si de un maratón se tratara. Podría decir que Perth, su hermano menor de ya diecisiete años era el único tranquilo ahí.

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