Prefacio

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—¡Romy!—escucho una voz familiar. Al bajar del auto una figura femenina se aproxima a mi mientras mantiene una sonrisa en sus labios rosados.

—¿Vittoria?—manifiesto incrédula. La ultima vez que la vi fue hace mas de un año durante el verano cuando coincidimos en la arena de Verona.

Me abraza envolviendo sus delgados brazos en mi cuerpo, cierro los ojos un instante y hago lo mismo. Percibo el aroma de su perfume, tiene un ligero aroma a lavanda, lo cual me sorprende, después de tantos años sigue usando el mismo perfume.

—¿Como supiste que volvería?—me animo a preguntar una vez que nos separamos, la miro de arriba abajo para averiguar que cambios ha sufrido y de los que no me he enterado.

Su cabello rubio que antes le había negado el privilegio de crecer, hoy lo tiene bastante largo, podría jurar que casi a media espalda. Lo ha trenzado en forma de diadema y por lo que logro ver también ha adelgazado bastante.

Lleva puesto un vestido verde pastel, que ha combinado con un bolso y unas zapatillas de un rosa coral y que decir de su maquillaje, el cual la hace lucir alegre y fresca. Se ve encantadora.

—Un pajarito me lo dijo—esboza una sonrisa y vuelve la mirada hacia atrás, donde se encuentra mi padre, así que deduzco que fue él quien le dijo cuando claramente le pedí ser discreto.

En mis labios se dibuja un gesto que demuestra cuan alegre me siento de volver y de ver a mis seres queridos. Me alejo de Vittoria y camino hacia mi padre quien extiende los brazos cuando me aproximo y me abraza.

—Mi niña—dice con cariño, me alejo un poco de él para observarlo mejor.

Su cabello que antes era negro azabache hoy tiene algunas lineas blancas que lo opacan, su bigote que antes era corto hoy es abundante y rebelde, pero aunque parece que bastantes cosas han cambiado, quiero pensar que de alguna forma siguen siendo las mismas personas que deje hace algunos años atrás.

—¿Que tal el viaje?—él también me examina, la ultima vez que lo vi fue hace seis meses, en navidad, debido a la universidad, solo puedo venir dos veces al año, pero desde aquel entonces mi cabello castaño ha crecido un poco.

—Excelente, papá—acepto, el viaje en tren es bastante suave, lo incomodo es cuando este termina y debo levantarme de mi asiento en el que he estado sentada por mas de seis horas.

—Me alegra mucho, querida. ¿Que tal si entramos a la casa?—hace una señal para que los sirvientes saquen mis pertenencias del maletero y quizás, la suban a mi vieja habitación. Vittoria se acerca a nosotros y mi padre nos escolta al interior.

Subimos las escaleras hacia la entrada principal, esta casa siempre me ha parecido bellísima, pero bastante grande, aunque si mal no recuerdo, la primera vez que pensé en ello fue el día en que mi madre murió.

Finalmente entramos por el gran portón de madera, mi padre solía presumir que esa puerta era la original que había estado en la antigua casona, por supuesto hace mucho tiempo atrás, antes siquiera de que mis abuelos nacieran, antes de que, según lo que mi padre suele mencionar, que mi familia emigrara de Verona a Milan.

Había sido, durante los años 20´s que mi familia tomo la iniciativa de retornar a su ciudad de origen y se instalo aqui, en la bella villa de Lungadige a las orillas del rio Adige, desde aquí se puede apreciar parte de los jardines que alguna vez pertenecieron al palacio Giusti y tambien la cúpula del santuario de la Madonna di Lourdes. Desde aquí se puede observar toda Verona.

Al ingresar, el personal de la casa, que se encuentra formado en una fila inclina levemente la cabeza al verme, luego cada uno de ellos, los que recuerdo y sé que convivieron conmigo desde que era tan solo una bebé, me dedican una sonrisa.

Romy & JuliusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora