Ha hecho tanto calor que mientras cruzo la plaza, las gotas de lluvia comienzan a empapar todo a su paso, pero a pesar de que la gente huye para buscar refugio, la verdad es que yo continuo con mi andar sin importar que mi ropa me humedezcan.
Quiero ocultar en el agua que fluye del cielo, las lágrimas que brotan de mis ojos y cae en mis mejillas, mezclándose con el agua de lluvia. Camino con los puños apretado, con ganas de asesinar a alguien, aunque claramente no puedo hacerlo, esa no soy yo. Solo soy una tonta que estuvo a punto de caer en la garras del hijo del enemigo de mi padre.
Mientras camino, mi mente me lleva a imaginar que hubiera pasado de no haber escuchado esa conversación. Julius hubiese seguido engañándome y habría conseguido lo que deseaba de seguir con su sarta de mentiras. Me pregunto que pensaría mi padre de saber que los últimos días he estado paseando por toda Verona con Julius Carusso.
Verme con él habría sido suficiente no solo para desheredarme, sino también para desconocerme como su hija. ¿Cómo no me di cuenta antes?
Mi cuerpo rápidamente se empapa, al igual que mis pies al no evitar los pequeños charcos y tampoco por no esquivar el agua que los autos lanzan al pasar a mi lado. Estoy devastada y aquella agua sucia es lo menos que merezco por permitir que un Carusso me engañara y jugara con mis sentimientos.
—¿Romy?—escucho una voz familiar no muy lejos de mí, al buscar el origen de aquella voz descubro que se trata de Alessandro, quien justo va en un taxi.— ¿Qué diablos haces bajo la lluvia? ¡Entra ya!
Por un instante dudo en hacer lo que dice, pero falta mucho para llegar a casa y ahora, como me encuentro, solo quiero llegar a casa para taparme la cara con mis mantas y quizás no volver a levantarme nunca, así que al final subo al lado de mi amigo, aunque el taxista mira con desagrado el hecho de que me atreva a subir toda mojada.
—¡Por Dios, mira como vienes!—expresa Alessandro mientras busca en una mochila algo con que secarme, pero únicamente encuentra un pequeño pañuelo con el que apenas logro limpiarme el rostro— ¿Que hacías caminando bajo la lluvia?
—Intentando llegar a casa— respondo, pero mi nariz se escucha congestionada al hablar, pero agradezco el hecho de que esté lloviendo para justificar el porqué me siento y supongo que me veo fatal.
—¿Caminando?—cuestiona mi amigo sin lograr comprender mi actitud— debiste tomar un taxi, Romy. No te confíes del clima de Verona.
Intento sonreír por su comentario, el cual me parece que tiene cierto toque cómico, pero simplemente no puedo mostrar una sonrisa natural ni mucho menos feliz, eso es todo lo contrario que siento hoy.
—¿Te pasa algo, Romy?—cuestiona dirigiéndome la mirada y sus ojos los percibos como dos cuchillos que me advirtieron que Julius Carusso no tenía buenas intenciones conmigo. No puedo admitir que tenía razón, que Julius estuvo engañándome para conseguir apoderarse de mi familia por medio de un matrimonio, logrando conquistarme con dulce palabras llenas del mismo veneno de los Carusso.
—No—respondo— solo me duele un poco la cabeza, creo que voy a resfriarme.
—Es lo menos que te pudo pasar por caminar bajo la lluvia—menciona como si hubiese otro riesgo allá afuera—imaginate si te hubieras encontrado con un Carusso tu sola. ¿Cuantas veces tendré que decirte que no debes venir al centro de la ciudad tu sola?
—Perdón, tienes razón—me veo obligada a aceptar— no volveré a salir sin compañía.
Alessandro se queda en silencio, así que me vuelvo hacia la ventanilla para observar el paisaje lluvioso de Verona, la verdad es que no me lo esperaba. Cuando el taxista se detiene justo a una calle de mi casa, la lluvia se ha detenido. Salgo y Alessandro se queda unos segundos más después de pagar.
—¿Qué paso?—enuncia con tono serio cuando se coloca a mi lado, lo que provoca que encorve un poco el ceño, pareciera que Alessandro sabe lo que paso, pero al mirar su rostro sé que no es así, esta muy apacible como para que sepa que Julius solo estaba utilizándome.
—¿De qué hablas?—me veo forzada a decir.
—Estuviste muy callada casi todo el camino, eso no es propio de ti, Romy. ¿Me dirás que paso? ¿Acaso...?—se detiene y frunce el ceño—¿Se trata de ese Carusso? ¿Te hizo daño?
—No—miento y comienzo a caminar hacia mi casa para evitar sus cuestionamientos. Por el tiempo en que tarda en seguirme, supongo que se debió a que pago el taxi, pero tan solo un minuto después, escucho sus pasos presurosos correr en mi dirección.
—Romy—dice tomando mi hombro para detenerme— por favor, sabes que puedes confiar en mí.
Medito sus palabras, Alessandro es mi amigo, pero en definitivo, no puedo decirle lo que descubrí de Julius, aunque probablemente pueda decirle lo que escuche del Sindaco.
—La mercancía de mi padre fue retenida por la policía— le informo y por su rostro, me parece que ya sabe acerca de la noticia.
—Lo escuché esta mañana en la radio—anuncia y en cierto modo me siento culpable por ser la única persona en enterarse, parece que soy la única ajena a los asuntos de mi familia.
—El sindaco Francesco tuvo que ver en ello— mi declaración deja algo perplejo a mi amigo, parpadea varias veces y niega con la cabeza.
—Eso es imposible, Romy—declara creyendo más en él que en mí y eso me decepciona— el señor Francesco ha hecho hasta lo imposible por retener los disturbios que ambas familias provocan por sus peleas. ¿Que pruebas tienes para afirmar tal cosa?
—Alessandro, eres mi amigo. ¿No se supone que debes depositar tu confianza en mí sin importar el qué?— discuto desilusionada, comienzo a caminar para retomar mi camino, pero él vuelve a detenerme.
—Bien— dice y suelta un suspiro— tienes razón, soy un mal amigo por creer en alguien en quien apenas conozco, pero aún no me has dado tus razones para comenzar a dudar del señor Francesco.
Inclino la mirada un poco para reflexionar la mejor manera de explicarle el porqué me atrevo a afirmar tal cosa, así que una vez pensado mis palabras, me digno a hablar.
—En la bienvenida que me hizo mi familia, ese hombre estuvo aquí. Aparentemente, mi padre confió en él para que aquella mercancía lograra salir sin ser detectada, pero hoy escuche decir a ese hombre que se había encargado de confiscar la mercancía.
—¿Habrás escuchado bien?—cuestiona mi amigo dudando de mis palabras. Eso me desanima, así que me doy media vuelta y camino dejándolo a media conversación. ¿De que sirve explicarle si no va a creer en mí?
—Romy—pronuncia mi nombre en forma de reclamo, esta vez no me detiene, pero camina muy cerca de mí— ¿Por qué Francesco Santoro, el sindaco de la ciudad hablaría sobre eso a plena luz del día? ¿No sería peligroso hablar de eso a mitad de la calle cuando alguien podría haberlo escuchado?
—Estaba escondida cuando le escuche decir tal cosa— acepto, pero entonces hace la pregunta que menos me esperaba.
—¿Con quien estaba?—cuestiono detrás de mí, así que tuve que negar con la cabeza para desconocer de quien se trataba, aunque no supe por qué razón, si para cuidarle el pellejo una vez más o solo para no darle la razón a mi amigo de que en realidad Julius no era la persona que aparentaba.
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Romy & Julius
RomanceRomy, hija de una de las dos familias más poderosas de Verona, regresa a la ciudad que la vio nacer después de terminar la universidad con la intención de tomar un año sabático antes de hacerse de un empleo. Al llegar descubre que la situación que v...