Días después de que su hijo les soltara la bomba sobre sus intenciones de ayudar económicamente en casa y su loca idea de trabajar, Gilberto esperó una oportunidad para hablar con sus jefes. Primero lo hizo con Cristóbal quien le dijo que lo sentía, pero por el momento su personal estaba completo, Gerónimo tampoco tenía algo que ofrecer pues el único puesto de asistente ya estaba satisfactoriamente ocupado y el agente Jethro Rodríguez definitivamente no podía hacer mucho por ayudar, sin embargo, todos ellos le recomendaron lo mismo, que se acerque a Jorge pues él era quien estaba reclutando personal en su compañía gracias a una lucrativa expansión, así que después de todo no pudo evitar al libertino Dom.
Una vez más, haciendo el inventario de las botellas, Gilberto suspiró. Estaba bien seguro de que su hijo podría estar en casa y hacer las labores mientras ellos estuvieran trabajando, el chico se podía valer por sí mismo cocinando algunas veces y de esa manera esperaban también que mientras trabajara, el muchacho continúe estudiando mientras transcurría el semestre, sin exponerlo a la ruda vida laboral, que era tan exigente y mezquina, a su criterio, su retoño ya había ya había sufrido bastante en su corta vida, pero también admitía que era un ser humano fuerte y podría con lo que tuviera enfrente, y solamente serían unos meses, nada malo podría ocurrir, en opinión de Eugenio y muy probablemente de quienes le conocían y le habían escuchado hablar del tema, se veía como un maldito padre sobreprotector y de mente estrecha, y se estaba cansando de su propia postura.
Era el día en que Jorge debía ir al club, así que al llegar vio con beneplácito el local bastante abarrotado, después de todo haber invertido en el club había sido una decisión muy buena.
A pesar de ser el más joven de los socios no le intimidaba hacerse cargo del club, mientras sus tres amigos estaban malditamente ocupados con sus empleos y sus vidas hogareñas, Jorge siempre había sido más relajado en cuestiones laborales, pero era muy palpable que su buen ojo para las inversiones le permitía un holgado estilo de vida.
—Buenas noches jefe, —un nuevo mesero de gran complexión saludó al dominante, quien descaradamente recorrió el cuerpo del guapo moreno solamente para fijar su vista en el enorme bulto que se apretaba a sus cortísimos shorts.
—buenas noches Gonzalo, veo que ya te estás adaptando al uniforme, —el enorme hombre se sonrojó como una quinceañera, mientras Jorge recordaba como el muchacho parecía renuente a usar esa diminuta prenda.
—Sí señor, y debo decir que a varios clientes les gusta, —el musculoso joven se relamió los labios de manera provocadora. —Jorge captó la indirecta y rápidamente sonrió de lado, —te dejaré mi tarjeta para que cuando no estés trabajando me busques y tal vez... —Jorge lo volvió a mirar con lascivia, —pueda mostrarte algunos nudos de bondage,
—el joven sonrió más ampliamente, tomó la tarjeta, la besó y se dirigió a la barra, meneando el culo de forma incitadora.
—Jorge sonrió y se acomodó la corbata mientras observaba a varios nuevos subs que lo miraban con interés y deseo logrando encontrar dos que le parecieron aceptables.
Tanto Jorge como sus socios tenían por costumbre alternar su tiempo entre la pequeña oficina que tenía el club para cuidar las finanzas y observar las demostraciones mientras los amos de las mazmorras cuidaban los cuartos privados asegurando la integridad de los sub.
—una buena noche, eh Gil, —Jorge se sentaba en el banco acojinado frente a la barra, con la espalda apoyada en la barra y la vista al frente de la pista de baile.
A Jorge siempre le había gustado la variedad de gente que asistía al club, pues habían desde dulces femboys vestidos con lencería femenina y tapones anales con colas de animales o brillantes limitaciones de piedras preciosas que animaban a mirar las esponjosas nalgas del usuario, las amas y sumisas que resaltaban sus curvas con ajustadas y eróticas prendas, también estaban los que usaban ropas de cuero o látex que iban desde el negro hasta el rojo o rosa, antifaces y látigos, tacones altísimos, botas de motociclistas o pies descalzos, hombres elegantemente trajeados, mujeres con perfumadas cabelleras y uñas largas, rojas o amos vestidos con el tradicional cuero que más los hacía ver todos clichés, le gustaba observar como en este estilo de vida se rompían los conceptos de hombre pequeñito y pasivo, hombre musculoso y activo, mujer sensual sumisa y hombre súper macho y dominante férreo. En su andar por este estilo de vida había conocido dulces femboys amos y señores del látigo, y a suaves y fuertes subs de casi dos metros de altura, por quienes sentía una debilidad sexual. También había las amas frías, algo zorras y desgraciadas que no tenían algo que envidiar aun a los mejores Doms.
—Ha sido una excelente noche, jefe. —Gil sirvió un vaso de agua con hielo.
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Switch, Serie BDSM ÚLTIMO LIBRO
RomantikCuarta historia y última de la serie BDSM Un sumiso puede tener a un dominante comiendo de la palma de su mano. Ya que no solamente son "escenas", sino la vida diaria lo que realmente conquista a un Dom. -"Useme como quiera, sólo marqueme como suyo...