2- "¿Un helado doble de limón y nata?"

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Suena el timbre. Después del desesperante primer día de instituto regreso a mi casa. Por el camino me encuentro con Tyler, el cuál me acompaña a mi casa.

―¿Quedamos esta tarde? ―Me pregunta.

―No, tengo muchos deberes.

―En serio, ¿Emma Adams haciendo deberes? Eso lo tengo que ver.

―Pues creo que hoy no va a ser el día, Tyler Jones ―le sonrío cínicamente―. De hecho, nunca creo que los haga.

―Uf, menos mal, todo vuelve a la normalidad.

Río dándole una palmada amistosa en el hombro.

―¡Ay! ―Se queja fingidamente.

―Entonces, ¿a qué hora quedamos? ―Digo ignorando su falsa queja.

―¿Te parece bien a las cinco?

―Hum, espera que piense... hoy tengo que limpiar mi habitación, poner una lavadora, lo normal vamos. Pero creo que tengo un hueco a esa hora ―digo irónica.

―Qué tonta eres, si tú pones una lavadora yo tengo superpoderes, ¿no te jode?

―Bueno ya tu sabe'... ―Digo imitando a la cani de mi clase.

―Entonces perfecto, a las cinco paso a recogerte ―dice al llegar a la puerta de mi casa.

―¿Sabes el precio de ir a pasear conmigo, no?

―¿Un helado doble de limón y nata? ―Pregunta en tono aburrido.

―Ahí le has dado ―le señalo con el dedo victoriosa―. Adiós, me muero de hambre.

―Pues como siempre ―alza los ojos al cielo.

Lo despido con un beso en la mejilla y abro la puerta de mi casa.

―¡Hola, ya estoy aquí! ―Grito dejando la mochila en la entrada. Entro en la cocina y encuentro a mi padre cocinando―. ¿Qué vamos a comer?

―Comida ―me responde como siempre.

―Ya no sé ni porqué pregunto... ―Digo abatida―. ¿Y mamá?

―Trabajando en el hospital, hoy hace doble turno.

Suspiro. Mi madre es enfermera y apenas la veo pues trabaja todo el día , y cuando llega a casa siempre está durmiendo.

―¡Lo he encontrado, lo he encontrado! ―Dice Dylan entrando por la puerta con un coche de juguete en la mano.

―Hola enano ―le saludo. Él me saca la lengua molesto por llamarle así, pues no le gusta nada. Pero vamos, ¿para qué sirve tener un hermano pequeño de ocho años si no es para molestarlo? Para nada.

―¿Qué has encontrado hijo? ―Pregunta mi padre con fingido interés y una sonrisa en la cara.

―Mi coche, mi coche, el que perdí la semana pasada.

―Ah, ¿y dónde estaba? -Sigue mi padre. Que no papá, que no cuela. Que se sabe que te importa una mierda dónde estaba el puto coche con el que el niño no me ha parado de dar la lata desde que lo perdió.

―Debajo de la cama ―responde feliz, y se sienta en la mesa.

―Eh enano, no te sientes, hay que poner la mesa ―digo cogiendo los platos y pasándoselos a él.


(...)


Comemos unos excelentes espaguetis con tomate y con la excusa de hacer mis deberes (que no sé todavía cómo es que cuela) subo a mi habitación a cambiarme.

Amo mi habitación. Al entrar se encuentra mi precioso escritorio rojo a los pies de la cama, con su edredón blanco de cuadros. A la derecha de la cama está mi mesilla negra, que está debajo de mi amplia ventana, y al lado de ésta está mi estantería en la que coloco todos mis libros. ¿He mencionado que a pesar de ser una vaga amo leer? Lo mejor de todo mi cuarto es que la pared está llena de pintura de pizarra. Sí, esa en la que puedes escribir y dibujar todo lo que te de la gana con una tiza. Y bueno, falta mi armario, que está a la derecha al entrar al dormitorio. Sólo digo que es muy grande, ahí lo dejo.

Me dirijo hacia éste último y lo abro. Cojo unos vaqueros cortos de tiro alto y una blusa color burdeos algo transparente, que deja ver mi sujetador negro de encaje al igual que mi ombligo. Me calzo unas vans del mismo color que la blusa y me siento en la cama a leer esperando que den las cinco.




Enfrentados © [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora