†Capítulo ocho†

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Empiezan las pruebas y más de uno se quemará.

Cada uno enfrente de su puerta con su color.

Nadie estaba listo, nadie estaba preparado.

Bueno en verdad ¿Quién está preparado para esto? Nadie, absolutamente nadie, está preparado para que tú miedo venga a matarte así porque sí.

Al fin y al cabo, era eso, tú miedo te mata sin razón alguna, porque que yo supiera, no habían motivos para hacer ese estúpido concurso.

Sonó un ruido, como si las puertas y paredes estuvieran crujiendo y a la vez saliera un humo del color de la puerta, en mi caso, el rojo.

Rojo sangre pero sin derramarla.

Una vez todo el humo se fue y todos los crujidos cesaron, las puertas se abrieron.

- No quiero entrar -se escuchó decir a una chica.

Mejor no entres chica desconocida que nunca más volví a ver.

Me giré a Drick que estaba en el otro equipo y me acerqué muy rápido.

- Suerte tigre.

- Suerte ricitos.

- Te quiero ver vivo.

- Te digo lo mismo.

Nos miramos por un instante y nos abrazamos.

Era un poco irónico, éramos mejores amigos de pequeños, se fue, volvió y no me di cuenta y nos reencontramos aquí para volver a separarnos y vete tú a saber si nos volveríamos a ver.

- ¡Cada uno a su grupo! -nos gritó un guardia.

Le sonreí y me volví con los demás. Me puse la primera, delante de la puerta mirando lo que había.

Una cabaña.

¿Quién tiene miedo a una cabaña?

Me giré y vi a una rubia tragando grueso y negando con la cabeza.

Entonces miré a Nett que le miraba preguntándose qué qué le pasaba y le cogió la mano.

- Estoy aquí -se le escuchó decir y Madd resopló.

Detrás de mí grupo, pero delante mío, apareció una especie de semáforo delante de las 3 puertas, estaban de color rojo.

Sonaron cinco pitidos pero el último sonó más agudo y el color cambió a verde.

A todos nos empujaron hacia adentro.

No sé quién cayó encima mío, pero pesaba un montón.

- Mierda, perdón Mara -me dijo Madd y estiró su mano, le miré mal y me levanté sola-. Encima que trato de ser caballeroso.

- Cállate Dankworth.

- Cállame Sallow -dijo y sus ojos se oscurecieron.

- Lo que tú digas -me giré para ver a los demás como estaban-. ¿Todos bien?

Se escuchó un sí general y se levantaron todos.

- Vale ¿Y ahora qué? -me preguntó Arvel.

- Pues...vamos a la cabaña, total no hay mucho y la prueba tiene que estar ahí dentro.

Juls vino hacía delante y me tocó el hombro.

- Yo creo que deberíamos quedarnos fuera de la cabaña, no entrar.

Cuando acabó de decirlo, el cielo se puso nublado y empezó a llorar.

- Genial -se escucha decir a Evo-. Está lloviendo.

Miedo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora