†Capítulo nueve†

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No te voy a dejar sola.

Sinceramente, no sabía que estábamos buscando Madd y yo, solo había un prado lleno de margaritas muy bonitas.

Pasé la mano por una de ellas, la arranqué y la empecé a oler.

— Eso no se hace, no se deben arrancar las flores.

— Mjm.

— Lo digo enserio Mara, es como si te arrancarán una pierna ahora y después te murieras de una hemorragia.

Le miré, el sol me dió en todo la cara así que puse la mano que estaba sin la plantita delante de mis ojos tapando el sol.

— ¿Y? Solo pillé una.

— Sí, pero duele, eso no se hace.

— ¿Qué más te da? 

No dijo nada y seguimos andando en silencio. Empecé a arrancarle los pétalos.

Él me volvió a mirar.

— Mi madre me dijo que cuidara el jardín mientras ella no estuviese y estaban llenas de margaritas. Eran sus favoritas.

Lo miré y solté lo que quedaba de la flor.

— ¿Y dónde se fue? —le dije.

— Al más allá, con mi hermano y mi padre.

No dije nada, solo me quedé mirando y él bajó la mirada.

No le quedaba nada en la vida, no había nada.

Hasta que empezó el concurso.

Otra vez se formó un silencio incómodo.

— Bueno —empezó—. ¿Una carrera? 

— ¿A dónde?

Señaló a un árbol, el único que había en todo el lugar.

— Todos a sus puestos corredores —dijo y nos agachamos como se ponían los corredores olímpicos—. ¿Listos? 

— Madd, no tenemos tod-

— ¡¡Ya!! —gritó y me asustó.

— Eso no vale, no estaba lista —le grité cuando él empezó a correr.

Me levanté y corrí hacia él. Era rápida sí, pero él más aún. 

Él miró hacia mí y casi se cayó así que nos empezamos a reír.

Y miré al árbol, noté algo raro en este, entonces le grité.

— ¡Maddox! ¡Para, frena, stop, quieto, no te muevas! 

Entonces él bajó el ritmo y se quedó quieto. Cuando estuve a su lado le pillé del brazo y llegamos al árbol. 

Y empecé a tocarlo.

Lo sabía.

— ¿Una pared?

— Sí.

Sabía que alguna pared aparecería pero no tan lejos de la casa. Estamos en una habitación ¿no? Bueno, eso se supone.

Supuse que la puerta y las llaves tendrían que aparecer ahí.

— ¿Vamos?

— Sí, volvamos, pero.

— ¿Pero? 

— Vas a perder —dije y corrí todo lo rápido que pude y se le escuchó decir que era trampa.

Cuando llegamos a la casa estaban Evo y Arvel esperando a que llegásemos. Una vez los dos allí entraron sin decir palabra alguna y nosotros nos quedamos fuera. Me quedé mirando la casa, no quería entrar por si volvía a pasar lo mismo o él entrase y yo me quedase fuera. Fuera como fuera no quería entrar.

Miedo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora