Cap9(inquietud)

59 3 0
                                    

Min no logró conciliar el sueño, por tanto, se decidiópor escabullirse en la habitación de su madre. El descanso de su madre no se perturbó ante su presencia. Lachica se sentó en un pequeño sillón frente de la camade su madre, sin embargo, era tanto su cansancio quepronto cayó dormida.

 Horas más tarde, el dolor despertó a la mujer desahuciada, dándose cuenta de la compañía de su única hija.En ese momento se levantó y le puso una manta a Minpara protegerla del frío.

 —Lamento no poder protegerte de lo que está por venir —sollozó en un susurro.

 A la mañana siguiente Min despertó para despertarsede la ausencia de su madre. El corazón se le encogió.Con gran susto corrió a buscarla, su premura cesó hasta que percibió ruidos provenientes de la cocina. Llegóhasta el marco de la puerta con pasos titubeantes. Sumadre le preparaba el almuerzo. 

—¿Qué haces? —preguntó Min en voz baja—. ¿No irásal trabajo?

Su madre le correspondió la mirada asomándose sobre su hombro.

 —Min, ya bajaste, ¡qué bien! —exclamó en un pico deenergía—. Apenas iba a despertarte, vístete y luego bajas a desayunar. Se te hará tarde para el trabajo.

 —El colegio —corrigió Min e insistió—. Mamá, ¿noirás a trabajar?

 Volviendo su vista al frente para no arruinar su preparación, negó con su cabeza en un acto casi alegre.

 —No, hija —notificó—. Estaré de licencia hastarecuperarme—mintió.

 Min frunció el ceño. 

—¿De verdad? —se detuvo un momento para pensarlocon el ceño fruncido—. Pues está bien, ¿no? Es lo menos que pueden hacer. Siempre trabajas horas extrasy resuelves los problemas de todos los que no sabenhacer su trabajo. 

—Así es —apoyó la mujer—, es lo menos que puedenhacer.

 Pero un mal presentimiento se volvió a apoderar de lasonrisa de Min, escondiéndola en lo más profundo desus pensamientos. No podía ignorar el hecho de quesu madre, sin lugar a dudas, había estado rara últimamente. Si algo había sido constante en su vida era ladevoción y el respeto por su trabajo. Su madre tal ycomo la conocía jamás habría aceptado una licencia.

 Min subió las escaleras a su habitación, se apresurópara alistarse y bajó para tomar el desayuno. Se sentó en silencio sobre una de las sillas del comedor, observando la comida y bebida que su madre ya había acomodado pulcramente frente a su lugar. Su madrenotó la aflicción de Min en su silencio, en su falta deapetito y los movimientos del cubierto con el que trasladaba la comida de un lado al otro sobre su mismoplato. 

—Hija, ¿qué tienes? —preguntó del otro lado del comedor, sentada frente a su propia lucha por terminarse el desayuno. 

Min tardó un poco en responder. Lo primero que hizofue extender su brazo por la pequeña mesa hasta alcanzar el otro lado, pidiéndole a su madre con un gesto que sostuviera su mano. Así lo hizo. 

—Mamá —comenzó a hablar. En sus palabras se notaba el nudo en su garganta—, ¿sabes lo mucho que tequiero? 

La mujer trago con dificultad. ¿Cómo podía ser fuerte cuando Min era tan expresiva, tan amorosa yvulnerable?

 —Me quieres tanto como yo te quiero a ti —respondióella con una sonrisa que le rasgó el alma.

 Min asintió con la cabeza. Las lágrimas comenzaban,sin quererlo, a desbordarse por sus mejillas.

 —Bien, mamá —asintió—. Es bueno que lo sepas. Porque... mamá, yo no podría perderte. Fue muy difícilperder a papá y sé que también lo fue para ti. Tambiénsé que es el orden de las cosas, que si nada interfiere y la vida hace lo suyo, en algún momento tendréque perderte. Pero no quiero hacerlo pronto, mamá.Por favor cuídate, por favor dime cómo cuidarte y siel trabajo es lo que te hace daño, mamá, estudiaré más rápido y conseguiré uno también. Dividiremos el dañoy estaremos bien. Pero habla conmigo, mamá, nuncame mientas porque así no podré saber cómo ayudarte. 

AMOR DE MEDIA NOCHE (Libro oficial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora