Cap11:(La presentación)

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—¿Crees que podamos salir por el estacionamiento? 

—preguntó Min por lo bajo antes de que el fin de lasclases fuera anunciado. 

Sawit la miró de reojo, una media sonrisa se apoderóde sus labios. 

—¿Por qué? ¿No quieres ver al príncipe encantador eldía de hoy? —inquirió en un murmuro. 

Fue cuestión de suerte la forma en la que ambos esquivaron la mirada de la profesora en turno. Cuandoel terreno estuvo a salvo una vez más, Min volvió ainclinarse sobre su pupitre hacia Sawit.

 —Lo que quiero es infiltrarnos en el hospital de mi tío,¿vas a ayudar o no? 

Pero antes de obtener respuestas, el equilibrio le jugómal a Min dejándola caer estrepitosamente al suelo.Sawit reaccionó al instante. Se puso de pie y rodeó supropio pupitre para cerciorarse que Min continuabaen una sola pieza. No había sangre, algo que le relajóel corazón. 

—¿Qué pasa allá atrás? —exigió saber la profesora. 

—¡Min! ¡Min! —exclamó Sawit sacudiendo a su amigaen el suelo—. ¡Min! ¿Te duele algo?

 —Solo... —masculló Min, fingiendo estar adolorida—.¡Solo quiero saber si me vas a ayudar o no! 

El segundo de suspenso que Min había implementadoen su línea de diálogo le infartó el corazón a Sawit, figuradamente, por supuesto. Cuando la escuchó energética, la miró sonriente y comenzó a reír Sawit solofrunció el ceño.

 —¡No vuelvas a asustarme de esa forma! —chilló—. Sí,Min. Maldita sea, ¡sí! Te voy a ayudar. Como si de verdad no supieras que haría cualquier cosa contigo o porti.

 Min estaba segura de que su amor por Sila era inquebrantable, sin embargo, aquel día prefería escabullirselejos de él y enfocarse en sus propias preocupaciones.Al menos sus preocupaciones no eran como las de él,debatiéndose en la forma en la que anunciaría su relación con una de las mujeres más guapas del planeta.

 Min frunció el ceño con molestia. 

—Te pasa algo —dijo Sawit llamando su atenciónmientras le picaba el hombro con uno de sus dedos—.Dime. ¿Te hizo algo?

 —No me hizo nada —desdeñó ella. 

Min agradeció haber llegado tan pronto al hospital.Su tío se encontraba atendiendo urgencias, específicamente recibiendo las ambulancias que llegaban conpremura para descargar a los pacientes. No tuvieronmás opción que los clichés: entrar por la puerta demantenimiento.

 La evasión, las mentiras de Min donde aseguraba quehabía olvidado algo en el consultorio de su tío, ademásde los corazones desbocados no significaron nada alcanzaron los archivos de sus expedientes. Para sorpresa de Min —y mala espina también—, el de su madreestaba sobrepuesto, reluciente como si hubiese estadoesperando por ella. 

—Aquí no hay nada —anunció Min después de un ratode leer todo con detenimiento—. Todo está normal. 

—Te lo dije —refunfuñó Sawit con el ceño fruncido—.¡Cometimos un crimen por nada!

 El alivio ocasionó en Min una risita extraña. 

—No exageres y ayúdame a guardarlo todo. 

Esa noche se dio a conocer la relación de Sila. Min nolo esperaba, Sila tampoco le había advertido que todosería tan rápido. Miraba la televisión con su madrecuando, pasando de canal en canal, un noticiero se llenó con la foto de su novio y otra mujer. La mujer máshermosa del mundo, por cierto. 

—¿Min? —inquirió su madre sin poder despegar losojos de la pantalla—. ¿Qué es esto? 

Min se apresuró para arrebatarle en control remoto ycambiar la programación. 

AMOR DE MEDIA NOCHE (Libro oficial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora