Las Casualidades No Existen

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Creo que el día cada vez se pone más triste, la lluvia poco a poco comienza a aparecer provocando que la gente corra buscando algún lugar para protegerse. Sigo mi rumbo por la vereda hasta llegar a mi destino: una cafetería. Entro, pido un café y un pastelillo para llevar, a salir me percato que la lluvia ya está completamente desatada, no tengo un paraguas para cubrirme y lo único que optó por hacer, es colocarme la capucha de la sudadera y comenzar a caminar a casa mientras bebo mi café.

Comienzan los truenos y sospecho que pronto iniciarán los relámpagos, tendré que llegar luego a casa. Sigo caminando y al medio de la calle vacía diviso a una persona de pie completamente empapada por la lluvia... esa silueta, se me hace muy familiar.

Me acerco rápidamente, está de espaldas y no es necesario ver su rostro para saber quien es, respiro profundo y le hablo:

-Tanto tiempo, ¿eh? - da un pequeño salto y se da vuelta.

-Bruno. -pronuncia mi nombre.

-El mismo.

-No esperaba verte acá y menos en un día de lluvia.

-Romántico, ¿no? -bromeo.

-No digas estupideces. -golpea levemente mi brazo.

-No preguntaré que haces acá parada, pero creo que será mejor que nos movamos de aquí. - le tomo el brazo- Dudo que a tu madre le parezca una buena idea que su hija esté sola, parada bajo la lluvia y de noche, ¿me equivoco?

-Tienes razón, vamos a tomar algo.- mira el vaso que tengo en la mano- Bueno, creo que tú ya lo estabas haciendo.

-No me vendría mal otro café.

Tomamos el camino que anteriormente había recorrido.

-¿Cuántos años han pasado?, ¿tres o cuatro? - pregunta.

-Cinco, han pasado cinco años. -suspiro.

Llegamos a la cafetería, pagamos lo que le corresponde a cada uno, nos sentamos en los taburetes de madera que están al lado de un ventanal que nos muestra la vista perfecta de la lluvia.

-Lo siento. -susurra.

-¿Qué dices?

-Que lo sentía, fue mi culpa que nos hayamos separado por años.

-No tienes porqué disculparte. - sonrío- Yo igual hubiese tomado a la misma decisión de irme para tener un buen futuro.

-¿Tú me hubieses llamado?

-Claro, yo te tenía mucho cariño, lo hubiese hecho todos los días. -tomo un sorbo de café.

-Pues eso fue lo que yo no hice, no te llamé ni tampoco respondía cuando tú lo hacías. -pasa la mano por su cara en modo de frustración- Lo siento, espero que me perdones, pensaba ir a tu casa cuando ya estuviese bien, pero creo que fue una casualidad que nos hayamos encontrado aquí.

-Las casualidades no existen. -miro por el ventanal- Creo que el destino quería que nos encontráramos en la calle.

-¿Crees en eso?

-Creo tanto en el destino, como tú crees en las casualidades.

-Está bien, al fin y al cabo, me alegra que nos hayamos encontrado. -posa su mano en mi hombro, lo cual produce que me de vuelta a mirarla.

Observo detenidamente cada detalle de su rostro, el mismo por el cual derramé lágrimas cuando la dejé en el aeropuerto, el mismo que me dejó enamorado desde el primer día que la vi.

-A mí igual. -desvío la mirada.

Creo que no fue una buena idea haberla visto, todos los recuerdos otra vez aparecen en mi mente y eso me molesta.

-Creo que ya me debería ir. -me levanto.

-¿Qué?, ¿Por qué?, hace poco llegamos. - me toma del brazo.

-Lo sé, pero creo que aún no estoy cien por ciento preparado para volver a recordar cosas que ya estaban bien sepultadas en mi memoria.

-Ya te pedí perdón, Bruno. ¿Qué más quieres?

-Un simple perdón no devolverá todas las lágrimas que derramé por ti hace cinco años.

Me observa y poco a poco va soltando su agarre, indicando que ya me puedo marchar. Me dirijo a la puerta y me quedo de pie por unos instantes pensando en si realmente quiero irme, pero creo que por el momento lo que más me debería importar es mi salud mental. Abro la puerta y comienzo nuevamente el rumbo hacia mi hogar

Tú solo leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora