Capitulo 2: La promesa.

35.1K 1.8K 774
                                    



Capitulo 2: La promesa.



Valeria no fue esa noche a la casa de Gregorio, ni en esa semana, ni al final del mes.

Era cinco de septiembre.

¿Cómo olvidar la fecha? A esa misma hora tenia dolor de cabeza porque había decidido ir donde La sombra y se estaba preparando física y mentalmente.

Media hora después había sacado toda la ropa que tenía encima de la cama en busca de algo que hiciera que La Sombra no la rechazara. Se había vestido, y por último se había soltado su cabello. Al ponerse pintalabios tuvo que limpiarlo, porque estaba muy exagerado y mal hecho.

Quince minutos antes de salir de su casa estaba temblando, con dolor de barriga y un nudo en la garganta.

¿Quién la estaba obligando? Absolutamente nadie, pero entonces, ¿por qué estaba tan presionada por ir donde La sombra?

Cinco minutos antes Nina le llamó.

—Valeria, tú, ¿A dónde vas? Te ves hasta linda.

Valeria sonrió, nerviosa, ingenua.

—A ninguna parte, voy a casa.

—Ah bien, cuídate, yo voy a estar en casa de Argentina, Rose está cocinando algo para nosotras.

Dos minutos antes estaba frente a su puerta, con frío en las canillas y en los dedos de las manos. Un segundo, él abría la puerta. El aire se le escapó de los pulmones, ¿Qué le decía?

Ocurrió.

Valeria abrió los ojos, se puso a llorar. No puede ser, no puede amar a ese monstruo.

—Vine porque hoy es un día muy especial para mí.

—Me siento honrado de tenerte de visita. —Gregorio ambientó el cuarto para Valeria, encendió las luces, bajó el volumen de la televisión. Se puso una camiseta para cubrir su torso desnudo y hasta se puso unos bermudas para no estar en ropa interior frente a Valeria. Se sentó junto a ella en la cama.

—Nunca le he contado esta historia a nadie. Ahora creo que es el tiempo y que tal vez tú seas el indicado.

—Uhm, tal vez. ¿Hay dudas? —Gregorio bromeó.

—Mi relación con Ben empezó un día como hoy, y nunca le conté a nadie, —Repitió—, es como que me lo tragué, y lo guardé. Me quedé en una especie de pozo donde nadie podía ayudarme, y solo lo veía a él.

—Oh. —Ahora veía por donde iba el asunto.

—Si quieres no te digo.

—Te mentiría si te digo que no quiero oír. Porque una parte de mí no quiere escuchar cómo te liaste con mi mejor amigo, y la otra quiere saberlo, desde el primer instante que te vi con él.

—Sí... —siseó—, he escuchado lo chismosos que son los hombres.

Gregorio sonrió, y con paciencia esperó que ella continuara.

—Argentina y las muchachas estaban burlándose de mí porque seguía siendo virgen a los diecisiete, y me retaron a perder mi virginidad, si no lo hacía, ellas iban a dejar de hablarme. Yo no quería, no quería hacer nada, pero no quería estar sola, quería tener amigos, ser parte de un grupo, y entonces, no sé, seguí sus juegos, me dijeron que le dijera a cualquier muchacho del barrio, que ellos me quitarían el problema. Me dijeron que tú no eres bueno para mí, y entonces vi a Ben, —Se le quebró la voz—, no sé. —Lo miró, Gregorio estaba mirando el dobladillo de la sabana. Gracias a Dios que él no la miraba, así se podía concentrar en parpadear tantas veces para que no le cayeran lágrimas de los ojos.

Todo (Nada II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora