Lorena era la lora de mi abuela Teresa, todos amaban esa lora, tanto así que hasta le compraron una jaula redonda enorme como se ven en los jardines botánicos en las películas románticas clásicas, tanto era la adoración de mis abuelos por esa lora que antes de fallecer le dijo a mi abuela:
—Teresa, hazme la arepa que me voy.
Todos reímos por eso ya que así le decía mi tío Rafael a mi abuela cada vez que llegaba de la calle, todo fue risas hasta que notamos que había cerrado los ojos y caía al piso de su jaula. Lorena murió un martes, y el miércoles nació Noah.
Recordar a la Lora Lorena me llena de nostalgia, ya que ella y yo teníamos la misma edad cuando falleció, veinte años, y cumplíamos el mismo día. Pensar que ella murió en una jaula y vivío en ella toda su vida es realmente triste, porque quizás Lorena hubiese querido viajar, migrar como otras aves en invierno y volver a casa en verano. Ya han pasado casi cinco años, exactamente la misma edad de Noah.
Hoy Noah corre por la casa de la abuela Teresa, estamos de visita ya que tenemos tiempo de no haber estado por acá. Voy trás él, pendiente que no se saque los dientes hasta que veo salir de la habitación a mi abuela.
—¡Bendición, abuela!— decimos mi hijo y yo al instante de tenerla enfrente.
—¡Niños! Dios los bendiga mis amores, ¿Cómo está este príncipe hermoso de la abuela?— mientras ella carga a Noah yo la abrazo y le doy un beso en la mejilla.
Después de una cálida bienvenida por parte de la abuela Teresa fuimos al patio y nos sentamos en los mimbres, ahí sentadas viendo a Noah correr detrás de las gallinas nos pusimos al corriente de todo lo que pasa en la familia.
—Si mi niña, debes ser fuerte.— decía mi abuela mientras le daba un sorbo a su taza de café.— si quieres salir adelante debes serlo, estudia si es lo que te hace falta para darle todo a ese príncipe que tienes por hijo.
—Realmente lo estoy intentando, abuela.—suspire desviando la mirada de ella a mi taza y luego hacia Noah que intentaba montarse en los árboles de mango.—¡Bájate de ahí, muchacho!
Volví mi mirada a ella y me sonrió compasiva.
—Fuerza.
Llegada la tarde salimos de la casa y nos despedimos de mi abuela y mis tías y tíos que llegaron temprano para estar un rato con nosotros.
—¡Bendición, abuela! ¡Vendremos pronto a visitarte!— se despedía Noah efusivamente mientras abrazaba a nuestra abuela y se despedía del resto de la familia. Quizás pase mucho tiempo para que volvamos a ir a esa casa llena de mil recuerdos. Diciendo adiós nos alejamos de esa enorme casa de piedra y barro, con sus largas puertas y techo de madera inclinado y sobre todo diciéndole adiós a una parte de nuestras vidas.
Después de esa visita no volvimos más, la abuela Teresa murió unos meses después y la casona fue puesta en venta y comprada por un ganadero unos días después. Yo hubiera deseado que me la vendieran a mí.
Cómo extraño a la abuela Teresa y sus sabios consejos, ella sabría cómo ayudarme con Noah, días como hoy dónde voy por la calle con mi hijo tomado de la mano y preguntando de local en local si tienen empleo disponible me llena de nostalgia, mi abuela siempre me apoyaba y gracias a ella tome la iniciativa de ir a la universidad, lamentablemente ella ya no está a mi lado para llenarla de orgullo al decirle que logré ingresar y ver a Noah crecer cada día.
Suspiro y veo a mi hijo que habla sin detenerse a respirar, no lo escucho, es como si mi mundo estuviera en mute.
—Mami, quiero esos zapatos.— ví hacia donde señalaba con su regordeta mano y pude apreciar unos hermosos tenis de válvula de distintos tonos de azul, pero también un poco más abajo ví el precio ¡70 dólares! Abrí mucho los ojos y luego volví la mirada hacia mi bebé que veía hacia esos zapatos como si fueran lo más hermoso del mundo. Tuve que tragar grueso y hacer una cuenta mental antes de responder.
—Nohi, no nos alcanza, estoy buscando empleo para poder comprarlos.— me vió fijamente por unos segundos y luego sonrió, mi bebé es lo más importante para mí. Eso me lo repito para poder creerme la estupidez que haré más tarde.
—Esta bien, mamá. Pide que te den trabajo allí y pides que te paguen con esos zapatos.
A veces no sé de dónde saca esas ocurrencias. Si esto fuera una caricatura ya tuviera la mandíbula pegando del suelo.
Decidí ignorarlo y entramos a la zapatería allí hablé con la encargada y ella me puso en contacto con el gerente, lamentablemente ya no estaban buscando más personal. Noah al escuchar me miró un poco triste pero ya no comento nada más, me llena de tristeza verlo desilucionado.
—Vamos por un helado, el favorito de mami.— le dije cambiando el tono de mi voz para que sonara más entusiasta, aún así no cambio su expresión.
—Mami, no quiero.
Ay no, mi bebé.
Lo tome en brazos y nos sentamos en una banca cerca de la plaza, allí lo abrace y estuvimos un rato. A pesar de ser tan pequeño el entiende que no tenemos dinero y que todas las personas con las que he hablado hoy ninguna tiene un trabajo para darme.
—Yo resolveré todo, tú estás muy chiquito para estar triste por mamá.— le dije al oído y comencé a hacerle cosquillas, escuché su suave risa y bese su frente.
—Te amo mami, así seamos pobres.
Esas palabras cambiaron mi vida.
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Dulces, sueños y Fuentes.
HumorCarolina Fuentes, es una joven mujer viviendo la vida a cómo puede, después de cumplir diecisiete se dedicó al trabajo olvidándose de sus sueños de ser artista y de viajar por el mundo a conocer las maravillas de otras culturas, ahora con veinticinc...