Te miré...

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La primera vez que te vi estabas peleando con una señora por unas manzanas en el supermercado, quería disfrutar de la escena, si no fuera por el chico que quería cruzar y por el cual tuve que avanzar; cuando volví ya no estabas.

Te vi pagando: estabas hablando con la chica de la caja, supongo que le estabas contando cómo aquella señora te había arrebatado las manzanas, lo supe por las señas que hiciste, y por las manzanas, no las traías.

En nuestra primera cita, me di cuenta que te habías hecho un piercing en tu oreja izquierda, me gustó, me hubiese gustado estar ahí cuando te lo hiciste y ofrecerte mi apoyo moral.

Una noche llegaste a las 2 de la mañana con olor a alcohol, no me enojé, al contrario, te ayude. Mientras te bañaba me di cuenta del chupón que traías, sé que no fue producto mío porque a mí no me gustaba dañar tu piel.

Al otro día te pregunté, te enojaste, dijiste que me fijaba en detalles que no merecían la pena y armaba una escena por ello.

A mi me gustaba mirarte. Quería ver la forma en la que cerrabas delicadamente tus ojos al dormir, la manera en la que tu nariz se arrugaba cuando veías algo que te disgustaba o cuando sonreías.

Aunque a ti no te gustaba que me fijará tanto en tus detalles, te miré.

Nuestros recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora