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Me faltaba el aire, sentía el frío entrar por mis fosas nasales y calar hasta mis pulmones, pero no me iba a detener. El miedo es una sensación que ya he experimentado antes, pero nunca así, nada como esto. Los escalofríos se hacían llegar dejándome con los vellos de punta haciéndome tensar todo el cuerpo. Corría y corría mientras el seguía llamando mi nombre, estaba a punto de alcanzarme. Su voz no daba miedo, pero yo no quería que me tocara tropecé con mis propios pies y lo último que vi fueron dos ojos rojos, no un rojo común, un rojo fuego.

Me desperté sobresaltada, hoy se cumple una semana exacta desde que tengo la misma pesadilla. No sabría cómo explicar la sensación de este sueño, no le temo a su voz, le temo al entorno donde estaba, a la situación que me hacía correr. Me persigue el mismísimo Lucifer o eso es lo que pienso. Hoy también se cumple un año desde ese trágico día, la muerte de mi familia. Un año de dolor, un año de tristeza, un año de abogados, de juicios, de hospitales mentales, de intentos de suicidios. Es que el sistema piensa que fui yo, que yo los asesiné. Yo maté a mi familia me lo repiten una y otra vez. Me encantaría asumir la culpa, me encantaría saber quién fue, me encantaría recordar. Yo estuve ahí, yo estaba bañada en sangre sin un rasguño. Todo tiene mis huellas, yo llamé a la policía y luego de eso me desmayé. Miro mi reflejo en el espejo y aunque esté demasiado flaca y un poco pálida puedo observar rasgos de mi madre. Mi pelo rizado justo como lo tenía papá y mi pelo color fuego que heredamos mi hermana y yo de mamá. Como los extrañaba...

No me permití llorar, juré que iba a acabar con este sufrimiento, me quiero ir con ellos. Luego de su muerte y de todos los juicios me integraron a un hospital psiquiátrico por seis meses. Tuve muchos intentos de suicidios en ese lugar y por alguna razón nunca daba con mi objetivo. Yo solo quería estar cerca de ellos, yo solo quería estar con mi familia, como si la tortura no viviera conmigo siempre, un recuerdo del día que intenté asfixiarme tratando de ingerir mi propia cobija llega, cierro mis ojos con fuerzas y trago el amargo que siente mi boca ante tan desagradable recuerdo. Ese día me encontraron morada, según tengo entendido hubo una llamada al hospital preguntando por mí, lo cual era sumamente extraño ya que no tengo a nadie más, cuando fueron por mí me encontraba inconsciente, fue un milagro lo que me mantuvo viva dicen. La terapia se intensificó le doy gracias a la señorita Sparkle, es la mejor psiquiatra que hay en este país, por alguna razón se interesó en mi caso y me ayudó a mejorar. Me hizo ver que mi familia le hubiese gustado verme bien. Así que me propuse vivir por ellos. Al salir no tenía a donde ir, más todos pensaban que ahora era una asesina. Recordé a nuestra nana esta nos cuidaba a Esmeralda y a mi desde pequeñas cuando nuestros padres se iban lejos por viajes de negocios. Clemencia tenia una cafetería en el pueblo que era bastante popular, gracias al cielo ella no pensaba igual que los demás, me ofreció trabajo y una habitación con un pagaré mensual. Ha sido un ángel. La ayudo con los quehaceres de la casa ya que está un poco mayor.

- Hoy espero mucha clientela en la cafetería Aurora, preparé el pastel famoso que a todos les gusta. Así que necesito que desayunes bien para que estés llena de energías. - desde que llegué aquí he sido bien reservada, y no es que mi apetito ha sido el mejor. Si no fuera por Clemencia estaría hecha un saco de huesos como ella me repite.

- Estoy ya tomándome el café, el desayuno está en la mesa. - le recordé en voz baja.

- Niña, ya sé que hoy no es un día fácil para ti, yo también los extraño - dijo mientras se acercaba y acariciaba mi cabello, las muestras de afecto de Clemencia eran constantes lo que me hacía tensarme, pero a la misma vez me embriagaba de un calor maternal, tuve que contener las ganas de llorar. - Aún puedes tomarte este día de descanso como te había sugerido. Recuerda que hoy llega Miguel, el chico nuevo que contraté. Él y yo podríamos con la cafetería.

- Estoy bien, no se preocupe. - dije con mi voz rasposa y le sonreí - Además, ¿Cómo vas a atender las mesas, cobrar en la caja mientras le enseñas al chico nuevo las recetas y todo lo demás? - me miró por unos segundos y luego chasqueó la lengua. Lo cual me hizo sonreír aún más.

- Está bien - dijo con una leve sonrisa - pero de sentirte mal puedes salir en cualquier momento ¿de acuerdo?

- Gracias por ser como eres conmigo - dije sin poder evitarlo.

- No es nada Aurora - me respondió emotiva y abrazándome. Me permití abrazarla un tiempo adicional, era el primer abrazo que recibía desde hacía un año y este se sentía casi como los de mamá.

Oscura realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora