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Estos meses con Clemencia me han ayudado a conocerla un poquito más. Desde como le gusta tomar su café en las mañanas, hasta como levanta una ceja cuando algo no le gusta. No se si será apego emocional por haber perdido tanto, pero la sola idea de saber que ella se irá me entristece de sobremanera ella es lo único que me queda. Comienzo a ver nublado y es cuando me doy cuenta de lo triste que estoy, lo triste que me pone esta situación. Me levanto y la abrazo olvidando completamente la presencia de la persona que se la quiere llevar lejos.

- Te voy a extrañar tanto - digo en un susurro más para mi misma, se me sueltan algunas lágrimas - Gracias por todo lo que has hecho por mí, por cuidarme como lo has hecho por estar presente cuando nadie más estuvo. Eres un ángel Clemencia. - la suelto y me atrevo a mirarla a los ojos. Estos están humedecidos.

- No tiene que ser de esta manera - oigo su voz a mis espaldas y tomo conciencia de su presencia y mi cuerpo a su vez reacciona. - No tienen que despedirse, tengo entendido que no tienes a nadie aquí. Puedes venir con nosotros, ahí tendrás un hogar.

Me quedo de piedra, esto es muy repentino. ¿Qué pasará con la cafetería? ¿Cuál es esa responsabilidad tan grande que le hizo alejarse de su familia? ¿Por qué vino el a buscarla y no su familia? Tengo tantas preguntas estancadas en mi garganta, no quiero ser entrometida. Esta situación es ajena a mí, no me pertenece. Así que aclaro mi garganta.

- Eso no es necesario - digo con dificultad debido a las emociones y el nerviosismo que el me provoca - Mi nana ha sido sin duda alguna una persona clave en mi vida, es de las personas más importantes, no puedo seguir abusando de su confianza.

Este me sonríe con ternura mientras yo me quedo algo hipnotizada en sus ojos, son tan claros ahora, color miel. Su celular comienza a sonar sacándome del trance en el cual me encontraba, bajo mi cabeza con las mejillas encendidas en un rojo carmesí. Se disculpa y sale de la casa a contestar.

- Es guapo, ¿No? - pregunta Clemencia - la miro como si le hubiesen salido tres cabezas a lo que ella sonríe.

- Es guapo – confirmo - pero tenebroso, me pone nerviosa su presencia, se me ponen los vellos de punta cuando habla, me da una sensación sumamente extraña su tono de voz. - Confieso todo esto como si me lo quisiera sacar del pecho, como si no pudiera retenerlo más. ¿Acaso ella no lo siente igual? Algo oculta ese hombre.

- Será efecto de la luna - dice y antes de que pueda replicar entra un Samael con el rostro descompuesto. Esa llamada lo ha dejado mal, su aura es más pesada que antes, me atrevería a decir que está molesto y preocupado.

- Me tengo que ir - espeta de forma brusca - Volveré al pueblo, tan pronto resuelva este percance será seguro su regreso. - dice dirigiéndose a Clemencia esta tiene miedo en su mirada y parece que la sangre ha dejado su rostro.

- Cuídese mucho mi niño, estaré pendiente de su llamado. Estoy ansiosa de volver. - se despide Clemencia.

Samael con paso seguro camina hacia la puerta de entrada, se queda unos segundos con su mano en la perilla, luego gira su cuerpo y sus ojos oscurecidos me miran. Comienza a caminar en mi dirección y mi corazón reacciona bombardeando a una velocidad sobre humana. Se detiene justo frente a mí, me saca dos cabezas. Estoy inmóvil, alzo mi vista hacia sus ojos. Hay un brillo especial en ellos, me permito mirarlo de verdad y noto que tiene facciones bastante masculinas su mandíbula es perfectamente cuadrada, sus cejas anchas, aparenta un poco menos de treinta años. Sus acciones a continuación dejan a mis pulmones sin aire, estoy paralizada. Sus labios están posados en mi frente y antes de que pueda reaccionar se separa y me mira directo a los ojos.

- Te gustará el pueblo mi luna, piénsalo bien. - se gira y comienza a caminar fuera de la casa. Dejándome aturdida, confundida y con un hormigueo en mi estómago y pecho que no logro entender.

Oscura realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora