Capítulo IV

7 4 0
                                    


Se viro hasta quien le hablaba, el rubio de puntas rojizas estaba a unos metros en dirección opuesta a los niños, volvió a mirar por donde se fueron antes de ir hasta el varón, fue entonces que caminaron a la par, se pregunta a dónde van, ya el sol está terminando de esconderse y no quiere estar como la última vez aferrada a su haori por miedo a que algo se la llevara...

Ahora estaba feliz de que el cielo oscureciera y es que la llevo a un terreno lleno de esos árboles brillantes, son hermosos, le gustan mucho, además de alumbrar también huelen muy rico, es un olor dulzón, se adelantó para acercarse a una rama que estaba suficientemente baja para tocar las hojas, froto una a ver si era algún tipo de polvo pero no ¿sería que absorbían luz del sol? No está segura sin embargo le parece fascinante, es muy mágico.


— ¿Nunca habías visto glicinas?

— ¿Mi emoción qué te hace creer?


Él se rio y quiso abrazarlo, es la primera vez que lo oye reír, ahora eso la emociono más que los árboles.


— ¿Querías hablar o solo querías compañía?

—Ambas


Lo vio caminar hasta sentarse bajo un árbol, palmeo a su lado y ella fue derechito a sentarse donde le pidió, no hablo de forma inmediata, estuvo jugando con una ramita y escribiendo en la tierra con la misma, entiende esa forma de actuar, ella lo hacía mucho cuando meditaba el sí decir algo o no.


— ¿Quieres hablar de ella?

—No, quiero hablar de ti —le tomó por sorpresa eso, éste la vio con seriedad —Kōcho dijo venías de Kioto ¿Estarías dispuesta a quedarte dentro de la asociación hasta que derrotemos a Muzan? Te escoltare a tu casa luego de eso.


Ya entiende porqué su seriedad, no quiere salga de ahí hasta que maten al rey de los demonios ¿qué tan culpable se debe sentir para querer redimirse con su persona? Al parecer no le entro en esa cabecita lo que le dijo la última vez... Bueno, igual no es que hará mucho yendo a Kioto con lo lejos que está de su tiempo actual pero si estuviesen en su época le refutaría eso millones de veces, sería incapaz de dejar a sus conocidos en un mundo tan peligroso como ese; como no estaba la mariposa pensó que hablar con él sería buena idea, lo fue, claro que primero tuvo que decirle que no creyera estaba loca, él no pareció entender hasta que le explico lo que había descubierto, lo vio nada convencido sin embargo que se mantuviera seria lo hizo entender que no estaba jugando.

Desde ahí hubo silencio entre ellos, ella tenía sus ojos en la nada y él en la luna, no estaba segura si era por incomodidad o porque estaba pensando.


—Que me digas eso solo reafirma lo que ya creía

— ¿Qué cosa?

—Que volviste a nacer y ahora tienes la vida de la cuál hablábamos tanto, libre de nuestro trabajo y libre de demonios —éste sonrió, no como hace días, no como más temprano, no, una sonrisa hermosa y resplandeciente —Eso significaría que sí cumplimos con la misión que teníamos.


Su rostro se veía tan feliz y al mismo tiempo tan triste que se le revolvió todo por dentro, no le parecería una locura eso que dice de renacer, no es que sea muy escéptica, la verdad cree en muchas cosas, la ciencia ha probado tantas cosas que creían locuras que esto no le sorprendería para nada, eso explicaría por qué es tan idéntica a la persona de la que ellos hablan ¿estará viviendo lo que ella quería de verdad o estaría decepcionando lo que deseaba? Espera que no porque luego de vivir tanta desesperanza la próxima vida debería ser mucho mejor ¿no? Debería ser regla.

Persiguiendo El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora