𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒. 𝐒𝐢𝐧 𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧

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Bartek llegó a su oficina, cerró la puerta detrás de él, posando su cabeza contra la pared. Dio un golpe que hizo retumbar el castillo, tratando de calmar su mente y su cuerpo.

No entendía, no podía comprender porque se sentía así, así de desesperado, así de angustiado y nervioso.

No debía ser así, él no podía ser como esos Alphas que se doblegan ante cualquier Omega barata.

Pero justamente ella no era solo una Omega barata.

Ella era la reencarnación de Janica, estaba seguro, pero, ¿Por qué se sentía más débil junto a la Omega que con Janica?.

Janica siempre lo aconsejaba, siempre estaba junto a él, pero ella era mucho más fuerte e independiente, era capaz de ir a una manada sola y volver intacta, en cambio esa Omega... Estaba seguro de que si la dejaba ir al jardín sola volvería con algún rasguño o, en el peor de los casos, un hueso roto.

Porque así de débiles y torpes eran los Omegas, pero esa era la misma razón de que su instinto se activará tanto cerca de ella.

Como Alpha deseaba proteger a la Omega que no podía sobrevivir por su cuenta, claro, no era más que eso, su mero instinto de protección.

Porque la Omega podía seducirlo con feromonas o su belleza angelical, pero jamás iba a amarla más de lo que amo a Janica.

Nunca.

~🐺|🖤|🐺~

Mayra observó la venda exagerada de su mano con detenimiento. Al parecer el Alpha tenía un poco de procuración por ella, tenía que aprovecharse de eso sí quería escapar.

Pensó que volverse más cercana a él sería la mejor opción para que, de alguna forma, encontrará su debilidad, y así podría escapar. Aunque también era un arma de doble filo, si él llegaba a quererla o a marcarla sería el triple de difícil escapar, no parecía una pareja cariñosa, pero si obsesiva.

La Omega miró su habitación, no entendía el fin de ponerla en la habitación de su antigua pareja si no la iba a dejar tocar sus cosas, de todos modos nada de lo que él hacía tenía un sentido real.

Paseó por la habitación por milésima vez ese día, buscando alguna pista que indicará algo que le sirviera, pero, como siempre, no había absolutamente nada.

Frustrada y adolorida, se lanzó sobre la cama y cerró los ojos, intentando conciliar el sueño, aunque sea por un rato.

Aunque su mente no le dio tregua.

Recordó a su familia, a sus padres, unos betas que la habían cuidado tanto y por tanto tiempo, la habían amado como su única hija y sobrepritegido por ser una Omega.

"Ellos tenían miedo, tenían miedo de que yo terminará en manos de alguien como él".

Por su cabeza se pasearon todas las palabras que le habían dicho sus padres, todas las cosas que le advirtieron sobre los Alphas, lo violentos que podrían llegar a ser por una Omega, que debía cuidarse y tomar sus pastillas supresoras, debía cuidarse y esperar a su pareja destinada, así tal vez encontraría a alguien digno de ella.

Todas esas palabras, antes y ahora, eran puros cuentos de hadas.

Su pareja destinada ahora la tenía encerrada en la habitación de su anterior pareja, con sus fotos, sus perfumes y sus ropas, ¿Se suponía que tenía que usar todo eso?, Ella era más bajita y voluptuosa.

Claro que su cuerpo era mucho más hermoso que el de una Alpha, incluso una Alpha como esa que parecía ser una especie de súcubo.

No, no tenía tiempo para llorar ni lamentarse, ella podría salir de allí con o sin ayuda de nadie, ella era lo suficientemente inteligente como para huir por su cuenta.

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