Babies for Harry's [Drarry]

Quattordici

La lluvia caía afuera con fuerza, era muy raro en esta época del año. Harry, sentando en su cama, recortaba algunas imágenes sobre los medios de transporte y de comunicación que presentaría para la clase de los niños mañana.

Llevaba tres días sin hablar con Draco, sólo contestaba con monosílabos, o hablaba cuando en verdad era necesario. Al parecer, Draco ya había notado la actitud del más bajo, pensaba que eran las hormonas del embarazo y lo dejaba, para no molestarlo.

El platinado entró a la habitación que compartía con Harry, algo apurado. El azabache dejó su trabajo manual y se fijó en los movimientos del otro.

Draco revisaba el armario, revolviendo su propia ropa, murmurando cosas que ni él mismo entendía, Harry comenzaba a desesperarse, ¡estaba revolviendo toda su ropa! Y claro, Draco no movería ni un dedo para arreglarlo.

—Draco, Draco, Draco —le habló y el ojigris parecía no escuchar—. ¡Draco! —gritó. Ahora si volteó.

—Oh, hola, Hannie.

Saludó sonriente, como si hace unos segundos no haya estado revolviendo el armario completo.

—¿Qué hacías? —preguntó el ojiverde cortante, volviendo a su tarea de cortar y pegar.

—Hmm, buscando cosas —contestó con simpleza.

—¿Y para eso tenías que revolver todo? Draco, puedes preguntar, y lo sabes —dijo con el mismo tono de voz antes usado.

—Sí, pero, uh, no sé si... —dijo nerviosamente jugando con los anillos de sus dedos.

—Sólo dilo, por Dios — rodó los ojos.

—Hmm, bien... Tú sabes... ¿Tú sabes dónde está la última caja de condones que compré?

El castaño lo volteó a ver desconectado, ¿para qué carajo quería su novio una caja de condones?

—¿Para qué o qué...?

—Bueno, verás... Hoy Blaise me habló, y dijo que quería hacerle una broma a Theo, de poner condones inflados y llenos de cosas raras en su auto —explicó, sentándose a un lado de Harry, éste sonrió ante la loca idea de su amigo y asintió, comprendiendo.

—Están en el baño, detrás de las pastillas.

—Gracias, cielo —el platinado se acercó al ojiverde y besó ruidosamente su mejilla. Harry sonrió tontamente, se regañó mentalmente, no, no debería de sonreír, estaba enojado con Draco.

Su novio fue directamente al baño, después de tomar todo se asomó por la puerta para avisar que saldría un rato a hacer tal broma con Blaise.

Harry suspira, toca su vientre abultado, arregla los anteojos redondos y negros, pensando en que otra vez se quedó sólo.

El teléfono fijo comenzó a sonar, con toda la pesadez del universo se paró, bajó las escaleras y contestó.

—¿Sí?

—¡Harry, hijo, bebé! —estaba claro que era su madre.

—¿Qué pasa, mami? ¿Algo anda mal? —cuestionó, frunciendo sus delicadas cejas.

—No, nada, llamaba para preguntarte si podías hacerme un favor, Hannie.

—Claro, má, te escucho.

—Necesito que cuides por una semana a Melissa, las chicas y yo iremos a Londres a ver unas cuantas cosas, uh, ella tiene que quedarse por unos exámenes, ¿puedes?

Aceptó, cuidar a una adolescente de 17 años no sería tan difícil, ¿o sí?

—Claro que sí, ¿Cuándo sería? Para que arregle la habitación en la que estará.