[Capítulo 2]

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Me miraba divertido y eso de veras me molestaba. No lo conocía, no le había visto en los pasillos, ni nada de nada. Además ¿quién se creía para reclamar una recompensa por el simple hecho de haberme entregado la daga?

—¿Recompensa? ¿A qué te refieres?

— Soy nuevo aquí y...

—¿Y qué quieres? ¿Qué te dé un tour? O no, espera —hice una pequeña pausa—¡El señor quiere que le muestre las porristas! Lamento informarle que no soy guía turística.

Su paso se vio apresurado en mi dirección, me quedé en el mismo sitio donde estaba parada hace 4 minutos, con mi compostura bien puesta en su lugar y con toda la indiferencia del mundo brotándome por los poros.

—Te invito a un café—Dijo acercándose.

—No gracias— le dediqué una sonrisa fingida.

El chico se acercó más a mí, quedando sus labios de los míos sólo a centímetros, sentí su aliento sobre mi rostro puesto a que es más alto que yo ¿1.80? No sé, sé que es lo suficientemente alto como para que mi cuello duela echado atrás. ¿Qué quiere? ¿hacerme sentir inferior? ¡Pues no!, no me da miedo. Es tan... ¡ridículo todo esto!

—Entonces invítame tú.

—Perdón!?

—¿Que parte de invítame tú, no entendiste? —sus ojos se cruzaron con los míos.

—No entendí la parte en la que te tomas muchas atribuciones —soltó una carcajada y luego busco nuevamente mi mirada.

—¿Que parte de invítame tú no entendiste?

—¿Estas rallado? —con mi dedo índice colocado en su frente lo empuje levemente atrás—Mira no sé quién eres, así que no tengo motivos para invitarte a un café, ni mucho menos.

—A ver, Luna, te he hecho una pregunta.

—¿Luna? A ver, Playboy, no tengo tiempo para jueguitos absurdos ni coqueteos sin sentido, así que me voy.

—No creo que sea la mejor...

No sé qué fue lo que dijo, mientras hablaba yo me dirigía a la cafetería, al parecer hoy no era mi día y definitivamente no lo era. Antes de llegar a la cafetería me percaté de que el señor director estaba sentado en una de las mesas frente al campus, ¿A caso no debería estar en el salón de clases? Si llegaba allí creo que no tendría escusas para no ser suspendida. Así que no quedaba de otra, debo volver por el camino en donde había dejado hablando sólo al chico de ojos café.
Rezo para que no esté por los alrededores del pasillo, no tengo ánimo para pasar por otra absurda conversación. ¡Bien! Sólo falta la esquina por la que me aparté para saber quién me seguía, luego de llegar allí me detuve y eché un vistazo al pasillo y en ese instante el timbre sonó. Comenzaron a salir de los salones cada uno de los estudiantes y el pasillo se inundó de personal escolar; ¡Qué asco! No vi por ningún lado a aquel chico, del cual no sabía aún el nombre ¿y que me importaba?, total, no creo que lo vería más. Me giré y vi a Natasha por el pasillo opuesto, por lo que caminé en su dirección.

—¡Así que lo has pensado mejor!

—Nat no comiences— rodeé mis ojos.

—Tranquila, no haré nada que te haga cambiar de opinión. Cambiando el tema, creo que debemos ir de compras.

—¿Otra ves?, no te cansas de tener ropa y no saber dónde meterla.

—Cariño no es para mí.

—¿Ah no? ¿Te has dignado a comprarle ropa a los mendigos? Vaya Nat, no me lo esperaba.

OJOS CAFÉ ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora