La vida de Noah Andrews había estado marcada por dos emociones. El amor y el dolor de la pérdida. Al menos, así era como él lo recordaba, si analizaba todos los años de su larga existencia.
A diferencia de muchos de sus conocidos, Noah conoció el amor desde el mismo instante de su nacimiento. El amor había llegado a él sin buscarlo, sin anhelarlo, sin ni siquiera ser consciente del significado de aquella emoción. Podía decir, sin temor a equivocarse, que él había sido un afortunado.
No recordaba la primera vez que vio a Nicole Blackwood, porque en todos sus primeros recuerdos ella estaba presente. Años más tarde, cuando sus caminos se distanciaron, Noah comprendería que Nicole era parte de su propia naturaleza. Aún sin poder verla o tocarla, aún teniéndola a cientos de kilómetros de distancia, él sería capaz de sentir su aroma a lavanda colmarle. Y en momentos como ese, se alojaría en sus recuerdos.
Nicole fue la protagonista indiscutible de su niñez, de sus primeros pasos y sus primeras palabras, de los juegos en las lindes de los bosques, de su camino hasta la pubertad y la edad adulta. Si lo pensaba, ella se colaba hasta en sus sueños, donde encontraba una y otra vez sus ojos grandes y verdes, tanto como los frondosos valles donde ambos crecieron.
No obstante, sí recordaba el momento exacto en el que se dio cuenta de que Nicole era especial, con la corta edad de ocho años. Aquel momento se grabaría en su memoria con una mezcla de sorpresa y orgullo. Era verano y la tarde comenzaba a caer, lenta y húmeda, después de un largo día en los lagos de Mystic Hollow. Noah se secaba en la toalla y desde su posición observaba al resto de niños de la manada jugar, escuchaba sus bromas y una parte de él sentía cierta envidia.
—¿Por qué no juegas?
Nicole apareció de pronto en su campo de visión, con las trenzas castañas revueltas y húmedas y los ojos verdes entrecerrados, estudiándole con suspicacia. El sol del atardecer la iluminaba y al mismo instante oscurecía su rostro, despuntando las hebras rubias de su cabello. Noah sintió que algo pesado le caía en el estómago y como era habitual, tardó unos segundos en volver a tener la capacidad de hablar.
—No me apetece.
—¡Sí te aparece! —Nicole tiró a sus pies las piedras de distintos colores que había encontrado en el lago—. Mira, tienen magia y te ayudan a hacer amigos.
—Yo ya tengo amigos —bufó Noah, frunciendo el ceño. Sin embargo, bajó la mirada a las piedras—. Y no son gemas mágicas.
—Vale, tienes amigos —Nicole rodó los ojos—. Pero Gabriel ya se ha ido a casa y si tú no vienes a jugar yo tampoco voy.
Noah mitigó un segundo bufido, cogiendo una de las piedras entre sus dedos. Gabriel Woodville era su mejor amigo, el único ángel a kilómetros a la redonda, a excepción de Valeria Lancaster. Pero Valeria era una chica, así que era diferente, como también lo era Nicole.
—Pero tú sí quieres jugar con ellos.
—Yo quiero jugar contigo —Nicole se sentó a su lado en la arena, increíblemente sincera—. Y tú quieres jugar con ellos.
Noah la miró a su lado, tratando de ocultar su evidente fascinación. A diferencia del resto de niñas del clan, a Nicole no le importaba embadurnarse de arena, tierra o fango, y decía todo lo que se le pasaba por la mente, con una seguridad y decisión que él encontraba envidiable y ligeramente molesta, porque siempre le dejaba sin palabras.
—Será divertido —Nicole se inclinó hacia él y las trenzas le cayeron hacia delante. En sus ojos verdes se reflejó un destello de diversión—. Podemos compincharnos y hacer alguna trampa.
Noah tuvo que esconder una sonrisa. Sabía que si iba con Nicole le aceptarían en el juego, aún sin tener un apellido notorio o siendo parte de su sangre humana. Además, el tiempo que pasaba con ella lo atesoraba con celo. Era, probablemente, lo más importante para él. Más que pescar peces o cazar ranas. Más que ganar cualquier juego o pequeña apuesta. Por supuesto, ese secreto jamás saldría de sí mismo.
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Nunca fuiste mío (LA GLIMERA #2)
WerewolfNoah Andrews es un lobo solitario y ciertamente rebelde, ajeno a la alta sociedad aristócrata de La Glimera y el submundo sobrenatural que representa. Durante los últimos dieciocho años de su vida, Noah ha renegado de sus orígenes y centrado su don...