NOAH
A diferencia de la mayoría de sus conocidos, la rutina era uno de los mejores aliados en la vida de Noah Andrews. Al menos, así había sido durante los últimos dieciocho años de su existencia.
Existencia.
No había otra palabra que pudiese definir el estado neutral y aletargado que envolvía todos sus días. Realmente, debía realizar grandes esfuerzos por rememorar incluso la última vez en la que se sintió vivo.
Quizá fue durante las últimas lunas llenas, cuando los instintos más primitivos de su ser se hacían visibles, se permitía adentrarse en los bosques y ser un salvaje, como su naturaleza así lo reclamaba.
Quizá las noches que no pasaba solo, por un breve instante, mientras el clímax del sexo hacía acopio de su cuerpo.
Quizá muchos meses atrás, cuando su vida volvió a dar un vuelco y después de diecisiete años de búsqueda, su hermana apareció.
O quizá la última vez que ella estuvo entre sus brazos, mucho más tiempo atrás, tanto que los recuerdos comenzaban a ser borrosos.
Durante años sus días se arremolinaron difusos, uno tras otro, sin mayor cambio que situarse en ciudades diferentes. Tenía pesadillas, se despertaba a mitad de la madrugada y recorría cientos de kilómetros, siguiendo las pistas de un nuevo caso que nunca le llevaba a lo que realmente le importaba, su hermana pequeña. Desde que Grace apareció, su rutina se había vuelto ciertamente extraña, sin un rumbo fijo.
En ese instante sentía el frío del amanecer calarle hasta los huesos, mientras las primeras luces del alba despuntaban en el horizonte y se reflejaban en las aguas de los Grandes Lagos. Era primavera y, sin embargo, el hielo se mantenía adherido a esos valles como un témpano irrompible.
Aquel día no era muy distinto a los demás, las pesadillas le habían despertado de madrugada y tan solo un par de horas más tarde, la llamada había llegado. En esta ocasión el cuerpo había aparecido en una zanja de difícil acceso, en medio de uno de los parajes naturales de los bosques Huron-Manistee, en el estado de Michigan. Fue un cazador quien dio el aviso y ahora, casi dos horas después, el asunto llegaba al FBI. Después de tantos años en aquel puesto, había creado una gran red de contactos para que ciertos asuntos fuesen a él directamente.
Noah respiró hondo y dirigió sus pasos hacia la zona acordonada. La policía del condado de Manistee, la científica y su subordinada, Allison Coleman, ya estaban allí.
—Llegas tarde, Andrews.
—Buenos días, señorita Coleman.
—Ya empezamos —Allison rodó sus ojos verdes y le dirigió hacia el cuerpo—. Varón, menor de...
Noah había dejado de escucharla. Se agachó en la zanja y observó el cuerpo inerte que tenía frente a él. Se tratada de un niño, no podía tener más de doce años. Tenía la tez ligeramente oscura y sus ojos miraban hacia el cielo, ahora envuelto en nubarrones. Su boca se abría a un ambiente cargado de humedad, en una mueca grotesca. Probablemente había muerto gritando.
—¿Qué ha dicho el cazador?
—Sus perros encontraron el cuerpo casi de madrugada, lo olieron a kilómetros a la redonda —Allison se colocó a su altura.
—Olieron al atacante —dedujo Noah, al percibir un hedor muy tenue en el niño, poco significativo y ligeramente avinagrado—. El niño era un híbrido, gran parte de su sangre era humana.
—¿Qué hueles en él?
—Nada especial, pero con trazos de vinagre.
—¿Vinagre? —Allison torció el gesto, asqueada—. ¿Es su olor natural?
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Nunca fuiste mío (LA GLIMERA #2)
Hombres LoboNoah Andrews es un lobo solitario y ciertamente rebelde, ajeno a la alta sociedad aristócrata de La Glimera y el submundo sobrenatural que representa. Durante los últimos dieciocho años de su vida, Noah ha renegado de sus orígenes y centrado su don...