A las afueras

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Era otra de esas noches, pensó mientras se acomodaba frente a la grieta del comedor y acercaba su plato de comida a su regazo. Suspiró y miró al frente, esbozando una pequeña sonrisa que contrastaba con su triste mirada. Añorando estar junto a ellos, volver a compartir el mismo espacio y conversar sobre lo mucho que los amaba.

Bruno se había acostumbrado a esa vida, 10 años fueron más que suficientes para que su rutina diaria le mantuviera ocupado, y si en algún momento flaqueaba, esos vistazos a su familia le daban la motivación para seguir levantándose cada día.

Sin embargo había días en donde prefería quedarse recostado, y escuchar los pequeños chillidos de las ratas que le hacían compañía. "Ojalá hubiera una forma de cambiar el destino" se decía mientras le daba una mordida a la galleta que consiguió y que por el momento, representaba su desayuno.

Recordaba cada predicción que hizo, y cada una de ellas se cumplieron sin falta, así que saber que algo malo sucedería, sólo le daba pesadillas. Casita sabrá sobre su terrible destrucción? Habrá otra forma de evitar o posponer lo que vió? Era lamentable que nadie pudiera dar esa guia cuando te revelan el don...

Cansado de pensar demasiado, se levantó y luego de asearse, salió de su escondite. Atravesó túneles que seguro nadie conocía de su hogar y que afortunadamente tuvo el tiempo suficiente para explorar. Encontró un conveniente camino que lo llevaba a las afueras del pueblo, en dónde no podría asustar a nadie. Era eso casualidad? O era Casita dándole esa ventaja? Lo mejor era no pensarlo demasiado, salió tocando madera y haciendo cruces con los dedos, rogando que nadie lo viese.

Una vez fuera, miró el hermoso paisaje y a lo lejos el valle en donde se escondía el encanto. Cerró los ojos un momento disfrutando del aire puro y el pacífico sonido de la naturaleza. Sus ratas no solían acompañarlo tan lejos, pero siempre había sido amado por los animales, cuando menos se dio cuenta ya tenía ardillas sobre sus hombros expresándole su cariño. Acarició a una de ellas y entonces partió. Había un lugar de donde solían extraer arcilla para sus casas, así que con eso podría cubrir algunas de las heridas que sufría su hogar, así que se dirigió a éste, con cuidado de no toparse con nadie del pueblo.

- espero que Luisa no esté aún por aquí, tengo un par de horas para regresar sin que ella venga por algún encargo- se dijo a si mismo, podía presumir que había aprendido algunas de las rutinas de trabajo que realizan por el pueblo. Empezó a caminar con prisa conciente del poco tiempo que tenía.

Al llegar al lugar, de inmediato se puso a trabajar, no tenía tiempo que perder.
No había terminado de recuperar el aliento por la caminata, que decidió empezar a llenar sus cubetas.

Había pasado al menos una hora desde que había llegado, cuando a lo lejos, de pronto, escuchó la voz de alguien acercándose. Supo entonces que había llegado el momento de retirarse. Sin embargo los nervios lo traicionaron de nuevo, o era la falta de alimento y descanso, cuando quiso levantar todo lo que había reunido se sintió sin fuerzas y cayó de bruces.

Normalmente podría hacer varios viajes para llevar su carga, pero al notar aquella presencia, se apresuró a no dejar rastros, pero todo había salido terriblemente mal.
El dolor de la caída poco le importó al darse cuenta que de pronto le estaban ayudando a levantarse. Rápidamente ocultó su rostro con su capucha y evitó cruzar miradas con el desconocido, hasta que escuchó su voz y la identificó de inmediato.

- señor, ¿se encuentra usted bien? Puedo ayudarle a llevar eso. - Comentó el joven.
Bruno negó con la cabeza y trató de contestar lo más amablemente posible.

- no, muchas gracias. - respondió mientras se soltaba del agarre y se dio la vuelta para darle la espalda, definitivamente debía evitar hablar más o el otro comenzaría una conversación, no quería conversar, hace mucho que no lo hace! Trazó con la mirada el camino de vuelta, y luego de pensarlo un poco sólo se despidió de la mejor manera que pudo.

-... Bye!- dijo mientras sus pies ágiles hacían que se alejara lo más rápido que podía.

- E-espere! Soy Mariano señor, bueno en el pueblo nos conocemos todos así que creí que no era necesario presentarme. Lo siento si lo asusté. Sólo pensé que necesitaba ayuda! - Ya sabía quién era, el prometido de su sobrina! Debía de salir de ahí, o eattaba seguro de que él le contaría a su familia que estaba allí. Sentía su cuerpo tensarse por el miedo.

Mariano lo observó con curiosidad y al observar que había dejado sus herramientas de trabajo, decidió levantarlas y seguirlo.

- Espere! Dejó sus materiales aquí! - dijo mientras trataba de alcanzarlo, no le tomó mucho tiempo para llegar a su lado y caminar junto a él. - le ayudaré llevando sus cosas. No se preocupe, no soy tan fuerte como Luisa, pero puedo con esto.- dijo con algo de orgullo en su voz.

Bruno estaba horrorizado, no sabía cómo sacarse de encima al impertinente novio de Isabela, y tampoco podía guiarle hasta la entrada de sus túneles.

El día estaba pasando y al no tener alternativas el mayor dio varias vueltas por los montes evitando acercarse a Casita.

- sería mejor que me dejes, aún estamos lejos de mi lugar y no puedo hacerle perder más el tiempo.- dijo con algo de impaciencia.
Mariano miró a su alrededor y notó que habían estado caminando varias horas en silencio. "Quizás esté perdido" pensó con preocupación.

- no tema señor, y si llegara a hacerse de noche, puedo acogerlo en mi casa...-
- NO!!- respondió de inmediato Bruno, levantando la voz por primera vez desde que se encontraron. - digo, no es necesario... Sólo deja mis cosas ahí, y yo me las arreglaré.-

Mariano se entristeció al escuchar eso, era eso señal de que lo estaba molestando? Sin embargo dejar a alguien que parece desorientado, con sus cosas en medio de la nada... Eso no podría perdonárselo.

Decidido a llegar hasta el fondo de esto iba a contestar que lo llevaría a casa de los Madrigal, si alguien podía ayudarle eran ellos. Cuando sin siquiera haberlo planeado, las cosas se pusieron de lado del de verde.

Una gran nube oscura de tormenta empezaba a rodear el pueblo, anticipando una lluvia torrencial. Eso era cosa de Pepa, algo la había alterado. Bruno pensó que era la oportunidad perfecta para dejar atrás a Mariano así que mientras el ambiente de oscurecía se empezó a ocultar entre los árboles.

- Demonios! - masculló el joven y al voltear para asegurarse de que su acompañante estuviera bien, se percató de que había desaparecido.

Perdido en el EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora