En el hogar

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Bruno huia a gran velocidad, esquivando las quebradas y riachuelos del camino, vio a lo lejos la entrada a uno de sus túneles que llevaba a una de a su torre. Aguantó la respiración mientras pasaba por él y con temblor en las piernas por el esfuerzo, caminó lo más rápido que pudo hasta el otro lado. Al llegar puedo por fin respirar y relajarse. Miró hacia atrás para asegurarse de no haber sigo seguido. Esperó unos segundos... No había ni un alma ahí.
Suspiró aliviado e ingresó a su antigua habitación.

Estaba tal y como la dejó: un desastre lleno de arena. Hizo una mueca de disgusto y resignación. Al menos hasta que su hermana se calme, podrá descansar un momento.

Mariano estaba empapado y llevaba cubetas con arcilla mojada. Abrió la puerta de su casa con un chasquido del cerrojo y saludó a su madre, quien le esperaba en la entrada con un gesto de seriedad, el cual cambió a uno de preocupación al verlo en ese estado.

- Hijo! Mi Mariano! ¡¿Qué te pasó?! - dijo al acercarse y revisar que no estuviera herido.

- Estuve buscándote toda la mañana! Recuerda que tienes una cita con la bella Isabella en una hora! No puedes llegar tarde.

- Continuó diciendo mientras apartaba de su hijo las cosas que llevaba consigo. - pero qué traes ahi? -

El joven se encaminó hacia el patio de su casa para dejar las cosas del extraño señor que trató de ayudar y miró un poco confundido a su madre.

- Mis disculpas madre, hoy quise encontrar un ramo especial de flores, uno que fuera único para Isabella. - se miró las manos entumecidas por el frio y con restos de material de construcción. Suspiró indeciso sobre terminar de contar su historia. - había visto unas que era tan hermosas como ella, con un aroma tan suave y elegante! Pensé que quizas le servían de "inspiración" - su madre entonces se acercó y le dio un beso en la mejilla. Satisfecha con la respuesta, no necesitaba que le dijera nada más.-

Los Madrigal tienen suerte de tenerte como pretendiente hijo, seguro harías feliz a cualquier mujer.-

Mariano sonrió aceptando los cumplidos, pero no podía dejar de distraerse con lo vivido en ese día. Se dirigió a su habitación pensativo. Estaba preocupado por el extraño y su destino. Sentía culpabilidad por no asegurarse de dejarlo en un mejor lugar. - habrá podido encontrar su casa? O se habrá pedido en el bosque?! - miró por la ventana y por un minuto pensó que debería volver para buscarlo.

- Mariano!! No puedes llegar tarde! - la voz de su madre de escuchó y lo hizo reaccionar.

Empezó a alistarse con rapidez tratando de llevar su mente a la imagen de la chica que amaba para poder alejar la del pequeño hombre, delgado y frágil... Sacudió la cabeza y buscó una foto de la chica más hermosa del pueblo para olvidarse del camino que estaba trazando su mente.

Una bella canción se escuchaba a lo lejos, las voces animadas dentro de Casita se hacían escuchar y contaban una historia de amor.

Hasta que la canción fue interrumpida por la voz furiosa de Pepa. Bruno escuchó que ella y su madre se acercaban a su puerta y empezó a cruzar de nuevo los dedos de sus manos. Incluso podía parecer que había dejado de respirar. Cerró los ojos esperando que se fueran pronto. Entonces pudo escuchar lo que habia puesto tan nerviosa a su hermana.

- No! No estoy de acuerdo mamá! Porqué debe de casarse con Isabella? Mi hija Dolores se merece que le busques un marido también! Tienen la misma edad! Puede darte muchos nietos y siempre ha sido fiel y obediente a la familia! - refunfuñaba mientras se escuchaban sus pasos por el pasillo.

- Pepa, no vamos a discutir esto otra vez, hiciste lo mismo cuando les otorgaron sus puertas! Y hasta que no vea a otro muchacho decente y confiable, Dolores tendrá que esperar! - respondió de inmediato y con autoridad, normalmente nadie podría responder a sus decisiones, pero Pepa era diferente. Ella iba a luchar.

- Exacto! Ya hiciste de Isabella la primera nieta en recibir su don, ahora haz que Mariano se case con mi hija! Es lo justo!-

- Pepa! No puedo hacer eso, no te comportes como una niña! Además la señora Guzmán también está de acuerdo con comprometer a su primogénito con Isabella, será lo mejor para ambas familias!

- el rostro de Pepa enrojeció de ira, la nube a su alrededor seguía creciendo sin parar.

Felix apareció detrás de su esposa, la abuela al verlo le hizo una señal con una mueca, el otro no entendió hasta que vio que señalaba a la peliroja. De inmediato la tomó de la mano y le empezó a dar un masaje. El rostro de Pepa se relajo pero su pie seguía martillando el suelo con impaciencia.

- Pepi, cariño... Vamos. Te tengo preparado tu té preferido, podemos conversar sobre todo lo que gustes, ven conmigo..- le susurró tratando de calmarla, algo en lo que se había vuelto un experto. Pepa adoraba la voz de su esposo. Al escucharle hablar cerró los ojos pero al darse cuenta de lo que estaban haciendo le dirigió una mirada severa. Sin embargo no podía permanecer enojada por más tiempo, era conciente del desastre que estaba provocando.

- ¡Mamá! ¡esto no se ha acabado! - Dijo mientras se retiraba a su habitación seguida del moreno.

Bruno pudo escuchar todo aquello, y lamentaba pensar que de seguro la pequeña Dolores, como recordaba decirle, también lo había escuchado. Su pobre sobrina... El futuro que vio se estaba cumpliendo, y gracias a esa conversación confirmó que ella tendría que sufrir ese desamor.

Al escuchar que los pasos de su madre de alejaban del segundo piso y el silencio empezaba a reinar, entonces por fin pudo dejar salir el aire que estaba conteniendo en sus pulmones. Abrió lo ojos y miró a su alrededor. Todo era tan lamentable... salió con cuidado, y se encaminó al cuadro que marcaba el ingreso a su escondite.

Perdido en el EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora