En el pueblo

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Bruno no podía dejar que él pronunciara su nombre, no ahí. Imitó el gesto del otro y también tapó la boca del joven con sus manos. Sus ojos suplicaron su silencio, lo cual afortunadamente fue captado. Mariano no se esperaba esa acción pero entendió que no sería fácil llegar al fondo del problema sólo exigiendo respuestas.

Lentamente se soltaron el uno al otro y suspiraron agotados por la tensión que se había formado en ese breve instante. Pasaron algunos segundos y Bruno intentó volver a huir. Mariano pudo reaccionar a tiempo para tomar su brazo e impedirlo.

- Escuche, entiendo que no podemos hablar aquí... así que le ofrezco mi casa de nuevo. - dijo con una seriedad que ni él mismo reconocía. - no voy a aceptar un no por respuesta. - terminó diciendo.

Bruno lo miró de nuevo e instintivamente se abrazó a si mismo buscando la protección que su mente necesitaba. Agachó la mirada derrotado y haciendo un sonido de resignación aceptó.

Sin embargo tenía algo más que decir:
- tú ganas, hablaré contigo. Pero nadie debe verme, nadie debe de saber de mi, ¿entiendes?. - Mariano sonrió satisfecho, aunque no tenía idea de sus propias intenciones, estaba conciente de que fue guiado por su curiosidad y el misterio andante que representaba Bruno Madrigal.

- Además...- agregó el mayor. -  no iré a tu casa. - dijo tajante.

- Q...que?! P...pero no podemos ir a ningún otro lugar! Y mucho menos quedarnos en medio de la nada! Es peligroso y...

-Hey!- interrumpió el mayor.- tranquilo  Mariano, estoy acostumbrado. - comentó un poco más tranquilo, al sentir que volvía a tener el control de la situación. - Y tampoco nos pasaremos toda la noche aclarando cosas. Después de todo no es tan complicado. Te contaré lo que quieras saber, me pedirás que vea tu futuro, tú me odiarás seguramente, luego me olvidarás, volverás a tu vida normal, te casarás con mi sobrina y tendrás muchos hijos...pero debes esperar aún! Son muy jóvenes los dos! Hazle caso a un viejo, en este pueblo el tiempo les va a sobrar.-

Mariano estaba sorprendido de lo mucho que el otro había empezado a hablar, sobretodo de su tono de voz y su imagen en general. No era el hombre tenebroso del que el pueblo murmura.

- Sabe lo que tengo con Isabela?! Cuantas cosas sabe sobre mi?! - exclamó intrigado.

Bruno comenzó a caminar con la rapidez que lo caracterizaba rumbo al pueblo nuevamente, evitando responder más preguntas. A veces olvidaba que el mundo teme que muchas veces él supiera más de lo que ellos quisieran mostrar.

Sería eso también parte de su don? Ni él mismo lo comprendía.

-Entonces a dónde iremos? - dijo siguiéndole por detrás.

Bruno no contestó, se escondió detrás de una esquina vigilando que no hubiera personas en la acera, antes de llegar a la calle principal desde donde se desvió entre los callejones, con una maestría que no era propia de alguien enclaustrado.

Volteó a ver a Mariano antes de continuar.
- No te pierdas, trata de pisar en donde yo lo haga y no perderás el camino.-
Mariano se quedó tan impresionado por esa repentina confianza que sintió un escalofrío.

Esos ojos tristes, apagados y huidizos, ahora brillaban con un verde intenso. Bruno sacó un puñado de sal de un frasco que llevaba en el bolsillo, y lo lanzó sobre su hombro.

Así emprendieron camino, se adentraron entre callejones desconocidos para la gente común, por un camino que sólo el mayor podía ver, oculto por una intensa neblina que empañaba la vista de Mariano, por lo que asustado por la situación se apresuró a obedecer las indicaciones que el otro le había dado.

Por otro lado los miembros de la familia se habían reunido en el comedor, Mirabel estaba lista para la típica cena en donde todos contaban cómo les había ido en el día, así que ansiosa por las novedades se sentó en su lugar a escuchar atentamente.

Perdido en el EncantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora