4. Practicando Ejercicios.

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Capítulo cuatro.

—No mamá, ella no es mi novia, la considero mi mejor amiga.

—Oh, disculpa mi niño, te pregunte porque es la primera vez que traes una chica a casa—me respondía mi tutora giñando su ojo.

La chica que se encontraba a mi lado permanecía en total silencio, solo sostenía mi mano y cuando mi madre me preguntaba algo sobre ella simplemente me apretaba, no comprendía porque lo hacia, yo lo interprete como nervios.

—Solo pido que te cuides, nada de carreras ilegales, ni acrobacias en el parque acuático y por favor nada de insinuarte a chicas desconocidas—habló mi madre mirándome a los ojos.

—Si jefa—le respondí con tono seco.

Mi madre siempre me quita lo que más me gusta, me tiene en una burbuja de cristal, siempre me trata como si fuera un niño, es verdad tengo quince años pero a mi edad tengo la mentalidad y la madurez necesaria de un chico de dieciocho, sin embargo por mis locuras siempre era eso, un niño.

Mientras observo como mi madre se marchaba hacia su habitación le hable a Mónica.

—Puedes coger del refrigerador lo que quieras, yo me conformo con la fanta de limón.

—Vale guapo—me responde la chica mientras caminaba a por su merienda.

Todas las tardes después de la escuela tengo  la costumbre de ponerme hacer ejercicios, así mantenía mi cuerpo atlético en forma, caminando rumbo a el gimnasio de mi casa le comento con tono dulce a la chica que yacía en la cocina.

—Rizos de oro estaré en el gym, si me necesitas ya sabes donde estoy.

—Espera un segundo, antes de que te marches repondeme una pregunta,¿dónde queda ese sitio?, lo pregunto porque esta casa es inmensa, me perdería rápido—ríe Mónica.

—Vamos conmigo entones—le dije mientras la tomaba por el brazo.

Mi tío siempre me dijo "antes de realizar cualquier ejercicio lo primero es calentar tus músculos", yo siguiendo el consejo de mi tio caliento todas las partes de mi cuerpo, sin embargo no me concentraba del todo viendo como la rubia se me insinuaba inclinado su cuerpo hacia delante, dejando ver un poco su ropa interior.

—Esa lencería te queda genial—le comento a la chica mordiéndome los labios.

—¡Oh que vergüenza!—me exclamaba la chica apenada.

La joven no sabía decir mentiras, se que era falso la forma como se expresó, a parte yo más que nadie supe que lo hizo a propósito, ella se encontraba al frente de mi fingiendo que estiraba su cuerpo, sin embargo no le comente nada y seguí enfocado en le estiramiento.

En las abdominales necesitaba un ayudante para que me aguantará los pies, así evitaba que los mismo se movieran, una fuerza externa seria de gran ayuda para mi.

—Oye, tu, rubia, fea—no se porque intentaba sacar de sus casillas a mi amiga.

—¿Qué quieres guapo?—me preguntó amablemente la muchacha.

—Necesito que aguantes los pies, con tu ayuda lograre realizar el ejercicio perfectamente.

—¿No te gustaría que te sujetara otra cosa?—pregunta nuevamente la rubia de pelo rizado pero esta vez riendo.

—No, solo somos amigos—así soy yo de odioso.

Una chica hermosa con un grandísimo cuerpo se me insinuaba y mi respuesta seguía siendo la misma" no".

Sinceramente no tenía ninguna intención con mi mejor amiga, ella por su parte siempre buscaba la ocasión para decirme una proposición indecente, sin embargo me negaba rotundamente, en ese momento mi corazón no amaba a nadie, solo estaba para disfrutar mi niñez al máximo, "soy un niño para tener novia", esa frase siempre me la dice mi padre en sus largas charlas de la vida.

Me encontraba sentado en le suelo con los pies juntos, la chica me sostenía las piernas en un ángulo de cuarenticinco grados. Mientras subía y bajaba noto como sus pezones estaban apoyados en mi tibia.

—Odioso vas por ochenta flexiones — comentó la joven secando el sudor de mi frente.

Y si la beso, no Danny eso no,

Ignorando ese pensamiento seguí haciendo flexiones, ya mi cuerpo se encontraba sudoroso,  por debajo de la ropa corrían las gotas de sudor muy rápido, la sudadera que llevo puesta estaba totalmente empapada por eso decido quitarmela.

—Dan en serio adoro tu cuerpo—me comentaba pelo rizado recorriendo mi cuerpo con su uña.

—Gracias guapa—le agradecía el piropo.

Sin decir otra palabra la chica se sube encima de mi, sus nalgas caen justamente arriba de mi verga y empieza a moverse como si estuviera bailando una canción.

—¿Qué se supone que estas haciendo?—tranquilamente le pregunté a la joven.

—Silencio, solo disfruta el momento—me susurraba al odio.

Esa hermosa rubia encima de mi y sus nalgas rozando mi verga comenzaban a pasarme factura, podía sentir su respiración agitada en mi cuello, estábamos prácticamente follando con ropa.

La Historia De Dan (En Proceso).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora