A Martina le temblaron las piernas. Cayó de rodillas. Dejó resbalar la pistola por su mano, hasta el parqué del suelo. Jorge la miró, sorprendido. Luego miró a Clara. Le tomó el pulso, que cada vez iba a menos. Estaba muerta.
- Dios mío… -Martina empezó a llorar. – he matado a una mujer…-La voz le temblaba y la respiración se le empezó a entrecortar. A Jorge parecía que ese estado no le sorprendía. Él había matado demasiado. Y parecía que, para Martina era la primera vez. Jorge se arrodilló a su lado.
- Shh… tranquila… - le frotó los brazos y la abrazó. – Eeehh, lo tenía merecido.
- ¿Por… qué… no te… sol… taste… de su bra… zo? ¡Es u… na mu… jer! Eres… mu… cho más… fu… erte… - dijo sollozando. Casi no se le entendía, pero Jorge sacó conclusiones de sus palabras sueltas.
- No sabes lo entrenada que está Clara. Además, estaba desarmado, si me libraba de su brazo, me dispararía igualmente. - Martina lo abrazó fuerte.
- Nunca… más… - murmuró contra su hombro.
- ¿Nunca más qué? – dijo besándole la frente.
- Nunca más me des este susto… - le cogió la mano y se la puso sobre un pecho. El corazón le iba a mil. Después de unas decimas de segundo más tarde, Jorge se dio cuenta de lo que estaba tocando. Y no tardó en reaccionar. Le acarició la teta. Su respiración se agitó. Aún en una situación así, a Jorge hubiera gustado tranquilizar a Martina a base de caricias, besos… y mucho más. Sintió como el pezón se le erectaba entre sus dedos. Martina se apartó. Aun con la respiración más parada. Tenía las mejillas húmedas, los ojos color cafe inundados en una capa de lágrimas y… y a pesar de ello, un precioso rubor le cubría la cara.
-Jorge… - murmuró. Quería levantarse pero sus piernas aún no le respondían. Él lavmiró apenado.
- No te creas nada de lo que Clara ha dicho.
- No lo he hecho… yo no pienso eso de ti.
El corazón de Jorge se aceleró. ¿Por qué mierda siento esto? Martina no era una de esas chicas malas… Martina no era una cualquiera. Martina era dulce. Pero… ¿y si volvía a suceder lo de Stephie? Estaba claro que ella no pertenecía a una mafia rusa. Pero… ¿y si se volvía a enamorar? No… no, joder. Jorge Blanco nunca había estado enamorado. Nunca. Y Nunca lo estaría. Stephie solo había profundizado algo más. Unos cuantos te amo sin sentido… que no significaban nada, ni para él, ni para ella. Miró a Martina . No se parecía nada a Stephie … ella era diferente. Era… Especial. Después de tres manzanillas, Martina se sentó al lado de Jorge, a ver un poco la televisión. Ruggero había vuelto hacia una hora… se había quedado en el pueblo y no había vuelto hasta las once. Él se ocupó del cuerpo de Clara, después de contarle todo lo que había sucedido. Jorge y Martina volvían a estar solos. Ella ahora más calmada. Apoyó su cabeza en el hombro de él.
- ¿Te importa? – murmuró, mirándolo.
- Claro que no. – sonrió.
Jorge sonreía poco. Ella ya había dicho que no demostraba mucho sus sentimientos. Pero cuando lo hacía sinceramente, era guapísimo. Ella suspiró profundamente.
- Espero que esto no te traume de por vida.
- Eso espero yo también. - Martina sonrió – supongo que cuando vuelva a mi vida, ya me olvidare de todo. -A Jorge se le congeló el corazón. Cuando vuelva a su vida… se olvidará de todo. Incluso de mí. Esas semanas que tenían que compartir… al fin y al cabo no significarían nada. Cuando Martina estuviera fuera de peligro, fuera del alcance de los secuaces de Donovan, ella podría volver a su casa. ¿Por qué coño me siento mal? Oh, Jorge..… ese hombre se podría tragar su orgullo de vez en cuando y ver un mirar un poco más, en su interior… para saber realmente y poder aclarar sus sentimientos, de una vez por todas. Él no creía en el amor, tampoco en la mujer perfecta para él, después de lo que pasó con Stephie. Pero a veces… todo eso lo tienes en frente. O quizás sentado al lado, con la cabeza apoyada en tu propio hombro. Martina se despertó. Las luces estaban apagadas. Estaba al lado de Jorge, y él dormía. Se separó un poco y lo observó. Solo la luz del televisor iluminaba para poder ver. Las facciones de su cara estaban relajadas. Su respiración era pausada y de su boca se escapaba algún que otro suave ronquido. El pecho subía y bajaba tranquilamente. Martina recapacitó. ¿Cómo había llegado a conocer un hombre tan guapo? Por que la habían secuestrado, porque unos tíos la perseguían para matarla… solo porque Alex le había ido detrás todo este tiempo y se la había llevado a su casa… porque él estaba obsesionado con ella. Y ahora se encontraba allí… en un lugar al que no pertenecía. No, no pertenecía… Se levantó lentamente sin despertar a Jorge . Se dirigió hacia su habitación y se puso una ropa que… que el mismo Jorge le había comprado ayer por la mañana. Se miró en el espejo. Los vaqueros apretados que Jorge le había hecho comprar… le hacían un culo grande. ¿Por qué se los había quedado? Solo porque a él le gustaban. ¿Por qué tenía tan en cuenta la opinión de Jorge?… Si él ni siquiera es nada mío. Se puso las botas y un jersey suelto que enseñaba un hombro. La verdad es que no era ropa apropiada para una huida, pero… pero nohabía nada más, aparte de más ropa de poca diferencia y el… el estupendo albornoz de Jorge. Encendió una lámpara, iluminaba poco, pero lo suficiente como para ver el llavero. Vio las llaves de un Jeep. Ese coche le iría de puta madre para conducir hasta la ciudad. Las cogió. Lo siento, Jorge. No echará de menos tal coche… tampoco me he llevado el Lamborghini. Salió del precioso chalet de Jorge sin hacer ruido y se dirigió hacia el apartamento donde estaba el Jeep, junto con un 4x4. Antes de que pudiera abrir la puerta del coche, alguien la cogió por el cuello y apretó algo contra su cabeza. Se le heló hasta la última gota de sangre.
- Como te muevas te vuelo la cabeza, hermosura. – dijo el hombre.
Tenía un cuerpo fuerte. Martina lo pudo ver reflectado en el vidrio del 4x4. Llevaba un pasamontañas e iba con un traje de licra negro. ¿Por qué todos los putos espías tenían que estar tan buenos? Pudo ver la penetrante mirada… de ese supuesto secuaz de Donovan. Sintió como aquel hombre le metía mano.
- Eh, ¿Qué mierda haces?
- Cállate, si no veras tu vida pasar en unos pocos segundos. – el asesino se apartó algo el pasamontañas y rozó el cuello de Martina con los labios, mientras que ella sentía su fuerte brazo apretarle los pechos. No pudo evitar gemir cuando sintió que le apretaba uno de los pechos. Metió la mano dentro del jersey… cuando Martina sintió el sueve tacto de los guantes negros sobre su pezón excitado, no pudo más. Le dio una patada en la espinilla. Para algo me habrán servido las clases de autodefensa. Y seguido… Un rodillazo en sus cataplines. El hombre gimió.
-Mierda , Martina. – esta voz si la reconoció, mientras él se retorcía de dolor. Martina le quitó el pasamontañas.
- ¿Estás loco o qué? – dijo histérica - ¿Es que quieres matarme de un susto? De veras pensé que querían matarme.
- Es que quieran matarte. – dijo Jorge – por eso quise darte un susto… ¿Por qué quieres escaparte?
- ¿Por qué me has tocado? – dijo Martina casi sin aliento. Estaba excitada… Jorge era único tocándola, debería haber sabido que era él.
- Te pregunté yo primero – dijo Jorge serio. La miró – vas demasiado provocativa, de veras, si yo hubiera sido un secuaz de Donovan… te hubiera follado sin piedad. – se relamió, riéndose.
- Ja-ja… como ayudan tus comentarios. – dijo Martina, sarcástica. – es que… es que siento que molesto. – dijo mirando hacia el suelo – este no es mi sitio. Jorge la miró preocupado.
- ¿Y crees que muerta, sería mejor? -Martina negó con la cabeza.
- Entonces deja que te proteja. – Jorge le dedicó una sonrisa tierna – Vivo para esto, no eres una molestia, de veras. – le acarició la mejilla. Martina sintió que esa caricia significaba algo más. Ya no era todo… picante. Ese tono, era tierno, cariñoso… quizás… ¿con amor? Oh, no por dios…Jorge no hacía nada por amor… ¿O sí?. Ella sonrió. Volvió a mirar a Jorge. Estaba tan sexy con ese traje de licra, negro, arrapado.
- ¿Te duele? – dijo mirando el paquete de Jorge.
- Claro. – dijo él ofendido - ¿Dónde has aprendido a dar tales patadas?
- Clases de defensa
- Quizás sí que no teí que no tendré que ocuparme de ti.-Martina negó con la cabeza. Casi por primera vez estaba hablando con Jorge, tan adecuadamente… Sonrió. Y no pensó con la cabeza, para entonces. Pensó con el corazón.
- Te necesito. – sonrió, los ojos le brillaron – Protégeme.