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La melodía ligeramente grave, inundaba la habitación. El rubio no sabía en que momento se habían desaparecido sus preocupaciones y mucho menos se acordaba de que estuviese acompañado, hasta que el pecoso se sentó al lado suyo, viéndolo a la cara. Kei en ese momento sintió sus mejillas arder, al darse cuenta del brillo en los ojos del menor y esas pecas que adornaban con dulzura su rostro.

Eso era un sentimiento totalmente nuevo para el menor de los Tsukishima, pero podría decir con claridad que le gustase que no acabara.

Mientras continuaba tocando la melodía que sabía de memoria debido a que la había compuesto él mismo, admiraba cada pequeño detalle del contrario, desde su cabello verdoso oliva, hasta sus delgados pero rosados labios.

Kei no había tenido relaciones serias, tampoco desconocía totalmente lo que era estar en una.
Él siempre fue abierto de mente y desde muy chico supo que era Bisexual por lo tanto había tenido aventuras tanto con hombres como mujeres, pero nunca había deseado con tanta fuerza y mucho menos, había anhelado el toque de alguien más.

Por otro lado, Yamaguchi era abiertamente gay, pero su actitud ingenua lo había llevado a encontrar personas que solo querían experimentar  con él, ya era algo que le causaba temor porque pensaba que podía volver a ser herido, sin embargo, desde su primer encuentro con el rubio no pudo evitar querer conocer más de este, quería saber los misterios de aquel chico,quería apaciguar esa forma ruda y defensiva de aquel rubio, pero para su desgracia eso era exactamente lo que había capturado su atención.

Cuando Tsukishima terminó de tocar la melodía, Yamaguchi solo pudo sonreír de oreja a oreja, de forma sincera. Se sentía contento de haber experimentado tantos sentimientos a través de la música, pero especialmente a través del chico mayor.

—eso fue genial Tsuki, eres fabuloso.— dijo totalmente sonrojado, al ver que había mucha cercanía entre ambos. Pero no se apartó.

—gracias— dijo casi en un susurro que ambos escucharon. — tus ojos... Son simplemente hermosos y brillantes, pecoso— soltó depronto y sonrió.

—¿eso crees? — dijo apenado para después soltar una risa algo nerviosa.

—eso pienso — sonrió totalmente tranquilo, mostrándose sincero con el contrario.

—gracias Tsuki— sonrió.

—no es nada pecoso... —suspiró y se apartó del chico, miró hacía su ventana y luego a su reloj. Ya eran más de las 4 así que si quería sus audífonos debía ir rápidamente a la tienda. (aunque claramente eso lo usó como una excusa mental para no lanzarse a esos labios rosas que tanto habían llamado su atención, pero no lo iba a admitir) —puedes volver cuando quieras, tocaré alguna otra melodía para ti o incluso podría mostrar como termina esta— ofreció al chico, para luego seguir hablando —¿quieres ir por los audífonos?— dijo finalmente.

Yamaguchi solo rió ante la notoria acción del rubio y habló.
—vamos rubio, esos audífonos nos esperan, ¿no es así?— dijo alegremente dándose cuenta de que aquel chico de gafas probablemente se sintiera de la misma forma que él.

Ambos salieron de la casa y se dirigieron a la tienda.
Al llegar buscaron unos audífonos que le gustasen al rubio, cosa que fue rápido, ya que solo buscaba unos de color negro pero Yamaguchi sin darse cuenta convenció al rubio de escoger unos negros con verde, pues sentía que no serían tan aburridos como si fuesen de un solo tono. El rubio solo rió y los compró, al salir de ahí, sin más que decir y sin pensar Yamaguchi habló.

—mierda, tengo hambre y frío, maldito invierno... Me congela hasta lo huesos—

El rubio lo miró y se quitó la chaqueta que traía puesta.
—ten, no quiero que por mi culpa termines resfriado— le pasó la chaqueta y siguieron caminando. —haré comida, si deseas puedes venir a comer en mi casa—

—lo agradezco... La verdad sí me apetece, pero tengo miedo— Tsukishima frenó rápidamente y lo miró algo inquieto —¿que tal me intoxiques? No puedo morir aún— rió fuertemente.

—bueno, pues tienes razón... A penas me distingues. — se quedó pensando seriamente y luego habló —si te hace sentir más seguro, conoces la única parte de mi que no conocen mis mejores amigos y eso que vivo con ellos— sonrió y movió sus manos sin importancia.

—Y... ¿Que tal si mientes? Las personas mienten para tener todo a su favor— soltó algo serio y preocupado pero con una leve risa.

—no sería capaz de mentirle a los ojos brillantes que me vieron tocar con toda sinceridad y a unos oidos que escucharon mis sentimientos a través de una melodía. Simplemente no podría perdonarmelo— sonrió al pecoso
—te ves mejor cuando sonries, pequeño pecoso... No te asustes, juro que no te haré daño.— terminó la oración para seguir caminando junto al chico, quien tenía mil preguntas en su cabeza.

—perdón Tsuki.

Dulce Melodía (Tsukiyama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora