Los agujeros en mis alas de mariposa

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Vivir en una ciudad tan grande en ocasiones hacía que Marcy se sintiera sola, llevándola a escribir a sus amigas. Quizá era la timidez, o la cobardía, o simplemente no estaba preparada aún para enfrentarlas nuevamente, así que en vez de enviar un mensaje o llamar por teléfono, ella escribía cartas a mano en ocasiones. Nunca las enviaba, pero existían, ocultas en una de las carpetas de su escritorio, para que nadie más pudiera leerlas. Dirigidas a sus amigas de la infancia, a la gente con la que creció, amigas que se quedaron a su lado desde el día que las conoció y hasta el momento en que se fue de California hace ya casi cuatro años.

A veces le escribiría a la chica rubia que conoció en el parque cuando era pequeña. La líder de las porristas de su escuela secundaria, la del mayor puntaje en todos los juegos de baile en el arcade, una chica brillante y talentosa que era un poco controladora, demasiado despreocupada en ocasiones, a cuyos padres no les importaba si llegaba tarde o si se saltaba las clases, y ella no lo decía en voz alta, no lo mostraba, pero Marcy se daba cuenta de cuánto ella extrañaba a su padre, de vez en cuando vistiendo la chaqueta de cuero roja que él le había comprado cuando cumplió nueve años y que aún le quedaba. Ella no hablaba mucho, era más de escuchar, y no eran muy cercanas cuando se trataba de sentimientos... pero eran buenas amigas, confiaban la una en la otra, conocían cada detalle de ambas y se apoyaban en todo lo que hicieran.

A veces le escribiría a la chica alta del equipo de tenis, la del cabello rizado y bonito que conocía cada canción que sonaba en la radio y todas las novedades de los programas de televisión. Su mejor amiga desde siempre, una chica divertida y fuerte, la persona más amable y bondadosa que conocía, alguien que daría lo que fuera si eso significaba que su familia estaría a salvo. Ella, quien había ayudado y se había preocupado por un montón de extraños solo por bondad, sin esperar nada a cambio, tratando a dos niños que apenas conocía hace pocos meses como sus hermanos. Era una persona maravillosa, capaz de conectar con cada persona que conocía, siempre cuidándola, preocupándose demasiado en ocasiones. Y ella estaba agradecida de que así fuera.

Marcy estaba algo celosa de ella, para ser honestos, y de su familia también, siempre solidarios y preocupados por su hija mientras que ella estaba atrapada en un lugar en el que no podía llamar 'familia' a las personas que vivían con ella, nunca tomándola en cuenta, nunca apoyándola en nada, siempre hablando sobre cómo sus amigas la estaban deteniendo de hacer más, cómo no debería ser tan cercana a ellas porque "se veía mal".... No podía esperar por el día en que ella tuviera que irse por la universidad, con suerte podiendo volver a la ciudad que la vio crecer y a todo lo que había conocido y extrañado por tanto tiempo.

Ella esperaba que ambas estuvieran bien hoy en día, esperaba que les fuera mucho mejor, que fueran más felices. Las extrañaba, las amaba, estaba impresionada y orgullosa de las personas en las que se habían convertido con el paso de los años, incluso después de todo lo que habían pasado. Se aseguró de escribirlo en cada carta, firmando con su nombre al final y colocándolas dentro de dos sobres dirigidos hacia Los Angeles, California.

Mientras cerraba los sobres, dudó por un momento si esto era lo correcto... si ellas leerían sus cartas. Las direcciones eran viejas, ella no sabía si llegarían a ellas, y si lo hacían, si no la ignorarían, si creerían en cada palabra que había escrito en papel...

Pero si lo hacían, si las cartas alguna vez alcanzaban a sus amigas, ella solo podía esperar que le escribieran de vuelta.

Frog, it's brutal out hereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora