Y una noche, con un destino de aliado
dos almas jóvenes se encontraron.
Cuando el azul y el marrón se miraron,
la magia nació.
Osamu era un pequeño muy débil. Su cuerpo era frágil, como una pequeña rama que podía dañarse con facilidad. Generalmente, en cada estación del año, sin importar que fuera un cruel invierno o una hermosa primavera donde las flores del jardín real salían, él se enfermaba. Le daban gripes demasiado fuertes para un pobre niño de su edad, su pecho se cerraba, hasta el punto que se le dificultaba tanto poder respirar, que su padre, con lágrimas lastimeras corriendo por sus ojos, en más de una ocasión tuvo que rezar y pedirle a los Dioses por su cuidado.Como su cuerpo se debilitaba con facilidad, solía caerse o perder el equilibrio, lo que ocasionaba que tuviera más de un moretón o cortes en la piel. Por lo que, la mitad de éste estaba vendado, tanto como para resguardarlo, como para curar sus heridas. Hasta su pequeña carita tenía vendas.
El Rey lo cuidaba como un tesoro. Porque para él, su hijo lo era todo, lo más sagrado que tenía. Y a pesar de que su pequeño contaba con personas de confianza a su cuidado, él quería estar presente en todo momento, intentando no perderse nada. Lo cual lo llevó en más de una ocasión a abandonar su trabajo real. Sin embargo, contaba con la ayuda de su mano derecha y fiel amigo, sin ese rubio estricto, probablemente el caos se desataría en el palacio.
No obstante, y aunque contara con todos aquellos críticos cuidados, el rey anhelaba con cada fibra de su alma que su hijo pudiera tener una buena niñez, llena de alegría, como cualquier pequeño de su edad. Pero Osamu era demasiado retraído, casi ni hablaba con las personas del reino, estando la mayoría del tiempo dibujando en el piso de madera o viendo hacia el jardín, sin la presencia de otras personas.
La oscuridad de la noche cayó. La hora había llegado.
El rey se mantenía ajeno a todo, con el pensamiento de que ya no podía retrasar el tiempo. Suspiró desganado y acomodó su kimono. Su cara se mantenía neutra, con sus labios en una fina línea apretada, hasta que vio como el pequeño príncipe luchaba para desenredar su cabello y, sin poder si quiera evitarlo, sonrió.
—Vaya, vaya. Déjame ayudarte con eso, pequeño salvaje.— dijo suavemente, aún con una sonrisa plasmada en sus labios.
Por su lado, el príncipe parpadeó desorientado por la interrupción, y seguidamente asintió, dándole el peine a su padre.
Los pueblos murmuraban, las habladurías corrían de boca en boca, pero la mayoría estaba de acuerdo en algo: la profunda belleza real.
El rey Dazai era un hombre sumamente atractivo, un alfa con un porte ejemplar. Su cabello era corto y lacio, de un color castaño oscuro, al igual que sus ojos, profundos, anhelantes, capaces de derribar cualquier muro. Más de alguna princesa de otro reino, al igual que las mujeres más aristocráticas del pueblo, habían intentado llegar a su corazón. Sin embargo, él las rechazaba con amabilidad, con tanta gracia y simpatía, que ni siquiera parecía herirlas. El hombre no tenía tiempo para amores, ni para mujeres de una noche. El único amor verdadero que necesitaba era el de su pequeño Osamu. Quien, había heredado todo de su padre, los ojos marrones, el mismo cabello, aunque el suyo era un poco más rebelde. Hasta parecían tener la misma forma de pararse y andar por los campos, era como una fiel copia, y su alteza estaba más que dichoso por ello.
—Papá, ¿estaremos mucho tiempo... allí?— lo miró expectante, con aquellas esferas marrones dubitativas.
—Unas horas, pequeño. Puedes llevar algo para no aburrirte.— acunó su mejilla con delicadeza— Lamento tener que llevarte, pero ya sabes lo que diría el abuelo.— finalizó, pellizcando la misma, haciendo molestar al infante, aunque seguidamente le sonrió. —Ya es hora de que conozcas el reino vecino, ¿no crees? Y te hará bien cambiar un poco de aires.
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The King (Soukoku)
General FictionChuuya vivía con el constante desprecio por ser un Beta y no uno cualquiera, era un príncipe, el siguiente rey de los Nakahara. Dazai es un alfa, ahora rey y único heredero de su familia. El reino de los Nakahara y los Dazai jamás se había llevado...