Soy Krum, Karina Krum. Tengo 15 años y estudio en la escuela de Durmstrang, donde el 99% de los alumnos son chicos y el 1% soy yo. Todos los estudiantes que salen y entran por la puerta son hombres, excepto yo. No os voy a mentir, yo debería de esta...
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Después de la movidita clase de pociones fui rumbo a la biblioteca. Bueno, ¿qué digo? Si ni siquiera sabía dónde estaba la biblioteca.
Me acerqué hacia Harry y los gemelos Weasley.
—Perdonad.— los interrumpí. —Estoy buscando la biblioteca.
Los tres se quedaron mudos, hasta que Harry habló. —Podemos acompañarte.
De pronto noté como alguien posó su mano en mi hombro, los tres se quedaron callados mirando atrás de mí. Me giré a ver quién era.
—Oh, Tom.— hablé con un poco de desagrado.
—Toma, puedes quedarte con la pócima.— me la entregó.
—Pero...¿tú no la quieres?
—Creo que a ti te hará más falta.— me guiñó el ojo. —Por cierto, buen trabajo.—
Tom se giró y se marchó dejando a los tres chicos más callados de lo que ya estaban. Me giré y los vi desconcertada.
—¿Hay algún problema?
—Karina, no deberías de juntarte con Tom y su grupito.— dijo Fred.
—¿Y eso porqué?— pregunté mientras nos dirigíamos hacia la biblioteca.
—No son de fiar, y menos Malfoy.— respondió George.
—Bueno, Tom es uno de los mejores alumnos y es delegado.— dijo Harry.
—Si, como lo fue su padre, ¿no?— rieron los gemelos.
—¿Su padre? ¿Qué pasa con su padre?— pregunté curiosa.
Llegamos a la biblioteca, que ni si quiera memoricé el cómo llegar ahí solo por estar hablando con los chicos.
—Su padre es el quién no debe de ser nombrado.— explicó Fred.
—¡No jodas, eso es fascinante!— Harry me miró con desgano.
Bajé la cabeza en forma de disculpa.
—Bueno Harry, ¿preparado para morir en la prueba de mañana?— Preguntó Fred cambiando de tema.
—¡Eso! Seguro que si mueres, harán una exhibición y un museo de tu vida. ¡Fred y yo seríamos los encargados de prepararlo todo! ¿Verdad, George?— habló Fred.
