Prólogo II

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Casi dos mil años han pasado desde la guerra roja con los hombres. Hemos vivido en una amarga paz desde entonces. Los dioses crearon el Eranóot para siempre, pero los humanos lo contaminaron con la peste negra que quemó sus corazones y se convirtieron en dragones las pieles de los espíritus creadores.

Fueron muchos los que murieron por la enfermedad, y no había espacio suficiente para sepultarlos, a si que crearon un gran abismo, que con el tiempo se fue extendiendo por toda la tierra. Día, noche, tinieblas, un pacto sagrado entre las nueve tierras, proclamado por un elegido que no aparece, que no regresa.

Es este el momento en que el rey de los hijos de la noche rompe la alianza e intenta robar el poder de la oscuridad. Cientos de caminos, pero un solo destino. Los demonios fueron desatados de entre las penumbras de aquella tumba. Miles de caballeros fueron enviados a tierras extrañas para encontrar una solución, pero se convirtieron en Dollfrost en el bosque Bifórest.

La luz del día provenía del reino de Sorgon. Los reyes de aquel imperio eran los únicos capaces de encerrar para siempre las tinieblas y sus demonios, y el poder de ellos estaba encerrado en un hechizo. En poco tiempo la noche se volverá eterna.

La respuesta está en el pasado, en el destino que tejieron las hijas de los elfos, una de ellas que está perdida. La promesa de aquel héroe de armadura y espada plateada, de traerla de regreso, se ha desvanecido entre los tres inviernos. Es difícil reconstruir un hoyo sin tierra,
una herida no puede ser sanada sin dolor. Pasado presente y futuro. Día y noche. Cuando el destino es solo uno. La terquedad de los hombres ha puesto el destino en su contra ¿Por qué tienen que complicarlo todo con sus tontas leyes? Sus deberes podridos no han oído de la verdad nunca, ni de la paz que quebrantaron sus amarguras.

Un orgullo vil y un villano desamor. Amargo y cruel invierno que con tristeza ha sepultado la dicha y la gloria de Eranóot, ya no hay un por qué hacer que se queme. Ya no queda esperanza, ya no queda honor, ya no tenemos gloria.

Nuestra lucha ha sido en vano, nuestro amor ha perecido. Ya no tenemos esperanzas para alimentar a nuestros hijos, pero créeme, te estaré esperando todos los días de mi vida, incluyendo el último.

Muchas cosas han pasado desde entonces. Se ha desvanecido el clamor de la guerra, que en la media edad de bronce consumía a los Hombres. Mi madre me acunaba, y me protegía de la venganza, del caos, de la envidia y de la magia. Se iba de nación en nación, profesando mi grandeza. Yo estuve ahí, hace 2,600 años. Vi caer a Sargas, el grande.

Su último aliento, forjó las altas murallas de Adlas. Se fueron los elfos al oeste, dejando abandonada su cuna, tres inviernos seguidos de augurios y penumbras, por miedo a una segunda guerra, y a la fosa sin cruz alguna. Por muchos años fui ciego, mi corazón se congeló, como corteza de muérdago se pudrió dentro de mi alma.

Se cerraron las puertas de Asgard, que dentro guardaba, atados los  gruñidos, de un mágico portal, donde la noche condena, cuando el sol se oculta. Esferas de tiempo, gotas de silencio, magia y olvido; ruinas que se prohíben, pero ¿por qué al norte? Si ya no hay ilusión, y los guerreros que duermen allí, en la clara oscuridad, serán traídos al despertar la guerra.

Manchas de orgullo, poder y vanidad, corrompieron la virginidad de la gloria que existió en los matices eternos de Asgard. ¡Júbilo y grandeza! desgastados y empañados por cobardes reyes, por míseros guerreros acorazados por el mismo ciego linaje; Espejismos que dicen la verdad, removidos, por el poder de fuego oscuro que quema dentro del agua, y hace arder para siempre la llama, que en el último invierno se apaga, bajo la última luna que llora la muerte del rey.

"Que la herida causada por la venganza cautiva, venga a curar lo que se supone debe pasar". Los hijos de las estrellas, de la luna y del mar, muertos están, en la palma de la mano del lobo Hati, pueden contarse, como granos de arena y sal. —"que la herida causada por la venganza cautiva, venga a curar lo que se supone debe pasar." ¿Significará algo importante? —preguntó Verdandi a Darlion. —Habrá que averiguarlo, la inscripción al parecer es muy antigua, con dificultad pude entender lo que dice —respondió él. —Otro acertijo. "Que la herida causada por la venganza cautiva, venga a curar lo que se supone debe pasar".

¿Qué tan joven es mi herida? ¿Cuántas veces más al destino debo engañar? No se pueden contar los hombres que lloraron con la canción de los gigantes, los guerreros que cayeron en nombre de la paz, los pobres aldeanos que lloraron sus hijos, y los ricos nobles que le juraron en vano libertad. ¿De que sirven estas letras dictadas por mi madre, si el destinatario ciego será? Nacerá después de un tiempo, igual a este, antes de que esto que cuento llegue a pasar.

¿De qué sirve este libro, este fino hilo quebrado, que rompe el cause de las letras que se pierden con el reino y que se olvidan con el tiempo? ¡Si! Hay sueños muy lejanos que despiertan con el sol, que suspiran con el viento y sonríen en la oscuridad, más allá de aquel lugar, allá donde ya no hay nada, dulce tentación y amarga desesperanza, que a lo lejos se escuchan como desparraman su frío canto

Evil Of Glory 1: Mitad Dragón© (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora